En diez minutos, de un penalti a otro, salieron a la luz todas las diferencias entre dos lanzadores. El primero, Willian José, dubitativo. El segundo, Paco
Alcácer, un verdugo inmisericorde. Y como en tantas otras ocasiones, sin importar que sea un amistoso o una jornada importante, la distinción entre lo que pudo ser y no fue decidió el desenlace. El gen competidor de Portu impulsó a la Real al primer plano del resultado, a las puertas del empate. Y en un abrir y cerrar de ojos estaba perdiendo por dos goles.
Saltó a la vista que la intención de Willian
José era no complicarse la existencia. No arriesgar, sino asegurar. La misma decisión con que asumió el papel de ejecutor le faltó cuando se le agarrotó la potente pierna derecha. Y en lugar de encañonar, en el instante vital de la postura al chutar, concedió a Sergio
Asenjo una ventaja primordial. Al contrario, Alcácer fue con las ideas claras. Arrimar al máximo de sus aspiraciones el balón a la madera. Para cualquier estirada fuera inútil. Y marcó, además, engañando a Moyá.
Willian
José facilitó la tarea a Asenjo. Igualó las fuerzas del tirador a las del portero, cuando la franquía del que tiene el gol en sus botas debe de ser una garantía. No fue así para la Real. El delantero brasileño eligió disparar dando la sensación de no tenerlas todas consigo. El resultado fue un derechazo a media altura y relativamente centrado. Asenjo acertó el costado y despejó con soltura cuando la teoría, en efecto, sugiere que el guardameta sea cabeza de turco en esta suerte.
Una tarde incómoda
El partido era amistoso y a efectos institucionales, el error en la pena máxima apenas tendrá calado. Sí puede cobrar trascendencia en plena carrera por ser nada menos que el delantero titular de la Real. Se espera que no sea un fallo determinante, entre otras razones porque no obedecería a los merecimientos generales, pero si hay un momento en que Willian José no puede descuidar el mínimo detalle, es ahora. Con un prodigio como Isak acechando su cuota de protagonismo en cada minuto de todos los entrenamientos.
Quizá el vértigo de tener que dejarse ver sin solución de continuidad hizo que los 11 metros que hay entre el punto de penalti y el gol se le atragantaran. Según propias confesiones, a Willian
José no le gusta hacer públicas sus intenciones numéricas porque sería lo mismo que romper con la paz mental que necesita para marcar las diferencias.
Al brasileño se le hizo incómoda la visita al Mediterráneo. Envió al garete el penalti cumplidos sólo los primeros 18 minutos del amistoso. Para entonces, la Real había entregado el 1-0 y Raúl
Albiol, un central que no se tomó el ensayo como tal, le había empezado a amargar la existencia. Encimando a Willian cada vez que recibía de espaldas. Hasta que el ‘nueve’ sacó el codo en señal de hartazgo. No estaba de humor.
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