Warhol, creíble, serio y realista



Andy Warhol posa delante de una de sus obras, un revólver, en la galería Fernando Vijande de Madrid, en 1983.

El matrimonio de Isabelle Junot y Álvaro Falcó confirma que regresan esas bodas prototipo que pueden garantizarle a ¡Hola! una nueva generación de protagonistas y de lectores. Es una postura creíble, seria y realista por parte de la revista para mantener su vigencia dentro de nuestra cultura pop. En la tradicional brechita generacional entre los famosos de los años ochenta y noventa y sus herederos muchas madres resultan más arriesgadas, y por eso más atractivas, que sus hijas. En el futuro enlace de Isabelle y Álvaro tendremos la ocasión de ver el fugaz regreso de Marta Chávarri, madrina del novio y una de las reinas indiscutibles del estilo en los primeros años noventa. Gracias a ella, el blazer oscuro con pantalón pitillo y escapar a paso ligero del asedio periodístico se convirtieron en signo de los tiempos. Como también lo fue su prematura y voluntaria retirada de la fama. Quizás por eso los mayores estaremos más pendientes del estilismo de la madrina que del traje de la novia.

Los regresos siguen marcando nuestro presente, igual que las relaciones internacionales. Con espíritu conciliador y promocional, los duques de Cambridge emprendieron su gira por los territorios ingleses del Caribe. Donde se encontraron con más problemas de los que imaginaban. Una visita real en plan vacaciones escolares a medio curso irrita más que suaviza cuando los jóvenes países que se visitan están revisando temas como la esclavitud y la colonización. En People, el medio estadounidense que sigue las hazañas de la familia real británica, les ha preocupado la recepción a los duques, sin embargo, ¡Hola! no detectó ningún obstáculo durante la visita. Ellos no hicieron nada diferente a otras expediciones, se tomaron esas absurdas fotos, que el príncipe Carlos lleva años repitiendo, tocando maracas y tambores. Tratando de disimular su bochorno, “tengo que hacer esto para ser reina”, los duques se veían desabridos y forzados bailando reggae en la arena. Con el cannabis legalizado en muchos lugares, sería más creíble, serio y realista verlos compartir un porro antes de regresar.

Todo el mundo quiere una fiesta inolvidable al tiempo que apocalíptica. Pero, lo contradictorio es que la alfombra roja ahora se realiza en los salones. Una marca de whisky escocés apadrinó una iniciativa para conocer a coleccionistas madrileños en sus domicilios. Invitados y anfitriones respondían a los periodistas vigilantes de que las cámaras y los micros no rallaran muebles ni estropearan las obras de arte, con espontánea profesionalidad. Me encantó estar invitado, confirmé que tantos años consumiendo alfombras rojas por televisión han conseguido que las señoras respondan y actúen como auténticas celebrities. Con absoluta comodidad doméstica.

La situación habría sido muy celebrada por Andy Warhol, cuyos diarios alimentan la serie documental que ocupa ahora mi atención televisiva. El artista es reivindicado como un creador a tiempo completo. Perfiló muchos de los valores y contravalores de nuestro tiempo. Estudió y explotó la cultura del consumismo y de la fama a su favor. Es lo que la serie muestra y me habría gustado hablar de ella cuando un periodista de la fiesta de los coleccionistas me interrogó sobre mi legado. Es pronto y un poco pretencioso, ¿no? Imagino que he contribuido a transmitir algo de los preceptos de Warhol. Que sus planteamientos han influido en mi trabajo en televisión. Un medio que le fascinaba y repelía, como a casi todos los intelectuales de su generación. Bendita mi suerte en no haber tenido prejuicios. Porque me ha facilitado deslizarme entre la alta y la baja cultura y hacer media. Disfrutar y experimentar las formas que hoy adopta la cultura pop, la sociedad espectáculo, el exhibicionismo, la confusión entre lo real y los realities, el infoentretenimiento. Me alegro de haber entendido que Warhol estaba condensando un universo que sería norma en este futuro que habitamos. Y lo convertiría en un icono necesario. Creíble, serio y realista.

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