Virginia Torrecilla (Cala Millor, Mallorca, 27 años), centrocampista del Atlético de Madrid, ha superado una de las enfermedades más duras que puede padecer una persona. Un tumor en la cabeza la mantuvo alejada mucho tiempo del fútbol profesional. Pero hace una semana, a pocos minutos de concluir la final de la Supercopa entre el Barça y el Atlético, regresó al césped 683 días después. Un momento emotivo y feliz que quedó coronado por el manteo de las rivales como reconocimiento a su lucha.
Pregunta. ¿Cómo está?
Respuesta. Muy feliz. Llevo unos días con un subidón de adrenalina por todo lo vivido. Pero ahora toca seguir trabajando para poder seguir cumpliendo mi sueño. He estado hasta arriba de mensajes y los agradezco de corazón, pero también ha sido un poco agobiante. Me he dado cuenta del momento en el que estoy y de que tengo que ser mejor cada día. Lo voy llevando. Por mí, y por toda la gente que ha vivido experiencias como esta.
P. ¿Qué sintió al salir a jugar después de tanto tiempo?
R. Me puse muy nerviosa. Me dijeron, “Venga, Virginia, calienta que sales”. Recuerdo que me llamaron la atención porque me iba a calentar con el abrigo y la mascarilla puestos. Y yo pensé: “Es que hace mucho tiempo que no hago esto”. En el momento de salir al campo, pensé en mi familia, en las ganas que tenían de que esto sucediera después de tantos malos momentos. Luego recuerdo a la gente aplaudiendo, gritando mi nombre. Pero rápido me puse a pensar en que lo tenía que hacer bien esos cinco minutos.
P. ¿Se ha sentido arropada durante todos estos meses?
R. Me he sentido muy querida, empezando por mi familia y por mis hermanos. Todo el mundo estaba conmigo, no solo mi equipo, que ha sido como mi familia, o mi club, a cuyo servicio médico agradezco que esté hoy aquí. Muchas personas, sin conocerme, se han volcado conmigo y me han comentado sus propias vivencias en fases muy complicadas. Eso me ha hecho muy fuerte.
P. Su manteo fue la imagen del compañerismo.
R. Yo en el Barça tengo muchas amistades a las que aprecio de verdad. Pero en ese momento en el que ellas ganan un título y antes de celebrarlo hacen eso por mí… Eso no se ve en todos los deportes o en la vida misma. Ojalá hubiéramos ganado, claro, pero me quedo con aquel momento. Trabajamos día a día para ser mejores, pero sobre todo somos personas. Y esas personas, después de ganar una final 7-0, lo que hicieron fue lanzarme por los aires y llorar conmigo por mi regreso a los campos de fútbol. Es una imagen muy bonita que no tendría que olvidar nadie.
P. Entre las jugadoras que la mantearon estaba Alexia Putellas, ¿cómo es su relación con ella?
R. Yo a Alexia la tengo como una hermana. Hemos vivido momentos muy complicados en la vida. Cuando yo llegué al Barça con 17 años ella me acogió. Siempre estuvo conmigo, era como la hija postiza de su familia y mis padres han estado muy agradecidos. Es también un ejemplo de persona luchadora que se lo ha trabajado para llegar a estar donde está ahora. Se merece todo lo que está consiguiendo.
P. Y, después de ese camino para ser jugadora profesional, ¿cómo fue el momento en el que le dijeron que no volvería a jugar al fútbol? ¿Cómo lo encajó?
R. Unas semanas después de que me operaran tuve que visitar a mi oncóloga para ver cómo estaba el tumor. Me dijo que era maligno y que tenía que pasar por radioterapia y quimioterapia, con los efectos secundarios de que perdería la sensibilidad en las manos y los pies. Cuando me dijeron que me quedaría sin jugar a nivel profesional, lo primero que pensé es que me daba igual el fútbol. Eso había pasado a un quinto plano de mi vida. Quería recuperarme y estar bien, aunque tuviera que irme a Mallorca a trabajar de camarera. Luego, a medida que los efectos secundarios disminuyeron, ya me dijeron que volvería. Pero estuve muchos meses sin saber que iba a pasar. Lloraba pensando que no podría estar aquí hoy, y no hablo a nivel deportivo.
P. ¿Cuál fue el peor momento?
R. Tuve momentos muy malos. Cuando todo me vino de sopetón pensé que tocaba seguir adelante y sabía que podía hacerlo. Pero veía que pasaba el tiempo y que tenía que afrontar más fases de quimioterapia, cada vez con menos fuerza. Los últimos tres meses de enfermedad los pasé realmente mal, llorando prácticamente todos los días. Recuerdo que mi madre me preguntaba cómo estaba y yo le decía que no quería hablar. Llegó a un punto en el que ya ni quería someterme a las dos últimas quimios. Aunque el peor momento fue cuando, estando con mi madre, sufrimos un accidente de tráfico que la mandó a la UCI. Dos meses después de recuperarme de la quimio empiezo a estar mejor y justo sucede eso. Después de salir de todo, ver a mi madre así era… Si le hubiese pasado algo y no se hubiese recuperado, yo creo que no lo habría superado. Sufrí más eso que mi propio cáncer.
P. ¿A qué se aferró para reponerse de una experiencia así?
R. Estaba en un círculo vicioso de entrenar, ir a casa, llorar, levantarme por la mañana y no comer. Me sentía muy culpable. Cuando ya vi a mi madre sonreír, aunque estuviera en una silla de ruedas, y pude ir a comer con ella a un restaurante, comencé a sentirme un poco mejor. Hubo un momento en el que creí que había enfermado de verdad y que tenía una depresión. Y ahí quise dejar el fútbol. Hace tres semanas pensaba en volver a casa con mis padres y no jugar más. Ellos tiraron de mí porque son unos luchadores y me dijeron: “Virginia, levántate de aquí, estamos vivos. Es una nueva vida y tenemos que afrontarla de la mejor manera posible”. Durante mi enfermedad también me aferré mucho a Nahikari García (Real Madrid), que me acompañó durante todo el proceso junto con Silvia Meseguer (Atlético). La fuerza la saqué de mi familia y de la gente que me quería. Pero me ha tocado madurar muy pronto, porque todo esto es madurar.
P. ¿Qué metas tiene ahora?
R. Como deportista, quiero seguir trabajando y llegar al nivel que tenía antes. Pienso a corto plazo. También quiero que se olviden de la Virginia que daba pena, la Virginia con cáncer y la Virginia calva. Cuento mis vivencias para que se sepa que, a pesar de que se pasa por un momento muy complicado, se puede salir de esto. Y se sale.
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