El sorteo de la Navidad tardó menos de 5 minutos en dar a luz el Gordo. El reparto de alegría en el Bernabéu necesitó incluso de seis interminables minutos de agonía suplementaria para cantar victoria en forma de empate. Un punto de pedrea para volver a jugar con más ganas en el entrante 2020.
El Real Madrid las tuvo de todos los colores, pero no acertó ninguna. Los postes y, sobre todo,
Unai Simón
disfrazado de niño de San Ildefonso, se lo impidieron.
Gaizka Garitano
se la jugó. Tras los palos recibidos por su apuesta ante el Eibar, decidió plantear una defensa con tres centrales y dos carrileros. Más madera.
La imagen ofrecida por los blancos en el Nou Camp el miércoles en Champions era para andarse con tiento a pesar de su falta de acierto en los últimos metros. De salir mal la apuesta, nadie iba a defender al de Derio. La alineación se las traía.
Lekue, Núñez, Vesga y Kodro
parecían los típicos cuatro representantes de ventas de una multinacional en la cena de empresa de fin de año en la que todos llevan el nombre en una chapita en el pecho para que les reconozcan.
Los meritorios
Sus caras ni las recordábamos. Entre los cuatro meritorios apenas sumaban media docena de titularidades esta temporada. Todo a un número. Y salió bien.
El Athletic volvió a ser un equipo competitivo. Es verdad que Unai Simón y los postes marcaron el desenlace. Pero este Madrid estaba creciendo y daba miedo.
Me quedo con el crecimiento experimentado por el joven portero rojiblanco; con la solidaridad del grupo en el esfuerzo; y con el tanto anulado a Kodro, un chutazo pleno de potencia y maneras de ‘killer’, invalidado por cuestión de milímetros.
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