0-1: La Real cae víctima del vértigo y las bajas

Era claro que el estado de euforia y la racha triunfal no iba a llegar hasta junio, que en algún momento se iba a pinchar el globo y eso sucedió ante el Valladolid. La Real, víctima de un ataque de vértigo y un carro de bajas que le están destrozando, fue derrotada en casa ante un cuadro pucelano que marcó en la única ocasión que tuvo en todo el partido. Habían perdido el Betis, el Villarreal, el Madrid y había empatado el Atlético, la jornada era propicia para volar y asegurarse medio billete a la Champions, ya que el quinto se habría puesto a 11, y para asediar al Madrid, pero nones.

Poco se le puede achacar a un equipo lastrado por nueve bajas por lesión que además debe alinear a futbolistas tocados, renqueantes y que están saliendo de gravísimas dolencias. Zubeldia jugó con el tobillo hinchado e infiltrado, igual que Brais, Sorloth no se entrena por sus molestias en la rodilla, Barrenetxea está atormentado con su tendón…  Pero la Real facturó un encuentro sin ninguna inspiración, trabado por el buen hacer defensivo del Valladolid y  complicado por un árbitro que claramente no sabe gestionar los partidos, que además debió mostrar la segunda amarilla a Plano en el 56’ -a Llorente y Aihen ya echó antes de tiempo en Anoeta-. Un gol de Larin decantó un choque en el que los txuri urdin gozaron de las más claras ocasiones, entre ellas un poste de Sorloth. Toca levantarse y tratar de vaciar la enfermería.

Barrenetxea, de lateral

Desde el inicio, ya se vio que iba a ser un partido de mínimos y que a la Real le iba a costar horrores gobernar el cuero, crear peligro y marcar.  Imanol se decidió por colocar a Barrenetxea de lateral en un 4-3-3 tras otro clásico juego de despistes: la víspera había afirmado que Ander no estaba como a él le gustaría y en la hoja de alineaciones la Real lo había colocado arriba con Sorloth. En este panorama, el plan de Pacheta era tan primario como lógico: balones a Machís, extremo izquierdo del Pucela. 

Un ligero agarrón al ‘vinotinto’ y un extraño y peligroso pase a Remiro evidenciaban la tensión de ‘Barrene‘, que poco a poco se fue rehaciendo. Pero la Real sufría. El Valladolid movía el cuero y los de Imanol perseguían sombras. Plata también ganaba medallas por la banda derecha, rápido como una bala.  Iba a ser partido de mascar hormigón. Y a eso se puso una Real que comenzaba a oxigenarse con las carreras y los caracoleos de Kubo, abierto a la derecha. 

El nipón chutó demasiado cruzado tras una buena diagonal hacia dentro. La ocasión y los ajustes de Imanol, que dio consignas claras a Illarra y Marín en la banda, provocaron que la Real por fin agarrara por la pechera el partido. Illarra envió dos cabezazos fuera en dos faltas laterales y Sorloth gozó de la ocasión más clara, dando lustre al noble arte de golpear con el exterior. Zubimendi halló un socavón por el medio y conectó con un desasistido Marín,  que fue quien lanzó al noruego a un mano a mano con Masip. El MVP de enero, con su trofeo entregado por Agirretxe esperándole en la caseta, se encontró con el poste.

El partido era más físico que técnico, más de entrañas que de delicatessen. Al descanso se llegó sin goles y sin Dale Cavese, pero con seis amarillas –González Fuertes, en su salsa-, cuatro a futbolistas del Valladolid y dos a la Real (Rico y Barrenetxea).

Quizá por eso el doble cambio en el descanso casí caía por su propio peso: Barrenetxea y Rico, fuera; Brais y Aihen, dentro. Con esa maniobra Imanol cambiaba casi medio equipo. Además de las dos permutas, Zubeldia pasó al lateral derecho, Zubimendi al eje de la defensa e  Illarra pasó a jugar de ‘4’. 

Con los bríos de los nuevos, la Real ya se hizo definitivamente con las riendas del partido. Y seguía teniendo a Sorloth y Kubo, el dúo dinámico, en punta. El noruego volvió a rozar el tanto con una parábola al segundo palo que se fue fuera por el canto de una corona noruega.  Y el japonés puso a prueba a Masip en dos lanzamientos desde la frontal del área, en una de ellas magníficamente asistido por Illarra. 

Otro gol de Larin

El Valladolid parecía feliz con el empate, perdía tiempo en cada acción, sufría recogido en su área, pero metió un delantero de tronío como Larin y toso se fue al traste. Luis Pérez llegó a línea de fondo, la puso elevada y el canadiense ganó como facilidad en el salto a Zubimendi para marcar con el hombro. Dos goles en dos ratos tras su fichaje. 

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La cuchillada no sentó nada bien a una Real que se fue al ataque sin convicción, un tanto destartalada. La tuvo Brais, que en lugar de atacar el balón brillantemente servido por Aihen metió la cabeza entre los hombros para cabecear fuera.  Poco más pasó en el encuentro porque lo acabó con un Oyarzabal y un Carlos Fernández que están a mil millas de su mejor versión y ser productivos para esta Real y con un Brais que parece cabreado con el mundo en este momento.

La Real desperdició su primera gran ocasión de fuga.  Primer pinchazo de verdad posmundial. La situación sigue siendo idílica. Un partido menos.