Zúrich merece una pausa

1. Expedición artística junto al lago

La expansión del Kunsthaus, a cargo de David Chipperfield, es la última novedad que se suma a una escena plagada de interesantes centros expositivos

Por Javier Montes

Zúrich ha sido de siempre el motor económico y financiero de Suiza (que ya es decir). Hasta ahora el mundillo del arte internacional se fijaba más en Basilea, al calor de sus museos y fundaciones y de su feria anual de arte contemporáneo, la más importante del mundo. Pero hoy la ciudad saca músculo cultural con la flamante ampliación de su principal museo, la Kunsthaus, a cargo de David Chipperfield: se retrasó por la pandemia, pero este mismo fin de semana ya está de puertas abiertas para vecinos y visitantes. Si a ello sumamos el espacio en pleno centro de Zúrich que acaba de estrenar Hauser & Wirth (quizá la galería de arte más poderosa del planeta, con sede central en la ciudad), los muchísimos locales alternativos y centros de arte públicos, fundaciones y colecciones privadas, y el plantel de galerías de primera fila en su casco histórico, es fácil ver que la ciudad reclama su puesto como un punto de referencia en el circuito artístico internacional.

Instalación 'Simone Leigh' en la sede de la galería Hauser & Wirth en Limmatstrasse.
Instalación ‘Simone Leigh’ en la sede de la galería Hauser & Wirth en Limmatstrasse.

Le viene de casta, por otra parte: a un tiro de piedra andando de la Kunsthaus, en el número 1 de Spiegelgasse, está el legendario Cabaret Voltaire. Aquí nació en plena Gran Guerra el dadaísmo de la mano de artistas como Hugo Ball o Sophie Taeuber-Arp. La sede original ha pasado por muchas vicisitudes, cierres, ocupaciones y desalojos desde entonces. En 2016 reabrió convertido en centro cultural con sala de exposiciones, pequeño teatro y café. Conserva pese a todo algo del espíritu original, y cuando termine de restaurarse y reabra sus puertas en enero del año que viene será sin duda el punto de partida ideal para cualquier paseo artístico por la ciudad.

Conviene emprender con fuerzas la visita a la nueva Kunsthaus. La ampliación de Chipperfield, un volumen neutro que hace frente al edificio original y cierra la Heimplatz, duplica el espacio expositivo de una de las pinacotecas más importantes del mundo. El antiguo edificio de 1910, sólido y rotundo y con aires de la Secesión vienesa, tiene su eco en el nuevo, donde no han escatimado en mármol gris y dinteles de bronce para revestir el vasto vestíbulo de la entrada, un bar elegantón decorado con un mural de Max Ernst, salas regias en enfilada luminosa y un jardín de esculturas en su parte trasera. Ambos espacios se comunican por un pasadizo subterráneo acondicionado para albergar una instalación del artista Olafur Eliasson y se reparten las espléndidas colecciones de pintura suiza (de Fuseli a Hodler) y uno de los mayores conjuntos de esculturas de Giacometti (otro suizo ilustre) y de pinturas de Munch fuera de Noruega. La serie de arte internacional del siglo XX es apabullante (de Rothko a Beuys) y ahora se suman los fondos de la mítica colección E. G. Bührle de pintura francesa, que hacen de la sección dedicada a los impresionistas una de las más importantes después del Orsay de París.

Instalación 'Waterfalls & Clouds' en la galería Eva Presenhuber, en Zúrich.
Instalación ‘Waterfalls & Clouds’ en la galería Eva Presenhuber, en Zúrich.

La nueva Kunsthaus ha atraído a nuevas y atrevidas galerías como Fabian Lang, con una selección de artistas jóvenes que incluye a la española Elena Alonso. Y el poderío suizo se despliega en la vecina Rämistrasse, con galerías de primera fila como Mai 36, Eva Presenhuber o Fabian & Claude Walter, en uno de los más nobles edificios barrocos de la ciudad, con su propio acceso a un hermoso parque privado. En la otra orilla del río Limago aunque no muy lejos, porque el centro de Zúrich es pequeño y se presta al paseo, queda Gmurzynska, con diseño interior de la fallecida arquitecta Zaha Hadid.

Cerca de Rämistrasse está también la estación del funicular que sube hasta los jardines del legendario hotel The Dolder Grand, arquetipo de los lujosos palaces suizos que llevan 100 años mimando a millonarios. Merece la pena (y es gratis) subir a respirar su atmósfera de gran solera, visitar el antiguo edificio ecléctico erizado de torretas y gabletes y la ampliación a cargo del estudio de arquitectura Foster + Partners. En los salones, bibliotecas, bares y lobbies de ambos edificios se reparten las obras de importantes artistas contemporáneos, como Juan Muñoz, Andy Warhol o Niki de Saint Phalle.

