El Sevilla de Julen
Lopetegui sufrió en Ipurua una extraña transformación que ha sorprendido a técnicos, directivos, aficionados y a los propios futbolistas.
Después de ponerse con 0-2 ganando ante un equipo difícil como el Eibar, un bloque que no había concedido apenas ocasiones de gol en los tres partidos anteriores como visitante saldados con triunfos (ante Espanyol, Granada y Alavés), en sólo quince minutos (del 66 al 81) saltó por los aires mostrando muchas dudas en el sistema defensivo.
Un fallo de Koundé en el penalti, una descoordinación entre Diego Carlos y Vaclik en su salida y una barrera mal puesta en una falta tiraron por tierra todo lo que el Sevilla había construido en una excelente primera mitad ante el equipo de Mendilibar. “El fútbol nos ha castigado con tres goles extraños y evitables. Cuando a un equipo le remontan un 0-2 en 45 minutos el único responsable es el entrenador”, dijo Lopetegui tras el partido.
El técnico tendrá que revisar el sistema defensivo de su equipo, que antes, con las figuras de Diego Carlos y Fernando agigantadas, parecía una roca. En sólo dos partidos, ante el Real Madrid y el Eibar, las dudas han aparecido y los rivales empiezan a encontrarlo vulnerable.
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