15 presidentes autonómicos se pronuncian sobre el estado de alarma


La tensión vuelve a los hospitales. Después de una primavera en primera línea de combate contra la covid-19, los hospitales habían pasado a la retaguardia para recuperar la atención a pacientes de otras patologías y reprogramar la actividad atrasada. Sin embargo, el auge de casos que arrastra esta segunda ola en España ha vuelto a poner contra las cuerdas la capacidad hospitalaria. La saturación es desigual en el país, pero ya hay unidades de cuidados intensivos (UCI) que rozan —o superan— el 100% de su capacidad instalada y visitas a Urgencias que crecen un 40% en pocos días. En comunidades como Cataluña, Andalucía o Castilla y León, entre otras, empiezan a acusar el aumento de pacientes con covid-19 en sus hospitales y apuran las medidas de contingencia, desde restringir visitas hasta abrir más plantas o posponer intervenciones no urgentes. A diferencia de la primera ola, sin embargo, la máxima es mantener, en la medida de lo posible, la atención a los pacientes covid y no covid.

“Cada vez se parece más a la primera etapa de la pandemia. La situación es heterogénea en España, pero lo que más está ocurriendo es una subida rápida de casos en la UCI, con menos pendiente que la primera vez, pero con una inercia importante. Y esto ha llevado a que muchas UCI estén por encima de su capacidad”, resume Ricard Ferrer, presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias. Según el Ministerio de Sanidad, hay 14.539 personas con covid-19 ingresadas en España, 2.031 en la UCI. Esto significa una ocupación global del 12% de las camas convencionales y el 22,5% de las de críticos, aunque el cómputo del ministerio se mide sobre la suma de las plazas estructurales y los espacios habilitados con camas (quirófanos, salas de reanimación) para dar respuesta a la pandemia.

Yendo al terreno, la situación es más preocupante. En Castilla y León hay cinco hospitales que ya han superado su capacidad habitual de UCI y han tenido que recurrir a otras plazas adicionales para dar cabida a todos sus pacientes críticos. En el hospital de Ávila tienen nueve pacientes y ya está al 113% de su capacidad instalada convencional. En Palencia tenían, de base, 14 plazas de UCI, pero han tenido que ampliarlas porque ya hay ingresados 22 enfermos. Esta comunidad, que arrastra una incidencia acumulada de 562 casos por 100.000 habitantes y tiene cuatro capitales de provincia confinadas, suma 1.360 pacientes con covid-19 ingresados.

Por una cuestión de eficiencia, los servicios de intensivos ya suelen trabajar con las UCI relativamente llenas, aunque guardan un margen de maniobra para abrir y cerrar camas en función del personal disponible y la demanda. “Ese margen ahora cada vez es menor”, relata Ferrer. En Cataluña, las UCI están al 80% de su capacidad convencional desde hace tiempo, pero la Generalitat ha lanzado una llamada de alerta porque cada vez hay más pacientes covid que de otras patologías: antes eran el 20% de las camas ocupadas y ahora rondan el 40% (296 personas), según el Govern. “Sube la proporción de pacientes covid y cuando esa entrada no para, hay que frenar la entrada de los no covid. Con el confinamiento sabemos que se consigue, pero si no queremos eso, lo único que se puede hacer es frenar la programación quirúrgica”, señala Ferrer. Algunos hospitales en España, señala el experto, ya han tenido que posponer intervenciones no urgentes.

Ejemplo de ello es Granada, donde la presión hospitalaria ha desbordado los quirófanos y esta semana han suspendido las primeras operaciones no urgentes ante el peligro de la saturación, cada vez más cerca. Con una incidencia acumulada disparada de 976 casos por 100.000 habitantes, Granada ha reducido hasta un máximo del 50% las intervenciones quirúrgicas y las consultas en los hospitales Virgen de las Nieves y Clínico San Cecilio. “La situación empieza a ser crítica, aunque es muy desigual. Los circuitos covid están mejor definidos y la capacidad es mejor. ¿Significa esto que no habrá colapso? Ni mucho menos”, advierte Rafael Carrasco, presidente del Sindicato Médico Andaluz. Los 50 hospitales andaluces soportan hoy 1.794 pacientes, 513 más que hace una semana. “Las UCI trabajan bastante a tope, pero Granada está más apurada”, resume Carmen de la Fuente, presidenta de la Sociedad Andaluza de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias (Samiuc).

Cataluña no ha tenido que suspender actividad de forma generalizada, pero tampoco está lejos de tener que hacerlo. “Podría ocurrir en breve. Empezaríamos por patologías menos relevantes y de rutina”, explica Julio Pascual, director del área asistencial y médica del Hospital del Mar de Barcelona, que ha visto cómo los ingresos crecían un 40% en apenas un mes. “En Vall d’Hebron hemos triplicado los hospitalizados en cama convencional desde el puente del Pilar [algo más de un centenar]. Estamos en una situación de incremento, aunque la diferencia con respecto a marzo es que no es tan abrupto”, explica la subdirectora médica del centro, María José Abadías. La médica asegura que se afanan en “mantener el equilibrio” entre la actividad ordinaria y los enfermos de covid-19.

