¿Y si Trump volviera a hacerlo?

“¿Es Donald Trump apto para servir como presidente y comandante en jefe? Lo diré en una palabra: no”. El psiquiatra y psicoanalista de la Universidad de Harvard Justin Frank es una de las voces acreditadas que profundizan en la mente del presidente en el documental ¿Está loco Donald Trump?, dirigido por Dan Partland, que emite Movistar+.

El debate ha acompañado al político republicano durante su mandato, tras analizar la arbitrariedad de sus declaraciones y actuaciones, como cuando se burló de la discapacidad física del periodista de The New York Times Serge Kovaleski o reconoció en una entrevista, cuando aún era candidato, que hablaba consigo mismo: “Tengo un muy buen cerebro y he dicho muchas cosas”, declaraba.

La incontinencia a la hora de tuitear y su insistencia en introducir mentiras en sus discursos han alimentado el debate sobre la estabilidad de Trump. El Washington Post publicó que, en 77 días, desde el 20 de enero de 2016, cuando tomó posesión del cargo, hasta el 6 de abril, el presidente había realizado 367 afirmaciones falsas o engañosas; únicamente tres días no mintió. A mediados de abril de 2019, según el mismo diario, ya acumulaba 10.000 falsedades.

Los continuos virajes en su comportamiento durante su gestión han provocado también dudas a diferentes especialistas en psicología y psiquiatría, entre ellos los miembros de Duty to Warn, una organización de profesionales de la salud mental que “defiende el cese de Trump por no ser psicológicamente apto”, liderada por el doctor John Gartner. Al margen de llevar la agenda internacional del país a momentos comprometidos. Un ejemplo ha sido la relación con el líder norcoreano, Kim Jong-un, a quien se dirigió en un tuit de este modo: “¿Por qué me insulta llamándome viejo, cuando yo nunca le llamaría gordo y bajito?”. Meses después estaban comiendo juntos un cóctel de gambas y un helado de vainilla.

“Todo el mundo me hace responsable de sus males”. Como si fuera un augurio de lo que vendría después, Donald Trump pronunció esta frase en 1985 en El Príncipe de Bel-Air. Ya entonces el presidente de EE UU era un personaje conocido en la televisión de su país. Sus apariciones catódicas no han dejado de sucederse en las últimas cuatro décadas. Desde Los Simpson a Sexo en Nueva York, Barrio Sésamo o Solo en casa 2. El personaje ya estaba construido antes que el político. Tanto, que llegó a tener su propio concurso de telerrealidad en la NBC, The Apprentice (El Aprendiz), que se alargó durante 12 temporadas y en el que un grupo de empresarios competía por dirigir una de las empresas de Trump.

Lo último ha sido la serie satírica Animado presidente (Movistar+), en formato de animación, que va por su tercera temporada, con el cómico Stephen Colbert y exguionista de Saturday Night Live como productor ejecutivo.

Los datos de las audiencias siempre han sido una preocupación en la carrera política de Trump. Cuando pronunció su primer discurso sobre el estado de la Unión, en 2018, el presidente aseguró haber reunido a 45,6 millones de personas frente al televisor, el más visto de la historia. Pero no era cierto, George W. Bush había alcanzado los 62,1 millones en 2003.

El secretario de Asuntos de los Veteranos David Shulkin se enteró a la vez que los 87 millones de seguidores del presidente de que era reemplazado de su puesto. Lo mismo ocurrió con Reince Priebus, el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, solo que el tuit fue publicado desde el Air Force One. El despido más polémico vía Twitter fue el de John Bolton, su consejero de Seguridad Nacional. Y recientemente, Trump también retuiteó un mensaje en el que se pedía que Anthony Fauci, el médico encargado de gestionar la pandemia en EE UU, fuera apartado de su cargo.

¿Se puede gobernar un país de 300 millones de personas con Twitter? El documental de Movistar+ Trump en tuits muestra algunos ejemplos de cómo el presidente ha convertido esta red social en un arma de propaganda y gestión institucional, pero también en un espacio donde verter sus opiniones sobre programas de televisión e incluso sobre las relaciones de algunos personajes de Hollywood.

Sentencias en pocos caracteres que han dado muchos titulares durante su presidencia:

— “Me cae bien Russell Brand, pero Katy Perry cometió un gran error al casarse con él”.

— “Sacha Baron Cohen es un imbécil”.

— “Cher debería dejar de operarse tan mal y de decir cosas tan malas sobre buenos candidatos a las elecciones”.