El nuevo espacio Smaragd del Museo Rietberg, en el Rieter Park de la ciudad suiza.
El nuevo espacio Smaragd del Museo Rietberg, en el Rieter Park de la ciudad suiza.

Y de parque a parque. Otro buen plan es bajar hasta el lago y recorrer los jardines de la orilla opuesta hasta el Rieter Park, con sus praderas impolutas y más buenas vistas al lago y las montañas. En los años cuarenta, los zuriqueses votaron en referéndum albergar en la villa privada que lo corona el Museo Rietberg, dedicado al arte asiático, americano, oceánico y africano. Es uno de los más prestigiosos en su género, y en su nueva ala subterránea, el Smaragd, pueden verse exposiciones soberbias; la dedicada hasta el 5 de diciembre a la gran pintura clásica japonesa merece directamente el viaje.

El barrio de las vanguardias

Siguiendo el lago, el Shedhalle ocupa desde los años ochenta la antigua Rote Fabrik. Es un centro cultural con aire berlinés y centrado en el análisis de cuestiones sociales y políticas, con una agenda siempre interesante de actividades, festivales y exposiciones. No es el único edificio industrial reconvertido: en el borde del centro histórico, Haus Konstruktiv muestra en una central eléctrica de los años treinta exposiciones centradas en el constructivismo, el arte de la Bauhaus y las vanguardias suizas. Y otra antigua fábrica cervecera, Löwenbräu, es ahora un complejo de galerías, como la otra sede de Hauser & Wirth en la ciudad, y espacios públicos como la Kunsthalle, con exhibiciones temporales de arte actual.

La escena alternativa no se queda atrás: la ciudad está llena de lugares autogestionados, residencias y estudios comunitarios, de los veteranos Last Tango y Toxi al reciente Sgomento Zurigo y la siempre interesante Karma International, que empezó como espacio curatorial no comercial y hoy es una de las galerías con uno de los programas y selección de artistas más interesantes de Europa. El paisaje es dinámico y cambia rápido, pero es menos visible y rutilante que las salas y escaparates de las grandes galerías, así que para orientarse es recomendable consultar la siempre actualizada Zurich Art Space Guide, que ayuda a completar cualquier expedición artística por la Zúrich más contemporánea.

Javier Montes es autor de ‘Luz del Fuego’ (Anagrama).

2. El hedonismo creativo espera en el oeste

Mucho más dinámicos que el resto de la localidad suiza, los ‘kreis’ 4 y 5 son dos distritos que han cambiado el ruido de las máquinas por las más modernas tendencias en estilo de vida

Por Héctor Llanos Martínez

Paseando al caer la noche por la canalla Langstrasse, llena de luces de neón que incitan a lo prohibido, sorprende lo versátil que puede ser una ciudad de poco más de 400.000 habitantes. Solo 2,3 kilómetros separan el Teatro de la Ópera, en la amplia, limpia y acogedora Sechseläutenplatz, del bar Olé Olé, un clásico que lleva más de medio siglo asistiendo a los cambios urbanos del binomio formado por los kreis 4 y 5 de Zúrich. Estos dos distritos de su lado oeste, de pasado fabril, conforman uno de los centros más creativos y hedonistas de Suiza. Lo que antes era vibrante por el movimiento de las máquinas lo es ahora por sus bares, restaurantes, hoteles y espacios artísticos.

No es de extrañar que el elegante restaurante y bar de cócteles Clouds (Maagplatz, 5) tome ese nombre. Durante el día, las nubes se reflejan en sus cristaleras, en el piso 35 de la Prime Tower. El edificio era hasta hace poco el más alto de Suiza, pero la Roche Tower de Basilea, de 178 metros y 41 plantas, le quitó el puesto en 2015. Aun así, los 126 metros del rascacielos de Zúrich son suficientes para admirar desde su bar lo imprevisible que llega a ser esta zona de la ciudad.

