¡Vive la France! ¡Marie-Jose Perec: instrucciones para el glamur!

¡Vive la France! ¡Marie-Jose Perec: instrucciones para el glamur!

A Marie-Jose Perec se le ocurrió nacer -faltaba más- en el 68, pero no solamente en el 68, justo en el Mayo Francés del 68, cuando hasta las calles se movían solas en París, aunque ella, a la distancia, en Basse-Terre, Isla Guadalupe, a la que los lugareños llaman, con camaradería, Gwada, como de acá pero lejana, eco sobre las olas, la maga del caribe, la Perec llevaría en las piernas la estética de los días en los que el mundo, acá, se despabilaba con Sartre y Rayuela de las buenas costumbres de la burguesía que leía Le Monde y vestía Saint Laurent para tomar en café y cruasanes  en los domingos de tedio, como novela del tiempo perdido.

En aquella primavera del 68, que también fue Praga o Budapest o Washington o Chicago, Colette Besson ganaba el oro en los 400 metros para Francia en el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria de México DF, días después de Tlatelolco y los militares y el Batallón Olimpia, las bayonetas sobre los gritos de libertad y el 2 de octubre no se olvida, Besson que anticipaba a La Perec que ya traía el acta de nacimiento del futuro cuando ella misma ganaría el oro en la vuelta a la pista, cuando ya el 68 sería la nostalgia de las calles y de las melenas y de las manos levantadas y de las minifaldas de lana, la Francia de la niñez lejana de La Perec que crecería con los socialistas, Mitterrand, el mayo del 81 y la lluvia sobre las calles de París, que no se acaba nunca.

A la Perec se le ocurrió salirse de la Isla de Guadalupe con mamá e instalarse en Francia, ya con las piernas alargadas y esa delgadez que no la abandonaría nunca, menos cuando ya en las pistas paseaba ese glamur a lo Magritte, pincelada, esta no es una corredora, pero también la más graciosa corredora de los 400 metros desde que Besson en México 68, en aquellos años de la Renault, contra De Gaulle y el prohibido prohibir, Nietzsche ha muerto.

Cuando La Perec triunfó en La Haya, en 1986, Francia ya era otra, no distinta, pero otra, hablaba de Europa y de Michel Platini, el astro de la Azul y de la igualdad sexual, París seguía fumando bajo la lluvia en el Barrio Latino o en Montparnasse, Cortázar ya había muerto y La Maga se perdía en el laberinto de las instrucciones para darle cuerda al reloj, La Perec corría a los entrenamientos sobre los andenes como personaje de Delacroix, guiando al pueblo, que ya no era aquel pueblo del 68 cuando la Colette, la Besson, o la Colettes de antes, cuando…

Poco a poco La Perec se abría paso entre el metro, las Tullerías o el Arco del Triunfo, los cafés, Notre Dame o los puestos de los diarios que hablaban de la nueva Clementine del atletismo que lo mismo allá o acá se hacía de la fama que ni el cine, La Perec en las portadas de las revistas que luego serían Vogue, el Paris Fashion y la vuelta al mundo, a lo Verne porque los 400 metros.

Francia necesitaba a la femme sin nicotina ni tinto ni humo fatale, algo como la Besson, delicia y seducción, pero con algo de las flores de Baudelaire o de los versos de Celan o Verlaine, y la Francia la estaba diseñando, como filme realista, escena por escena.

Diez años después de la muerte de su tocayo de apellido, George, a La Perec se le ocurrió -faltaba menos- salir campeona en los 400 metros de Barcelona 92, cuando el mundo ya era otra cosa -las cosas- de cuando la Besson, la penúltima Collette, se había montado en las alas de la luz en el México lindo, ya se habían desvanecido los libreros de la Utopía, la URSS era estampa del pasado que volaba sobre la nostalgia sobre los patios de la École normale supérieure y a las orillas del Sena daban ofertas de las obras de Proudohn, aunque no de Beauvoir, ese 1992 en el que Nina Simone se radicó en Aix-en-Provence, al Sur, para tratarse de ese mal bipolar,  Nina siempre Nina. 

Cuatro años después, Atlanta 96, a La Perec se le dio por hacerla de gala en los 200 y convertirse en la primera y única bicampeona de los 400, justo en el siglo del olimpismo que se presumía con la vorágine de una fragancia de dulzura lenta –como en el poema de Valéry– y con ternura de pasos vagos, como ha vivido de tu espera, mi corazón marcha en tus pasos…

Pasos a París 2024, La Perec maquillará la fiesta de este verano desde el palco de la alta costura

Posdata: Dos años después del glamur de La Perec: la selección francesa de futbol se coronó en el Mundial de 1998 con un equipo que representaba a la República multiétnica y mestiza que sustentaba, pese a todo, los ideales de la Revolución de 1789: libertad, igualdad y fraternidad. En el once campeón francés –les bleus– militaron jugadores de ascendencia: vasca, española, argentina, argelina, guyanesa, portuguesa,  senegalesa y guadalupana (sólo ocho de los 22 alienados tenían herencia francesa directa).


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