— “Tranquilizaos, Ben Affleck hará un gran trabajo como Batman”.

A solo tres semanas de las elecciones, Trump colgó un tuit con una imagen que decía “Biden for (P)Resident”, en la que la P aparecía tachada, aludiendo al lugar que su adversario político debía ocupar: residente de un asilo. Las mofas sobre la edad del candidato demócrata son constantes, pese a que ambos políticos tienen solo una diferencia de tres años —Trump ha cumplido 74; y Biden, 77—. “Soy un hombre joven y dinámico, miro a Joe y no sé yo”, llegó a afirmar el actual residente de la Casa Blanca.

Biden, por su parte, le ha llamado a su adversario “payaso”, “mentiroso” o “el peor presidente que Estados Unidos ha tenido jamás”. El candidato demócrata, exvicepresidente de Obama, también ha sido acusado de “incomodar” a otras mujeres de su partido, como la demócrata Lucy Flores, a quien besó en la nuca en un acto de campaña. Además, en 2019, tuvo que pedir perdón a Anita Hill, la abogada negra que denunció por acoso sexual en 1991 al juez Clarence Thomas, y cuya acusación se desestimó por el Comité de Justicia del Senado de los Estados Unidos que entonces dirigía Joe Biden. Este caso, que empañó su carrera política, es uno de los que se analizan en el documental Trump vs Biden de Movistar+, donde se puede comparar cómo han respondido ambos a diferentes momentos de crisis a lo largo de su trayectoria personal y profesional.

Cuando en junio de este año se produjeron graves disturbios en Washington tras la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía, Trump y su familia se resguardaron en el búnker de la Casa Blanca hasta que todo se calmara. El fuego social estaba fuera del despacho Oval, aunque el propio presidente había alentado la llama días antes al llamar “matones” a los autores de las protestas.

Trump ha sido calificado como “un presidente antisistema” por negar los efectos del cambio climático o la utilidad de las vacunas, por negarse a usar la mascarilla en sus actos electorales o acusar a China de “infectar el mundo” con coronavirus.

Pero el mayor cuestionamiento que ha tenido en EE UU ha sido en su relación con el FBI, tras descubrir The New York Times que el presidente llegó a ser investigado por su relación con Rusia y que podía constituir una amenaza a la seguridad nacional. Trump inició entonces una cascada de despidos en la agencia, empezando por su director James Comey y el subdirector Andrew McCabe, al que retiró del cargo dos días antes de su retiro oficial, dejándolo sin pensión. La paradoja es que Comey, que cerró, abrió y volvió a cerrar a pocos días de las elecciones de 2016 una investigación sobre Hillary Clinton, la rival de Trump en las elecciones, contribuyó con esa decisión a la victoria del empresario.

“Cuando despedí a James Comey fue un gran día”, tuiteó el presidente. El tema no está zanjado y, días antes de las elecciones, Movistar+ ha estrenado dos contenidos que analizan esas relaciones complejas entre Trump y la agencia de investigación criminal: Por encima de la ley: Trump y el FBI, donde funcionarios exponen la historia interna de esas pesquisas; y La ley de Comey (The Comey Rule), una miniserie basada en el testimonio real del exdirector del FBI en los primeros meses de la legislatura de Trump.

Desde su publicación Breitbart News, el ejecutivo Steve Bannon había marcado una fuerte línea editorial de derechas. Reclamo suficiente para que este exbanquero fuera nombrado jefe de campaña del entonces candidato Trump en las elecciones de 2016. Él fue el responsable de la deriva del discurso hacia el populismo y del trato nada ortodoxo del contrincante que manejó el aspirante republicano en los últimos meses de carrera hacia la Casa Blanca.

Trump llegó al poder y Bannon se convirtió en el hombre en la sombra que dirigía sus discursos y estrategias más radicales. “Ser oscuro es bueno; Dick Cheney, Darth Vader, Satán, eso es poder”, afirmaba en una entrevista el asesor.

Pero en agosto de 2017 el idilio entre ambos terminó con el despido de Bannon tras llamar “antipatriota” y “traidor” al presidente por sus supuestos vínculos con Rusia.

El tándem Trump-Bannon es uno de los episodios más polémicos del actual mandato, como se puede ver en el documental de Movistar+ Steve Bannon. El ideólogo de Trump, que dirige Errol Morris. Unas conversaciones en las que el estratega de la ultraderecha comenta la disruptiva y arbitraria política de Trump.

Hoy, Bannon es un conocido asesor de grupos políticos ultra en Europa y fue detenido recientemente acusado de fraude a los donantes de la campaña de captación de fondos para construir el muro con México, una de las promesas electorales de Trump.

