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Una plata que brilló como el oro


Hubo un tiempo en el que la mera presencia en el torneo olímpico resultaba un gran éxito para el basket español. Lejos todavía de la apertura de la NBA al orden global y de la emergencia de jóvenes talentos en los 90 y 2000, competir a ese nivel era un desafío monumental para la selección.

Con todo eso, el 10 de agosto de 1984, el equipo que dirigía Díaz
Miguel logró plantarse en la final olímpica de los Juegos de Los Ángeles, el primer gran hito internacional de la historia de la FEB.

Algunos argumentaron que el boicot de la URSS a la cita olímpica lo puso más fácil pero España no llegó por casualidad sino por méritos propios. Alcanzó la final tras superar a la mitica Yugoslavia por 74-61 en ‘semis’. En cuartos la víctima había sido Australia y antes, en la primera fase, ante España también cedieron Canadá, Uruguay, Francia y China. La selección se iría de Los Ángeles con dos derrotas y las dos fueron ante Estados Unidos, con el que ya se habían encontrado en el grupo previo (101-68).

Pocas veces mejor que en esa final se hizo realidad el lema de que lo importante era participar. Porque ganar resultaba utópico. Eso no impidió que la disputa del partido se interpretara como un hito histórico y un éxito absoluto para el basket español que hasta entonces apenas había vivido de posiciones mejores en el podio y apenas dos platas en europeos.

El éxito, de todos modos, ya empezaba a ser indicativo de algo. España presentaba el mejor equipo de su historia hasta entonces, con figuras legendarias como Epi, Fernando Martín, Juan Antonio Corbalán, Fernando Romay, Andrés Jiménez… y el basket estaba ganando adeptos en el país, lo que provocó que los aficionados no faltaran a la cita televisiva en plena madrugada.

El equipo al que se iban a enfrentar los hombres de Díaz Miguel en el Forum de Inglewood no estaba compuesto por jugadores NBA (faltaba un lustro todavía para esa apertura) pero el elenco de estrellas universitarias estaban ya llamando a las puertas del profesionalismo y sus hombres, hoy en día, resultan ya míticos una vez culminadas sus carreras.

Michael Jordan, Pat Ewing, Chris Mullin o Alvin Robertson dejaron entrever en esos Juegos toda la calidad que explotarían en sus posteriores carreras profesionales. España empezó abriendo el marcador pero el sueño duró bien poco. Estados Unidos, apoyado en los puntos de Jordan y Ewing y el trabajo defensivo de Robertson sobre Epi, puso tierra de por medio muy rápido y llegó al descanso con el partido resuelto (52-29). Emoción no hubo pero sí acciones para el recuerdo, como un tapón de Romay a Jordan, un pase de Corbalán por la espalda o un enorme mate de Fernando Martín.El paso del tiempo dio a aquella plata el valor del oro, pues marcó el despegue internacional del basket español.

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