Volvemos a Chicago: en los playoffs, nunca canceles las habitaciones

Volvemos a Chicago: en los playoffs, nunca canceles las habitaciones

Ahora que estamos en época de playoffs y que los detractores de la NBA –aquellos que ven el All Star y poco más– ya no se atreven a decir que en la mejor liga del mundo no se defiende; ahora me gustaría volver la vista atrás y recordar alguna de las Finales de la NBA que he podido vivir.

¿Queréis creer que hasta hoy no las había contado? Pues bien, me salen 16; incluidas cinco de las seis de Michael Jordan –en el 92 no pude asistir por cuanto nació mi hija Irene y no estar presente el día que abrió sus bonitos ojos al mundo me hubiera costado el matrimonio–, las de los cinco anillos de Kobe Bryant y, por consiguiente, los dos de nuestro admirado Pau Gasol, amén de algunas otras. Hechas las cuentas tal vez si que sea verdad que he sido un afortunado: estar a pocos metros de Jordan el día que logró su primer anillo, verlo llorar, es algo que no se paga con dinero y si con lágrimas.

Pero repasando estas finales vividas me fijo en las de 1996. Parecían muy desiguales y enfrentaban a unos demoledores Bulls con unos sorprendentes Sonics. Chicago tenía un equipo fascinante: a los ya conocidos Jordan y Scottie Pippen, había que añadir el solvente Luc Longley, el mejor reboteador del campeonato, Dennis Rodman y, saliendo del banquillo, ni más ni menos que Toni Kukoc y Steve Kerr. Mare de Déu senyor!

Un día hablaremos de Rodman, si os parece; menos loco de lo que dicen, más listo de lo que piensan. Al inicio de aquella temporada le comenté a Jordan en el vestuario del United Center: “Nos ha sorprendido el fichaje de Rodman…” Y él me contesto rápido: “A ti, a mí y a todo el mundo”. Como diciendo: “¡Vaya zumbado hemos fichado!” Pero las cosas cambiaron y hoy en día nadie duda que El Gusano fue un factor importante en los tres títulos seguidos del 96 al 98.

George Karl da instrucciones a Gary Payton con los Seattle SuperSonics

NBAE

Delante los Supersonics de Seattle, un equipo que hoy en día ya no existe y que entrenaba un tipo afable que se llamaba Geroge Karl y que siempre tuvo la espina clavada de haber fracasado en el Madrid; en aquellos tiempos que la liga ACB la acostumbraba a ganar el Barça. Los Sonics se basaban en dos jugadores, Kemp y Payton, y no tenían altura, hasta el punto que su “center” era un tipo de 2,06, Frank Brickowski que para muchos ni tan siquiera tenia nivel NBA.

En aquella época las finales tenían un formato 2-3-2, con el fin de no castigar tanto a los jugadores con los viajes, pero que resultaba claramente perjudicial para el equipo que no tenia el factor pista. En cualquier caso, aquellas series daban la sensación de ser de fácil pronóstico. Los Bulls colocaron el 2 a 0 en el marcador y sólo sufrieron un poco en el segundo partido, de marcador muy bajo: las duras defensas por encima del talento de las figuras. Una de las imágenes más recordadas de aquellas finales fue, sin duda, la de los tiros libres con Rodman despreocupándose de la pelota, y en la línea de tiros, mirando fijamente al pobre Brickowski, riéndose en su cara y consiguiendo, al final, que fuera descalificado por una clara agresión nerviosa.



Tras estar en Chicago volamos a Seattle que, por cierto, es una de las ciudades más atractivas de todos los Estados Unidos. Y en el Key Arena pudimos ver un dominio claro de Jordan y sus amigos en el tercer encuentro que dejaba la serie en un irrecuperable 3 a 0 que hacía prever, incluso, una barrida; la temida barrida de los equipos perdedores.

Y ahí vino la tragedia para los sesudos dirigentes de la NBA. Vieron tan evidente el triunfo de los Bulls que… cancelaron todas las habitaciones en los hoteles de Chicago que tenían contratadas: craso error. Muchos periodistas siguieron el ejemplo y cuando los Sonics demostraron su carácter y se impusieron con claridad en el cuarto choque no era difícil ver sudores fríos en los rostros de las decenas de personas que controlaban el cotarro. La magnitud de la tragedia se consumó con unos Sonics de juego alegre y una afición entregada en el quinto: 3 a 2 en la eliminatoria y de vuelta para Illinois.

Chicago es una ciudad con una gran capacidad hotelera, pero que recibe mucho turismo… en junio. La NBA consiguió encontrar habitaciones, pero, claro, a un precio mucho más alto del que hubieran pagado si hubieran confiado un poco más en George Karl. Y mis colegas periodistas… pues más de lo mismo. En cuanto a mí: no os preocupéis, queridos lectores, yo mantuve las reservas. Pensad que volábamos de vuelta a Barcelona desde Chicago, así que nunca me planteé cancelarlas. Además, yo tenia buena relación con Karl y confiaba más que el resto.

Los Bulls ganaron el sexto partido por un escuálido 87-75 en un partido muy duro, y Michael Jordan ganó su cuarto anillo. Pero esta, amigos, ya es otra historia para otro día.




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