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Y se quedarán los pájaros cantando


Sobre el cielo del Centro de Rehabilitación Ornitológico de Ginebra (Suiza), muy cerca del aeropuerto de la ciudad, los que vuelan son los aviones. Mientras, bajo techo, centenares de pájaros heridos permanecen enjaulados a la espera de una cura e “incapaces de adaptarse a un mundo que ya no está hecho para ellos”, como dice uno de sus protectores. Para poder alimentarlos y mantenerlos con vida, los trabajadores de este particular hospital veterinario matan roedores y encuentran en el cuidado de otros la forma de cuidar de sí mismos.
Este lugar lleno de paradojas y contradicciones es escenario de Bird Island (Isla de pájaros), documental presentado en el Festival de Cine de Róterdam y que la Muestra de Cine de Lanzarote ha proyectado en España. La cinta, premiada por la ONG Greenpeace por su discurso ambiental, se construye a través de la relación de Antonin, un joven con una enfermedad crónica que se inicia como aprendiz, y Paul, un hombre encargado de transmitir los secretos de su oficio justo antes de retirarse.
Los directores de la película, Maya Kosa y Sérgio Da Costa, iniciaron este proyecto al mudarse a una casa en Ginebra (Suiza) cuyo jardín atraía a muchos pájaros. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que no sabían prácticamente nada de sus nuevos vecinos. Al encontrar a uno de ellos herido, dieron con el centro que inspiró esta película. Lo que descubrieron fue un lugar cuya única conexión con el mundo actual es el sonido de los aviones sobrevolando la zona. “Allí conocimos a un hombre, Patrick Jacot, que llevaba más de 40 años manteniendo ese sitio en pie, prácticamente en solitario y de forma voluntaria. El centro se financia con fondos privados mientras que la Administración se ha limitado a ceder un terreno abandonado, que no se puede usar para otras actividades por la proximidad del aeropuerto”, recuerdan los cineastas por correo electrónico.
A cambio de poder usar un espacio público, el señor Jacot debe encontrar empleados a través de los servicios sociales. “Suelen ser personas sin perspectivas reales de encontrar un trabajo, que allí logran una ocupación que les mantiene integrados en la sociedad”, cuenta Maya Kosa. “Para nosotros, este lugar apareció como una isla de resistencia frente a un sistema global que está causando la destrucción de nuestro planeta. Es un santuario dedicado tanto a las aves heridas como a las almas en pena. Allí, el sufrimiento de estos hombres se iguala al de los animales, por lo que nacen lazos de interdependencia y solidaridad muy conmovedores”.

Las vivencias reales de Antonin alimentan la trama del documental

Jugar con la ficción
Para narrar desde cero las vivencias de las personas que conocieron en el centro, Kosa y Da Costa juegan ligeramente con la ficción. Tras meses rodando el día a día del centro decidieron incluir en él un elemento externo, que experimentara ese proceso de curación. Invitaron al joven Antonin Ivanidze, un estudiante de la misma escuela de cine a la que ellos acudieron hace años a que aprendiera ante su cámara el funcionamiento de ese micromundo olvidado para el resto de la sociedad.
Otra de las muchas paradojas del Centro de Rehabilitación Ornitológico de Ginebra que registra el documental es la combinación de imágenes de gran belleza protagonizadas por los pájaros con la fealdad pragmática de los distintos procesos a los que se enfrentan sus trabajadores en su día a día, desde operaciones al uso de ratones como alimento para aves rapaces. Porque, a pesar del marcado discurso ecológico de Bird Island, sus responsables no han querido obviar la contradicción que supone que en el centro maten a unos animales para salvar a otros. Es para ellos “una forma de plantear preguntas sobre cómo es nuestra relación con otros seres vivos”.
Como no suelen viajar a los festivales que proyectan sus películas para no generar huella de carbono, Kosa y De Costa contestan a esta entrevista por correo electrónico. Su gesto les conecta con el activismo de Greta Thunberg, celebrado y al mismo tiempo ampliamente criticado. “Ella encarna nuestra conciencia. Nos confronta con nuestras contradicciones y nuestros errores. Al desafiar la forma en la que hemos vivido hasta ahora, algunas personas responden violentamente porque no están preparadas para el cambio. Lo pagan con una persona que viene a desestabilizar las falsas afirmaciones sobre las que se sustenta nuestro modo de vida”, argumenta Sérgio Da Costa. La crítica también fija su mirada en la industria de cine. “Cuando pienso que cada director viaja por todos los rincones del planeta para presentar su película durante 15 minutos delante del público… ¡es una locura! Hay una necesidad urgente de repensar en profundidad la forma en que producimos y distribuimos películas”, defiende la directora.

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