Una construcción hecha de contenedores industriales de colores apilados anuncia la tienda principal de Freitag, el gran icono del diseño suizo actual. En los años noventa, los hermanos Daniel y Markus Freitag crearon su primer bolso hecho con la lona reciclada de un camión. Estaba pensado, por su robustez, para ser usado por mensajeros. Ahora, con una infinita combinación de colores, sus productos se pasean por todo el mundo como un cotizado complemento de moda. El solar de al lado pertenece a Frau Gerolds Garten (Geroldstrasse, 23), una terraza con vistas en lo que parece el jardín de una abuela: cabañas de madera pintadas en tonos pastel que acogen tiendas pop-up, flores, plantas y la deseada gelateria Di Berna, con cola casi permanente. Pero lo más sorprendente que se puede ver desde el mirador de Clouds, en especial cuando ha caído el sol, es Urbansurf, un bar cuyas mesas al aire libre rodean una piscina muy particular: genera olas artificiales para que los amantes del surf imaginen que están en Hawái en vez de a un metro de las vías del tren. Está activa incluso de noche.

Artículos hechos con lona de la marca suiza Freitag.
Artículos hechos con lona de la marca suiza Freitag.

Ante la zona verde Josefwiese, capaz de acoger en un espacio no muy amplio una pista de arena para jugar al vóley playa, varios puestos de tenis de mesa y originales parques infantiles, comienza la hilera de 36 arcos de Im Viadukt. En ellos se resguardan las tendencias en moda, decoración de interiores, arte e incluso gastronomía. Casi una veintena de tiendas venden productos ecológicos de granjas cercanas (y otras muy lejanas). Emma’s Trüffel, por ejemplo, es el resultado de las expediciones que Thierry Garzotto hace con su perra Emma en busca de trufas. En su puesto no solo vende las de la zona, también importa de Francia e Italia.

Hotel asequible y detallista

El 25hours Hotel Langstrasse es uno de los grandes logros de la pequeña y cuidada cadena de hoteles de diseño a precios asequibles, que siempre le quiere robar una hora más al día y que está presente en 12 ciudades del mundo. Lo del precio ajustado de las habitaciones, que se equipara al del resto de capitales europeas, se agradece en un país tan caro como Suiza. Este establecimiento en concreto, además de tener su propia personalidad, refleja la del salvaje oeste de Zúrich. Es creativo y está lleno de detalles. Cada habitación cuenta con una bolsa Freitag, para uso y disfrute de los huéspedes durante su estancia, además de una Polaroid que se puede recargar en la tienda del hotel, a 26 francos (24 euros) por un pack de ocho hojas. También hay por todos lados revistas y libros de elaboración propia, algunos juguetes y cuentos para que sus huéspedes más pequeños (o no) coloreen.

Hasta la etiqueta de no molestar es imaginativa: es una libreta con 25 frases que indican si el servicio de limpieza puede o no acceder a la estancia. Neni, su restaurante, refleja en la carta la fusión de raíces de su chef Haya Molcho entre Israel, España y Rumania. En su entorno, dos bares destacan por su sencillez y elegancia. Campo, cuya cristalera y terraza dan a la Helvetiaplatz, fusiona con soltura hormigón y madera de abeto y esa combinación de iluminación y espejos tan marca de la casa de Zúrich. Y la vinatería Gamper Bar completa la apuesta con otra de las claves de la ciudad: los muebles minimalistas y de aire retro.

El restaurante LaSalle, en Zúrich.
El restaurante LaSalle, en Zúrich.

Schiffbau, una antigua fábrica reconvertida en sala teatral, aloja también el elegante LaSalle (Schiffbaustrasse, 4), un restaurante que aprovecha el esqueleto arquitectónico del edificio para crear un cubo transparente y romper su estética con un enorme chandelier de cristal de Murano propio de techos más añejos y acomodados. Es desde hace tiempo un imprescindible, además de ser una excepción que recuerda más al Zúrich impoluto y blanco, en todos los sentidos del término, del otro lado del río Limago. Cerca queda Escher-Wyss-Platz, y en uno de los lados de esta plaza el dúo de artistas cubanos Los Carpinteros rinden tributo al pasado industrial de la zona con su obra Towers. Se trata de un grupo de esculturas hechas de ladrillo rojo y con forma de cabezales de destornillador. Esta no es, ni mucho menos, la única muestra de arte contemporáneo en la zona. En Hardaupark es fácil localizar la gigantesca escultura del artista procedente de Kosovo Sislej Xhafa. De 15 metros de alto y con forma de “Y”, como si fuera un tirachinas, servía de soporte para un columpio gigantesco muy cotizado entre vecinos y visitantes. Estas dos plazas marcan los límites por el norte y el sur de la unión de estos dos distritos hermanados. No muy lejos de la primera se encuentra el Kunsthalle Zürich, que cada año organiza entre 5 y 10 exposiciones de creadores actuales. La entrada cuesta 12 francos suizos (unos 11 euros; gratis los jueves de 17.00 a 20.00). Una manera más de mantener viva esta zona de la ciudad.

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