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¿Y ahora qué sigue? Nada sale bien para sobrevivientes del sismo en Afganistán


GAYAN, Afganistán – Las circunstancias no acompañaron a las víctimas del peor terremoto en Afganistán en décadas. El remoto aislamiento de las regiones afectadas, la pobreza y un epicentro a escasa profundidad, fueron la mezcla que causó la muerte de más de un millar de personas e hirió a unas 1,500.

Los fuertes movimiento del sismo de 5.9 que sacudió la noche del martes las provincias afganas de Khost y Paktika despertó a los miles de habitantes de estas regiones orientales, que apenas dispusieron de tiempo para abandonar sus hogares mientras los endebles muros de adobe se derrumbaban sobre ellos.

“El terremoto ocurrió a medianoche cuando todas las personas que dormían de repente quedaron atrapadas bajo el derrumbe de sus pisos y casas”, relató desde el lugar de la catástrofe Fazel Rahman, líder comunitario del distrito de Gayan, en Paktika, uno de los más afectados por el sismo.

“En las etapas iniciales la mayoría buscaba rescatar a sus seres queridos y familiares y luego se hacían cargo de los rescates de otras personas si podían”, siguió rememorando.

No fue hasta el siguiente día que comenzó a llegar la ayuda internacional, que a través de las principales agencias humanitarias de la ONU, la Cruz Roja Internacional, y los organismos del gobierno de los talibanes tratan de dar asistencia a las miles de personas que están recluidas en hospitales o en refugios temporales.

ENTRE MONTAÑAS

Sin embargo, nadie socorrió a los habitantes de Gayan durante los primeros instantes del terremoto, que con un epicentro a 10 kilómetros (seis millas) de profundidad, destruyó 1,500 casas en su distrito y casi 300 viviendas en el distrito de Bermal, ambos en Paktika, y arrasó otras 800 en Khost, según calculó este viernes el Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA).

La ayuda tardó en llegar a esta región enclavada entre montañas y separada de la capital provincial por un trayecto en coche de tres horas de duración, que atraviesa carreteras en malas condiciones y terrenos arrasados por recientes inundaciones, y carece en muchas zonas de cobertura o conexión a Internet.

“Sólo los habitantes locales se ayudaron entre sí para rescatar a las personas atrapadas, y no hemos visto ningún equipo de rescate del gobierno ni de ninguna otra organización durante todo el proceso de rescate”, criticó Rahman.

Lamentando que muchos padres tuvieran que ver a sus hijos morir atrapados frente a sus ojos, este jefe comunitario no duda en que el número de fallecidos habría sido mucho menor si la ayuda hubiese llegado antes.

Trece miembros de una misma familia se encuentran entre los más de mil muertos del sismo de 5.9 grados que sacudió la noche del martes el este de Afganistán, entre ellos la madre, hermanas, y cuatro hijos de Sawar Khan, uno de los sobrevivientes de la peor catástrofe de este país en décadas.

Es el caso de Saber Jan, a quien le cuesta describir lo que vivió esa noche, cuando perdió a los 12 miembros de su familia y sólo la ayuda de sus vecinos salvó su vida.

“Cuando me di cuenta que estaba entre la tierra y las maderas, no podía moverme, (…) escuché las voces de mis hijos y sobrinos pero no pude hacer nada, la voz se fue silenciando lentamente y creo que el polvo se les metió en la boca y murieron”, recuerda ahora visiblemente emocionado.

Y es que el distrito de Gayan apenas cuenta con una sencilla clínica que es capaz de brindar los servicios de salud más básicos a un reducido número de personas a diario.

El hospital más cercano se encuentra a dos horas de allí, tras un sinuoso trayecto por las carreteras que atraviesan la montaña para llegar al distrito de Urgun, donde el centro de salud apenas cuenta con 30 camas.

“Hubo mucha prisa, y no tenemos la capacidad suficiente para manejar una cantidad tan grande de heridos. Todas las habitaciones, los pisos y los pasillos estaban llenos de heridos”, cuenta el doctor Faridullah, que vivió en el hospital el caos que provocó la catástrofe y explicó que tuvieron que trasladar a los heridos a otras localidades.

El gobierno talibán de Afganistán decidió no reabrir las escuelas de secundaria para niñas, renunciando a una promesa previa con una medida que parece calmar a su base conservadora a expensas de alejar más aún a la comunidad internacional.

AYUDA INTERNACIONAL

El ministro del Interior del Gobierno de los talibanes, Sarjulding Haqqani, visitó tras la tragedia el distrito de Gayan, donde solicitó el apoyo de la comunidad internacional.

“Hago un llamado a la comunidad internacional y las organizaciones humanitarias para que brinden su ayuda a las familias de las víctimas en este momento difícil”, continuó Haqqani ante una muchedumbre, insistiendo en que su gobierno ya trabaja en reconstruir las casas afectadas.

Una solicitud que reiteró el gobernador de Gayan, Malavi Rahmatuallah Darwish, insistiendo en que contribuir a la recuperación de la región “no solo es responsabilidad del gobierno del país”, sino que “la comunidad internacional también debe desempeñar su papel”, destacó.

Afganistán era ya un país extremadamente frágil, devastado por décadas de conflicto armado, intensos y recurrentes periodos de sequías, un número importante de desplazados internos, y la debacle económica en la que se sumergió el país tras la llegada al poder de los talibanes y las siguientes sanciones internacionales.


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