2-0: Una Real llena de bajas cae en Villarreal víctima de sus errores

La Real Sociedad cayó en su tercer amistoso de la pretemporada en cancha del Villarreal. Muy mermado por las bajas, el equipo de Imanol
Alguacil dio la cara ante el ‘submarino amarillo’ en una primera parte equilibrada, pero dos nítidos errores defensivos y un penalti marrado por Willian
José le dieron una doble ventaja insalvable al equipo de Unai
Emery. En la segunda parte, el carrusel de cambios y la extrema juventud de las huestes txuri urdin alejaron la posibilidad de una remontada.

Azotado por la baja de 12 jugadores, entre ellos los más diferenciales de su plantilla –Oyarzabal, Merino, Isak, Silva, Januzaj…-, Imanol diseñó la alineación más decorosa, con sus mejores elementos disponibles y el estreno estival de dos ilustres veteranos como Zaldua y Moyá.

La capa externa era muy distinta a la habitual y se parecerá lo justo a la inicial del 13 de septiembre en Pucela, pero la esencia y la personalidad no variaron un ápice. La Real hizo daño desde el inicio con una presión adelantada que incomodó al máximo la salida de balón del Villarreal e intentó romper las líneas enemigas combinando, sin más mordiente ni rock and roll que el que ponía Barrenetxea en punteos aislados por la izquierda. El escaso peligro txuri urdin nació en recuperaciones en territorio rival.

Gol en el 1’

Con las fuerzas equilibradas entre dos equipos que lucirán su nombre por Europa y que ambicionan cotas todavía más gloriosas, el Villarreal sacó petróleo de los desajustes, errores y falta de contundencia de la zaga realista, fallona en exceso ante atacantes audaces y talentosos como Chukwueze, Alcácer y Moi. Antes de poder asentarse al irregular césped de la Ciudad Deportiva, en el minuto 1, llegó el gol de Coquelin, producto de una entrega equivocada de Le
Normand con la zurda. El bretón donó el cuero a Chukwueze en área propia, una autoflagelación en toda regla. El disparo del ex del Valencia se coló entre las piernas de Aritz. Precisamente un balón que se escurrió entre los dos centrales realistas, que tenían ventaja, desencadenó el segundo gol, en un penalti, eso sí, inexistente por una caída de Moi
Gómez al que debió tirar una espontánea racha de viento de levante. Alcácer engañó a Moya.

Entre las dos acciones, la Real fue superior al Valencia, movió el esférico de lado a lado, sometió al enemigo aunque en ocasiones parecía música de sala de espera, sin demasiada intensidad ni profundidad. Tuvo la nítida oportunidad de empatar en un penalti forzado, como ante la UD Logroñés, por Portu, y fallado por Willian
José. El murciano robó y fue trabado por un inocente Coquelin. El brasileño tiró fuerte, pero al medio, donde le esperaba la pierna izquierda de Asenjo.

A pesar de todo lo relatado, la peor noticia del primer tiempo fue la lesión de Monreal, que paró el partido al tiempo que se echaba la mano al muslo. Otro contratiempo más.

Un Sanse en potencia

Si la pretemporada es tremendamente engañosa y falaz a la hora de sacar conclusiones, la segunda parte fue directamente ficticia porque la Real jugó con un bloque del Sanse apuntalado por meritorios como Bautista. El ’once’ lo dice todo: Moyá; Gorosabel, Aranbarri, Zubeldia, Sagnan, Aihen; Olasagasti, Alkain, Näis
Djouahra, Navarro; Bautista, ordenados en un 5-4-1.

Y esa Real compitió de pie y le miró a los ojos, sobre todo en los primeros minutos, al Villarreal de Emery, en el que jugaban Parejo, Iborra y Ontiveros más algún que otro jornalero de la gloria que deberá emigrar para tener minutos. De entre lo más destacado, el criterio y el talento para la distribución de Jon
Ander
Olasagasti, otro mediocentro de 20 años y de tren inferior potente. Y la decisión de Gorosabel a la hora de incorporarse y encarar.

Moyá salvó el tercero, primero arrojando su veterana osamenta para despejar un chut lejano de Ontiveros y luego, hincando la rodilla en la tierra para evitar el caño de Fer
Niño. La única ocasión txuri urdin fue de Näis
Djouahra, que selló alguna diablura como hace siempre. El franco-argelino se perfiló hacia su zurda, con la que trazó una parábola que a punto estuvo de colarse por la escuadra.

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