Zahi Hawass halla en Saqqara cientos de ataúdes y otros vestigios del Imperio Nuevo

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Uno de los ataúdes descubiertos por Zahi Hawass y su equipo en Saqqara.
Uno de los ataúdes descubiertos por Zahi Hawass y su equipo en Saqqara.Nariman El-Mofty / AP

Es, tras 5.000 años de su primer esplendor, y con perdón de los estudios del gran Jean-Philippe Lauer, el gran momento de Saqqara. Los descubrimientos que se están haciendo últimamente en el inmenso yacimiento que fue la necrópolis principal de Menfis, obligan a revisar lo que se sabía de este conjunto monumental a 30 kilómetros al sur de El Cairo. Con Saqqara, Patrimonio de la Humanidad, está sucediendo lo que ocurrió con la necrópolis de Giza en los pasados años noventa: una explosión de hallazgos e investigaciones que cambian nuestra concepción del sitio y de la historia de Egipto.

Ahora, tras los extraordinarios descubrimientos de un recinto de momificación conectado con tumbas que señala un tratamiento casi industrial de la muerte y un conjunto de ataúdes y sarcófagos realmente asombroso por su cantidad y calidad, Zahi Hawass, que no podía perderse la fiesta egiptológica, ha anunciado su propia batería de hallazgos. Hawass, el insumergible exresponsable de las antigüedades faraónicas de su país y que fuera todopoderoso gestor de la arqueología en tiempos de Mubarak, ha dejado de momento sus excavaciones en el Valle de los Reyes y sus aledaños para trabajar en Saqqara, el lugar donde se concentran hoy en día los focos del interés mundial. Saqqara (del árabe sakhr, piedra), esconde aún una de las tumbas más buscadas de Egipto, la de Imhotep, arquitecto y visir de Djoser.

El egiptólogo, que dirige una misión egipcia en cooperación con el Ministerio de Antigüedades y por medio de la Biblioteca Alejandrina, señala como lo más interesante de sus hallazgos los que han realizado en el templo funerario de la reina Nearit, la mujer del faraón Teti (primero de la sexta dinastía del Imperio Antiguo), una estructura parcialmente descubierta hace años); el descubrimiento de numerosos pozos funerarios, ataúdes (se habla de cientos) y momias que datan, y esto es importante, del Imperio Nuevo (hace 3.000 años); el de un papiro de cuatro metros de longitud por un metro de ancho con el texto del capítulo 17 del Libro de los Muertos y el de numerosas estatuas, estelas, juguetes, maquetas de barcos funerarios y máscaras de momia, también del Imperio Nuevo, una época de la que Saqqara, espectacularmente rica en vestigios del Imperio Antiguo y luego de época tardía, presenta muchos enigmas.

Según Hawass, “estos descubrimientos reescribirán la historia de la región, especialmente durante las dinastías XVIII y XIX del Imperio Nuevo, durante las cuales el faraón Teti fue adorado y numerosos personajes enterrados alrededor de su pirámide”. En cuanto al templo funerario de Nearit, se ha descubierto su diseño, y tres almacenes de adobe construidos para albergar las provisiones del templo, ofrendas y herramientas empleadas en la tumba de la reina.

Entre lo más importante también, la excavación de 52 pozos funerarios de hasta 12 metros de profundidad y en su interior cientos de ataúdes de madera del Imperio Nuevo. La misión recalca que es la primera vez que se hallan ataúdes de hace tres mil años en la zona de Saqqara. Los ataúdes son antropomorfos y decorados con escenas de divinidades y textos funerarios. Se ha descubierto asimismo una lujosa capilla, también del Imperio Nuevo, que alcanza una profundidad de 24 metros bajo el nivel del suelo; aún no se ha localizado la cámara sepulcral con la que estaría conectada. Hawass confía en encontrar estructuras no saqueadas por los ladrones de tumbas.

Los hallazgos confirman la existencia en la necrópolis de numerosos talleres para producir ataúdes y otros bienes funerarios, así como para realizar las tareas de momificación. Entre los objetos hallados en los pozos, destacan estatuas de deidades como Osiris y Ptah-Soker-Osiris. En cuanto al excepcional papiro, consta su propietario: Pw-Kha-Ef. El mismo nombre ha sido hallado en cuatro ushebtis, estatuillas funerarias, y en un ataúd de madera antropomorfo. La misión ha descubierto también numerosas máscaras funerarias de madera y una capilla dedicada a Anubis, así como estatuas del mismo dios guardián de las necrópolis, y una serie de juegos de Senet (similar a nuestro ajedrez) para entretener a los difuntos en la otra vida. Un hallazgo destacado es una magnífica hacha de bronce que indica que su propietario era un líder del ejército en el Imperio Nuevo.

Los descubrimientos son muy numerosos. Entre ellos, también, la estela de un difunto y su esposa identificados como Kha-Ptah y Mwt-em-wia. En los grabados en relieve aparecen junto a seis hijos e hijas, una de las cuales lleva el nombre de Nefertari, que es el mismo de la famosa esposa real principal de Ramsés II, mientras que uno de los varones luce el de Kha-em-waset, el del célebre hijo de Ramsés II considerado el primer egiptólogo por su interés en restaurar los antiguos monumentos del país. Es una prueba de que ambos nombres debían ser populares.

En cuanto a los hallazgos antropológicos, se ha podido determinar en la momia de una mujer que la difunta padecía una enfermedad crónica febril típica de estar en contacto directo con animales y que le produjo un absceso en el hígado.


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