A diferencia de la primera ola, cuando el tsunami de contagios obligó a reconvertir la asistencia casi en exclusiva a la covid-19, los hospitales se han conjurado para mantener todo lo posible la actividad ordinaria y evitar que la lista de espera se siga engrosando. “La primera ola arrasó con toda la patología no covid, que ahora ha vuelto a venir. Ahora vemos las dos cosas y no estamos desatendiendo ninguna patología por saturación”, sostiene Pascual. El hospital de Bellvitge ha empezado a operar los sábados para reducir sus listas de espera y tanto este centro como Vall d’Hebron han restringido las visitas de acompañantes para reducir el riesgo de transmisión. En Cataluña, la incidencia acumulada ronda los 430 casos por 100.000 habitantes y el Govern ha advertido de que los contagios irán a más en los próximos días.

Ante el incremento de infectados, hospitales de algunas zonas, como Navarra, que arrastra la incidencia más alta de España (1.062 casos por 100.000) ya se han vuelto a apoyar en la sanidad privada para derivar pacientes y esponjar sus plantas. Un portavoz señala que desde el fin del verano, sus hospitales funcionan como red integrada. “De momento no se ha desprogramado actividad ordinaria, aunque se han reforzado turnos de tarde con productividad, pero se está viendo hasta cuándo puede ser esto según la tendencia y el tipo contagios”, agrega. Según la patronal de la privada, ASPE, el 21% de los ingresados en Murcia con covid-19 (386 personas) están en centros privados o concertados.

Hasta en las comunidades con mejores indicadores —dentro de lo malo—, los hospitales están “vigilantes”, admite José Flores, gerente del Servicio Gallego de Salud (Sergas). En Galicia, que tiene 192 casos por 100.000 habitantes, los ingresos en UCI rondan el 75% del pico máximo que se ha vivido en la pandemia y la afluencia a Urgencias ha subido en los últimos días un 10% de media. “Estamos preocupados por la evolución”, apunta Pedro Rascado, coordinador del plan nacional de contingencia para las UCI y especialista de Medicina Intensiva del hospital de Santiago. En Coruña admiten también su “preocupación” por el auge de casos y una “presión significativa” en urgencias. “Los diagnósticos de la calle terminan repercutiendo en el hospital y este ha de estar preparado. Y es complicado porque hay que dar respuesta a los pacientes con covid-19 y atender las necesidades del resto”, admite Pedro Marcos Rodríguez, neumólogo y subdirector de Hospitalización y Urgencias del Área Sanitaria de A Coruña y Cee. De los 5.580 casos activos en Galicia, 373 están hospitalizados, 48 de ellos en la UCI. Con casi un tercio de los ingresados, el área sanitaria con más presión es la de Ourense, precisamente la más envejecida.

También en la Comunidad Valenciana, los ingresos han aumentado en la última semana entre casi un 40% en planta y un 46% en las UCI. Este martes había 735 personas en planta con covid-19, lo que supone un 7% del total de camas disponibles (el 60,2% son pacientes con otras patologías). En las UCI, hay 115 enfermos de coronavirus, el 20,3% de la ocupación en críticos (el 40% padece otras enfermedades). Hace una semana, este registro de críticos con coronavirus era del 11,5%. Algunas UCI tienen que empezar a ampliar espacios ante un futuro recrudecimiento.

Madrid sigue tensionada

La comunidad peor parada sigue siendo Madrid, aunque tras varias semanas al alza, se ha estabilizado. “Estamos en una meseta, que nos ha permitido reconvertir una planta covid en quirúrgica otra vez. Se está recuperando actividad de especialidades no urgentes”, explica un portavoz del Gregorio Marañón, que reprogramó actividad en septiembre para afrontar el auge de contagios. Las urgencias han bajado un 40%, pero la presión asistencial persiste en los hospitales más pequeños y en las UCI, cuya ocupación está al 109% de la capacidad convencional en UCI médica , ayer había 484 pacientes.

El Departamento vasco de Salud admite también que la presión asistencial está aumentando (339 ingresados en planta y 69 en la UCI), aunque aseguran que Osakidetza tiene capacidad para habilitar 620 camas en cuidados intensivos. En Aragón, donde el Gobierno regional ha confinado las capitales de provincia, la presión hospitalaria crece: 628 pacientes ingresados (80 en la UCI), 204 más que a principios de octubre. Quedan 51 camas de UCI libres en la comunidad.

Con todo, una de las cuestiones que más preocupa al sector hospitalario, coinciden los expertos, es la falta de personal para afrontar un aumento de la demanda. “Me preocupa la inercia de la curva y el impacto de las cuarentenas de los sanitarios. No nos podemos permitir muchas cuarentenas y las estamos teniendo”, admite Ferrer, que reclama PCR semanales al personal de la UCI para evitar contagios. María José García, de Satse, advierte de que no se ha hecho una adecuación de recursos humanos: “Se está empezando a tensionar el sistema y tenemos a los profesionales cansados, que no se han podido recuperar física y psicológicamente. Hay que acabar con la precariedad laboral”.

Con información de Sonia Vizoso, Isabel Valdés, Ferran Bono, Mikel Ormazábal y Javier Martín-Arroyo.

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