Wayne Holmes, experto en inteligencia artificial: “Se debería estar investigando en un exoesqueleto para maestros en lugar de tutorías inteligentes”

Wayne Holmes, profesor del University College de Londres.
Wayne Holmes, profesor del University College de Londres.

El profesor del University College de Londres Wayne Holmes suele mostrar en sus conferencias la fotografía de un bebé junto a la de un chip. Acto seguido, pregunta a la audiencia: si vamos a seguir basando la educación únicamente en transmitir conocimientos, ¿por qué no ponemos simplemente todo el conocimiento de Wikipedia en un chip y se lo implantamos a los bebés? Es algo que se podrá hacer, asegura, en un futuro relativamente cercano. Así que, insiste, si la educación se trata únicamente de transmitir conocimiento, pongamos el chip en los cerebros y cerremos la escuela, porque ya no hará falta. “Obviamente no es así. Se va a la escuela a aprender conocimientos, pero también a ser un ser social, a entender cómo interactuar con otros, cómo desarrollar habilidades críticas, creatividad…”, explica Holmes (Ontario, Canadá, 62 años). Experto en inteligencia artificial aplicada a la educación, asesor de organismos internacionales como la Unesco, participó en la última edición del foro Enlighted, que reunió el mes pasado a 150 expertos mundiales en educación y tecnología. Poco antes, atendió a este periódico por videoconferencia.

Pregunta. ¿Suele insistir en sus ponencias en que los profesores deben involucrarse en el debate sobre la inteligencia artificial en la educación? ¿Qué pasará si no lo hacen?

Respuesta. En el campo de la tecnología de la educación, contamos con especialistas, técnicos, ingenieros en inteligencia artificial que son muy buenos en lo que hacen. Están muy bien formados. Son expertos. Y, a la hora de ver dónde aplican su experiencia, piensan: ‘¿Educación? Yo entiendo esto de la educación. Fui a la escuela, mis hijos van a la escuela, entiendo la educación”. Pero, en realidad, tienen unos conocimientos muy superficiales, así que lo que intentan es automatizar cosas, pero cosas que no deberían. Por ejemplo, en los últimos casi 50 años, ha habido una comunidad de investigadores en inteligencia artificial aplicada a la educación que han logrado grandes cosas. Pero en los últimos ocho años, el ámbito académico ha decaído y ahora son empresas las que lo están haciendo. Y lo que está pasando es que la aplicación más común ahora mismo es lo que se denomina “sistema de tutoría inteligente”. Con esta tecnología, el niño se sienta frente a la pantalla e interactúa con el ordenador, porque el ordenador sabe más, claro. Y la computadora lleva al estudiante por un camino que se adapta a sus logros y dificultades para conducirle hasta la respuesta correcta. El problema es que, de alguna manera, aseguran que eso es mejor que un maestro. Pero no lo es; eso es absurdo. Pueden ser útiles, de acuerdo, para complementar el trabajo del docente con los deberes para casa o con tareas para hacer en el autobús de camino a la escuela, por ejemplo.

P. ¿Y en qué se debería estar trabajando entonces?

R. Creo que la mayoría de los profesores son muy buenos en lo que hacen y que la educación y el aprendizaje es una actividad social en la que uno más uno hace tres. Aprendemos juntos. Y el problema es que estas tecnologías nos separan. ¿Has visto esas fotos absurdas de 30 estudiantes mirando fijamente la computadora individual, ignorando al niño a su derecha y a la izquierda, ignorando al maestro? ¿Y eso es supuestamente mejor? Entonces, ¿qué podríamos hacer? Podríamos concentrarnos en apoyar al maestro para que sea más fuerte. ¿Quién está investigando un exoesqueleto virtual de Inteligencia artificial para los profesores? ¿Has visto estos exoesqueletos que ayudan a levantar un gran peso? A eso me refiero, ¿por qué no tenemos uno virtual de esos para profesores? Pondré un ejemplo concreto en el ámbito del aprendizaje colaborativo. Sabemos que cuando los estudiantes aprenden juntos lo hacen mejor que solos. Pero también sabemos que es muy difícil para un maestro configurar ese aprendizaje. ¿Cómo hacer las agrupaciones adecuadas? Así, una herramienta muy sencilla sería una que hiciera esas agrupaciones [en función de sus características, sus resultados]. Aunque luego el maestro puede mover o cambiarlo, esto podría ahorrarle 10 minutos en cada clase y facilitar ese aprendizaje colaborativo.

P. ¿Hay alguien trabajando en ese tipo de tecnología?

R. No, que yo sepa.

P. Estas son las aplicaciones que, en su opinión, debería tener la inteligencia artificial para mejorar el modo de enseñar. Pero ¿debería tener un impacto también en el contenido de la enseñanza?

