Wayne McGregor: “Nuestros cuerpos son historias”


El coreógrafo británico Wayne McGregor (Stock­port, 51 años) ha sido nombrado por un periodo de cuatro años nuevo director del sector de danza de la Bienal de Venecia, cuya nueva edición empieza el próximo viernes, 23 de julio. Sus propuestas radicales, su osadía rupturista y su estética basada en los desarrollos tecnológicos más punteros han sido aupadas por la crítica y los públicos más diversos, y acogidas como un arte repleto de ideas novedosas y de un evidente futuro en las artes escénicas. Sus obras se encuentran en el repertorio de las más grandes compañías de ballet y teatros de ópera, y sus trabajos abarcan desde la música contemporánea hasta la dirección de óperas barrocas y el cine. Motivado por los grandes debates de hoy, desde la ecología hasta las cuestiones de género, los campos virtuales o la inmersión tecnológica, este creador da pasos decididos en su búsqueda de un estilo, franqueado por una divisa tan contestataria como estimulante: la técnica académica como herramienta de liberación.

Pregunta. Todos los coreógrafos sueñan con tener un éxito como su ballet Chroma, pero no todos lo consiguen. ¿Esta obra marcó su trayectoria?

Respuesta. Cuando empiezas a hacer un ballet, nunca estás pensando en si será o no un éxito. Creas lo que estás destinado a crear. Aun así, solo descubres la naturaleza de un ballet cuando lo compartes con la audiencia; la audiencia es la última parte del círculo creativo. Cuando una obra resuena, desafía, inspira a tu público, puedes sentirla, y Chroma siempre ha logrado eso, en todo el mundo, dondequiera que se represente.

P. ¿Cree en un ballet narrativo?

R. Estoy muy interesado en contar historias de otras maneras y en impulsar las convenciones narrativas en la danza. Este año estrenaré una nueva obra en Covent Garden, The Dante Project, que busca explorar la obra maestra poética que es la Divina comedia en una serie de “traducciones”. La próxima temporada crearé un trabajo de tres actos con la escritora Margaret Atwood basado en su trilogía ­MaddAddam. De todos modos, ¿cuándo es la danza no narrativa? Nuestros cuerpos son historias.

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P. Con las óperas tiene preferencia por el barroco y el rococó. ¿Se considera usted un neobarroco, un manierista?

R. No me defino de ninguna manera en particular. No hay reglas en la creación, no hay reglas en el ballet, en la ópera o el cine, y no quiero ponerme límites. Sigo siendo curioso, abierto. Cuando surgen oportunidades de las que creo que puedo aprender, artistas con los que puedo colaborar y crecer, las aprovecho.

P. El ballet actual proviene básicamente del teatro isabelino, de esquemas presentes en tiempos de Marlowe y Shakespeare: los vivos hablan con los muertos, los actores sueñan despiertos, la narrativa en flashback

R. Resuena en mí la idea de que el cuerpo es un archivo. Somos la suma de nuestra memoria genética, somática y emocional. Construimos un conjunto de datos que usamos para navegar por lo familiar y por lo desconocido. Esto es cierto también para la danza: estamos en comunión con los artistas del pasado. Hablamos con ellos y a partir de ellos. En mi caso, los estadounidenses posmodernos: Merce Cunningham, Trisha Brown, Lucinda Childs, Steve Paxton están conmigo en el estudio, igual que MacMillan, Ashton, Forsythe…

P. “Creo que la arquitectura y la coreografía tienen mucho en común, ambas se refieren a cómo los cuerpos se mueven a través de los espacios”, ha dicho. Esa simbiosis está presente desde los tiempos de la Bauhaus. ¿Le influye esa tradición?

R. El espíritu de la Bauhaus es fundamental para mi práctica creativa y me inspiro en ese grupo de artistas: Gropius, Mies, Schlemmer, Anni y Josef Albers… Su redefinición radical de lo que era posible, su instinto colaborativo, su sentido de generar y defender un movimiento en el arte y aplicarlo en una variedad de contextos y situaciones me hablan profundamente.

