El Athletic ha elegido una forma muy concreta de competir. Una filosofía centenaria que hace enorgullecer a sus propios aficionados y a un significativo número de los ajenos que están repartidos por todo el mundo. En plena era de las redes sociales, una aldea a modo y manera de la de
Asterix y Obelix
resiste en pie el envite de los cada vez más numerosos romanos.
A tenor de los comentarios y reacciones suscitados tras la derrota por 0-1 ante el Cádiz en San Mamés da la sensación de que nada ni nadie valen ya en el Athletic, de que todo es un desastre y de que lo peor está por venir. Son momentos de frustración, de desilusión y de rabia contenida en algunos casos y liberada en otros. Malos tiempos para la lírica.
A la hora de cuestionar y criticar determinados problemas coyunturales relacionados con la entidad, tampoco estaría nada mal tener un dato en cuenta: más de la mitad de los socios no pasó por las urnas durante los últimas elecciones al sillón de Ibaigane. Preocupante.
El Athletic y sus aficionados siempre han llevado a gala lo de ser un club diferente e incluso único, algo que debería servir para los buenos y para los malos momentos. Lo del ‘beti zurekin’ (siempre contigo) será por algo. El concepto de familia o cuadrilla, también
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