R. En primer lugar, creo que deberíamos ayudar a todos nuestros estudiantes a comprender qué es la inteligencia artificial. En mi opinión, lo que le hace cualitativamente distinta a las primeras tecnologías es que parece hacer cosas por sí misma, aunque en realidad no es así. Siempre está programada por un humano y necesitamos que todos nuestros estudiantes comprendan lo que eso significa, qué impacto puede tener [las decisiones de esos seres humanos] en nuestros trabajos, en nuestras vidas. Y no se trata solo de la tecnología. ¿Cómo se puede hacer que la inteligencia artificial sea útil? ¿Cuáles son las consecuencias humanas? Y lo deberíamos enseñar en distintas materias. Por ejemplo, en Música, podríamos mostrar una pieza musical escrita por un humano y otra escrita por un bot y preguntar al alumno: ¿qué piensas? ¿Cuáles son los retos que esto nos plantea? En Lengua, lo mismo, pero con un poema escrito por una máquina… En general, tenemos que ir más allá del modelo en el que el profesor le da conocimientos a los alumnos. Porque los ordenadores son muy buenos para mantener el conocimiento correctamente. Y acceder a ese conocimiento mediante una búsqueda en Google es muy fácil. Entonces, la posesión del conocimiento ya no es en lo que deberíamos centrarnos, sino en ayudar a nuestros jóvenes a entender cómo evaluar el conocimiento.

P. Estas ideas en torno a los cambios radicales que traen las tecnologías en la escuela llevan muchos años, décadas, dando vueltas. Primero, con los medios audiovisuales, sobre todo con el vídeo, luego con los ordenadores e internet. Pero la verdad es que la escuela no ha cambiado demasiado. ¿Cree que la inteligencia artificial va a trasnformarla esta vez de verdad?

R. Hay un libro, Máquinas de enseñanza: la historia del aprendizaje personalizado, de Audrey Watters (Teaching Machines: The History of Personalized Learning, MIT Press, 2021) que repasa las tecnologías educativas desde hace 85 años. Y resulta que muchas de las afirmaciones que escuchamos hoy en torno a la inteligencia artificial, sobre el ahorro de trabajo para los docentes, sobre la enseñanza personalizada, se proclamaban ya hace 85 años. Y aquí estamos. Sin embargo, ¿creo que la tecnología puede ser útil en la escuela? Sí, desde luego. Pero no para hacer estas cosas ridículas que la gente sigue reclamando. ¿La inteligencia artificial cambiará las escuelas? No, al menos hasta dentro de muchos años. Durante la pandemia, todo el mundo dijo que la situación iba a cambiar la educación para siempre, que cambiaría los exámenes para siempre. Pero aquí estamos, 18 meses después, y hemos vuelto a la escuela a hacer exactamente lo mismo.

P. Entonces, ¿cree que cuando pase definitivamente la pandemia volveremos a estar dónde estábamos antes?

R. Creo que sí. Había tanta gente optimista [con el cambio] y tantas organizaciones, como la OCDE o la UNESCO, organizando grandes eventos sobre la oportunidad que suponía la crisis para mejorar la educación… Alabo ese entusiasmo y el hecho de que la gente lo esté intentando, pero realmente no ha pasado nada. Absolutamente nada.

P. Ahora está llegando a España mucho dinero de la Unión Europea para digitalizar el sistema educativo [el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2022 computa algo más de 1.400 millones de euros]. ¿Qué le diría a los administradores que tienen que diseñar los programas para gastar todo ese dinero?

R. Lo primero es que creo que la digitalización es importante, pero no es una solución en sí misma. Es cierto que sí hay algunas cosas que tienen que garantizarse, como la infraestructura, que debe ser la adecuada, por ejemplo, si queremos que los niños puedan trabajar en casa y conectarse. La otra cuestión es la formación, el conocimiento específico. En el Reino Unido, durante la pandemia, el Gobierno dio ordenadores portátiles a los alumnos que no tenían, pero podrían haberlas tirado a la basura, eran inútiles, porque no les dieron a esos chicos ni a sus padres formación ni apoyo. Tampoco se aseguraron de que los portátiles tuvieran instalados los materiales adecuados, ni les ofrecieron soporte informático. Es todo un ecosistema el que tiene que estar preparado. Y la formación de los docentes vuelve aquí a ser la clave. Así que la clave para gastar el dinero es que la parte dedicada a la compra de tecnologías no debería suponer más de la mitad de todo el presupuesto. Porque la otra mitad debe ayudar a la gente a especializarse, a comunicarse entre sí. Y si colocas la tecnología en ese escenario, tal vez tengas una oportunidad de que funcione. Pero si simplemente la colocas en la escuela, vas a conseguir que algunos profesores realmente hábiles hagan algo asombroso, pero el 98% restante no lo hará. Esa es la tragedia. Y lo hemos visto antes.

P. ¿Tiene algún consejo para ese profesor que está recibiendo la tecnología pero nadie le ha explicado realmente qué hacer con ella?

R. En primer lugar, mi corazón está con él porque es una situación muy compleja. Y parte del problema es que, para empezar, no hay evidencias, buenas evidencias, de que muchas de las tecnologías realmente hagan lo que prometen. Pero, incluso para el pequeño número de casos en los que sí hay evidencia, ¿cómo se traduce eso para un profesor? Es necesario que traduzca el lenguaje tecnológico en educativo, es necesario que los maestros trabajen juntos para construir comunidades y que compartan la experiencia del uso de la tecnología. Así que, a ese profesor en particular le diría: aférrese a los que ya sabe y vaya desarrollándolo de forma gradual. Tenga confianza en lo que está haciendo y luego intente otras cosas. Hable con otros profesores. Busque en los foros en línea, pero no crea en el marketing, porque no es cierto.

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