“Con los años he entendido que era mejor para el fútbol que ganara el Barça y no la Sampdoria. A partir de ese día, el FC Barcelona construyó un relato que mejoró ese deporte. Si hubiésemos ganado nosotros, nunca sabremos lo que habría pasado, pero no sería lo mismo”. Así habló Gianluca Vialli, fallecido este viernes a los 58 años víctima de un cáncer de páncreas, en un Informe Robinson emitido por Movistar Cero en 2017 con motivo del 25 aniversario de la primera Copa de Europa del Barça, conquistada el 20 de noviembre de 1992 por el ‘Dream Team’ de Johan Cruyff gracias a un gol de Ronald Koeman en la prórroga. El genial futbolista italiano convirtió así la derrota más dolorosa de su carrera en una victoria del fútbol por el legado que luego dejó aquel equipo azulgrana. Su elegancia y deportividad siempre quedará para el recuerdo. Supo perder. A su manera, él también ganó en Wembley.
“Mis botas son las que deberían estar en el Museo del Barça junto a las de Ronald Koeman, porque si él marcó el gol decisivo, yo fallé tres que habrían cambiado la historia. El primero se me fue alto después de hacerle una falta a Koeman que el árbitro no vio, en el segundo Zubi hizo un paradón y en el tercero el bote se llevó la pelota al lado equivocado. Si algo hubiese querido cambiar en mi carrera fue el resultado de ese partido, pero con los años he entendido que era mejor para el fútbol que ganara el Barça y no la Samp. A partir de ese día, el Barcelona construyó un relato que mejoró ese deporte. Si hubiésemos ganado nosotros, nunca sabremos lo que habría pasado, pero no sería lo mismo. Y cuando acabó la final lloré de rabia abrazado a Paolo Mancini, vino Boskov y nos dijo que los hombres de verdad no lloran por el resultado de un partido de fútbol. Puede que tuviera razón y que nosotros no fuéramos aún unos hombres de verdad. Ahora lo veo de otra forma”, explicó Vialli a Michael Robinson, también fallecido en 2020 por otro cáncer.
De aquella final recordó siempre que “la atmósfera más bella que he experimentado como jugador fue la noche de la final de la Copa de Europa en 1992 en Wembley ante el Barcelona. Por desgracia, terminó mal para mi Sampdoria, pero fue un gran ambiente, inolvidable. Después de la derrota, sin embargo, lloré sin parar durante una semana”.