Tenemos que alejarnos de esta noción de que la tecnología equivale automáticamente al frío y pensar en cómo nos ha mantenido conectados durante esta pandemia

P. ¿Qué opina del uso de las nuevas tecnologías en la danza? ¿Hacia dónde se dirige la coreografía y qué papel tendrá el bailarín de carne y hueso? ¿La práctica del streaming crea una nueva “escena fría”?

R. Tenemos que alejarnos de esta noción de que la tecnología equivale automáticamente al frío y pensar en cómo la tecnología nos ha mantenido conectados durante esta pandemia, donde una generación madura ha aprendido a usar estas tecnologías de la comunicación para mantenerse en contacto, para estar con sus familias y amigos. Esto ha sido esencial para nuestro bienestar emocional y riqueza interior. Por supuesto, siempre debemos cuestionar el uso que le damos, pero la tecnología a menudo nos acerca a la comprensión de nuestro cuerpo y nos motiva a ser mejores. Sin las clases en streaming, performances, conversaciones y otros proyectos, el mundo de las artes habría sido diezmado de manera más dramática durante esta pandemia. Aun así, nada puede reemplazar la inmediatez, la conexión profunda que obtenemos cuando usamos nuestro tacto, nuestros cuerpos para estar juntos en un espacio a la vez, sintiendo juntos, compartiendo una respiración colectiva. Ese es el poder de la danza en directo, de bailar y vivir en vivo.

P. Se diría que, para usted, el vocabulario del ballet académico es solo una herramienta disponible entre otras. ¿Hay que buscar por fuerza un lenguaje propio, empezar a crear desde un punto cero?

R. Solo respondo a eso con los cuerpos y la imaginación de la gente frente a mí. Me encantan los bailarines y me encanta bailar. Disfruto encontrando problemas para que los cuerpos los resuelvan y me maravilla el increíble instrumento tecnológico que es el cuerpo humano. Nunca me propuse ser innovador ni tratar de ser revolucionario, solo hago cosas que me estimulan, que hablan de mí. Mis danzas vienen de dentro, todas son autobiográficas en algún sentido.

P. Fue nombrado al frente de la Bienal de Venecia en plena pandemia y tuvo que elaborar el programa y en condiciones adversas y complejas. ¿Ha podido hacer lo que quería?

R. Fue un honor ser invitado y acepté de inmediato. Tenemos que volver a poner en marcha la actuación en directo. Observamos con envidia lo que se ha conseguido en España en este sentido. He querido generar un festival de artistas que se reúnan y compartan su brillantez, en directo y en tiempo real. Que nos toquen con sus ideas, con su energía y su presencia. Ha habido desafíos, pero también grandes oportunidades. Estamos encantados con lo que hemos desarrollado para esta edición.

P. La bailarina y coreógrafa española Iratxe Ansa estará en esta edición. ¿Cómo encaja su participación?

R. Iratxe e Igor Bercovich están desarrollando un trabajo contemporáneo fascinante, y estamos encantados de que compartan su visión en el festival. También admiro su espíritu emprendedor: hacen que las cosas sucedan, en lugar de esperar a que otros diseñen una trayectoria para ellos. Son proactivos y tienen la necesidad de crear.

P. La coreógrafa senegalesa Germaine Acogny recibe el León de Oro por su trayectoria. El multiculturalismo está fuertemente representado dentro del festival. ¿Su elección forma parte de una tendencia actual o responde a imperativos artísticos?

R. Germaine es una figura icónica en la danza contemporánea en África, así como una artista consumada a una venerable edad de 77 años y una maestra deslumbrante. Quiero que la Bienal refleje la diversidad en varias direcciones: género, raza, edad, para compartir el trabajo de artistas que están trabajando en los márgenes, que son invisibles para un público más amplio y que tienen un fuerte sentido de quiénes son y qué quieren decir; de formas que no hemos experimentado. Indudablemente, vamos a dirigirnos hacia eso.

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