La crisis del coronavirus ha sido la última de las batallas sociales en llegar a EE UU. La lucha entre los antimascarillas partidarios de Trump y los que siguen las recomendaciones sanitarias ha saltado a la campaña electoral. El actual presidente se llegó a mofar de que Biden usara tapabocas: “Va siempre con la mascarilla puesta. Todo ese dinero en cirugía plástica para cubrirla con una mascarilla”.

Pero antes de la pandemia, estuvo el #MeToo y el pasado verano, el movimiento Black Lives Matter (traducido por Las vidas de los negros son importantes) tras el asesinato de George Floyd. A esto se suman la división política y social entre las zonas rurales y urbanas en el país —según The Washington Post se deben más a razones culturales que económicas—, e incluso, una figura nueva que el propio Trump ha introducido en la campaña: los proud boys o supremacistas blancos.

Con todo esto, y 30 millones de estadounidenses recibiendo actualmente subsidio de desempleo, el título del especial de Movistar+, Estados Desunidos, que encabeza el periodista Jon Sistiaga resume mucho de la realidad contemporánea de la Unión. Con esta serie de programas, Sistiaga emprende un viaje por una América polarizada, desde San Francisco a Washington, recopilando testimonios de ciudadanos y expertos que hablan sobre la convivencia y los problemas a los que se enfrenta actualmente el país.

“Ella no tiene la apariencia. No tiene la resistencia física”. La frase que Donald Trump pronunció sobre Hillary Clinton (ver el documental Hillary, de Movistar+) en uno de los debates de candidatos a la presidencia de los EE UU en 2016 ya anunciaba cómo iba a ser su gobernanza respecto a las políticas de género. En su primer año de mandato eliminó o anuló la gran mayoría de las medidas de lucha contra la desigualdad aprobadas por Obama.

Según el Real Instituto Elcano, el actual presidente suprimió leyes para combatir la discriminación laboral, la brecha salarial, el acoso y abuso sexual en el trabajo y en la escuela… Pero una de sus actuaciones más sonadas fue la Ley de la Mordaza Global (Global Gag Rule), que prohíbe destinar fondos federales a organizaciones que asesoran a otros países sobre la interrupción voluntaria del embarazo. A esto se suman las más de 25 denuncias por acoso sexual que ha recibido en las últimas décadas, la última de la exmodelo Amy Dorris, el septiembre pasado.

Trump ha intentado nivelar rodeándose de algunas mujeres en su Gobierno, principalmente en posiciones de portavoz, como su jefa de prensa, Kayleigh McEnany, o Hope Hicks, directora de Comunicaciones Estratégicas de la Casa Blanca, que solo duró en el cargo nueve meses. Recientemente también propuso, y finalmente fue elegida, a la jueza conservadora Amy Coney Barrett para ocupar el puesto en la Corte Suprema de la fallecida Ruth Bader Ginsburg, adalid del progresismo y figura muy popular retratada en el documental RBG que emite Movistar+, y en cuyo funeral el presidente recibió abucheos. Llamar “alborotadoras” a las mujeres que lideraban el movimiento #MeToo tiene sus consecuencias.

En 2015, un Donald Trump afable y vestido con una brillante corbata roja ejerció de anfitrión por un día en el programa Saturday Night Live. Entonces, el magnate era precandidato presidencial y durante su monólogo se profesaba halagos —”Soy un tipo simpático”— mientras se dejaba acompañar de dos imitadores suyos sobre el escenario. Pero al presidente de EE UU, desde su llegada al poder, las bromas del legendario programa de números en directo (con 45 años en antena) no le provocan ni una mueca. “Se ha vuelto mezquino y no tiene gracia”, tuiteó sobre la imitación que sobre él hacía el actor Alec Baldwin.

Esta temporada, Saturday Night Live (Movistar+) se ha convertido, una vez más, en una parte esencial de la campaña electoral. El espacio de humor, con 73 premios Emmy, ha subido al escenario a un Alec Baldwin consagrado ya como el mejor imitador de Trump, y un Jim Carrey que borda la simulación histriónica de Joe Biden. En las escenas cómicas también están Maya Rudolph como la senadora Kamala Harris y Kate McKinnon como Hillary Clinton. Humor americano desde la botica del humor americano, con un presidente de los EE UU que pasó de reírse de sí mismo a amenazar: “Debería ir a los juzgados. ¿Es esto legal? Solo difaman”. Trump dixit.