Solo una pequeña foto, con el rostro del ministro de Exteriores, José María de Areilza, rompía la densa portada del primer número de EL PAÍS, el 4 de mayo de 1976. Hoy, la de la versión digital contiene, en cualquier momento en que entre a verla, más de un centenar de imágenes de distintos tamaños. Es una comparación, quizás algo grosera, que ilustra la revolución que ha vivido la prensa en el último medio siglo. En ese mismo viaje, las transformaciones en todos los órdenes que han ocurrido en España y buena parte del mundo han sido documentadas por los fotógrafos de este periódico. No hay una manera íntegra de entender todo lo sucedido desde entonces sin ver sus imágenes, como se demuestra en la exposición inaugurada este viernes en el Museo Cristina García Rodero, en Puertollano. Son 180 imágenes de 20 fotógrafos, elegidas por ellos mismos, para sintetizar 44 años del relato diario de la actualidad. Como dice la exdirectora de EL PAÍS, Soledad Gallego-Díaz, en el texto que presenta la muestra: “Son fotos muy diferentes entre sí, y sin embargo, tienen algo en común: son increíbles, hermosas, a veces tristes o terribles, pero todas dan testimonio impecable de su época”.
La muestra Fotógrafos de EL PAÍS, que puede visitarse hasta el 17 de enero de 2021, se abre con una imagen autorreferencial, la de los periodistas leyendo EL PAÍS en las escalinatas del madrileño hotel Palace la larga noche del 23 de febrero de 1981, tomada por Ricardo Martín. De él se exponen también estupendos retratos de personajes de la cultura: Umberto Eco, Carmen Martín Gaite, Antonio López… Un relato expositivo que llega hasta nuestros días, con la vida previa a la crisis del coronavirus, cuando se podía ir a conciertos como el de Rosalía, fotografiada por Samuel Sánchez en su actuación en Madrid, en diciembre de 2019. Solo tres meses antes de la imagen que Sánchez tomó de una mujer cruzando una desierta Gran Vía de Madrid, al comienzo del confinamiento.
La imagen que los comisarios de la exposición, los fotógrafos Vicente López Tofiño y Julián Rojas, este de EL PAÍS, han elegido para anunciarla es la conocida como “foto del puñito”, la que César Lucas, primer jefe de Fotografía del diario, tomó a un niño a hombros de su padre en una manifestación de asociaciones vecinales por la carestía de la vida en junio de 1976, en Madrid. Una instantánea que tomó poniendo la cámara por encima de su cabeza y que simbolizaba la esperanza en un futuro incierto. Otras dos imágenes suyas: Adolfo Suárez y Felipe González charlando, en el café del Congreso de los Diputados, y, sonrientes y juntos, dos personajes antagónicos como Manuel Fraga y Santiago Carrillo, ejemplifican un talante por el acuerdo que hoy parece quimérico.
Luego están los sentimientos que supo captar Marisa Flórez, como el dolor en la capilla ardiente en el Tribunal Supremo por los abogados laboralistas asesinados en la calle de Atocha de Madrid, la ternura de la reina Sofía con sus perros en el Palacio de la Zarzuela, o la soledad de Adolfo Suárez en el banco azul del Congreso, indicio de un Gobierno en descomposición. “Son imágenes a las que el paso del tiempo da más valor”, dice Flórez al teléfono, que considera que EL PAÍS tiene un estilo y una forma de transmitir la noticia al lector, aunque cada fotógrafo tenga su manera de hacer, pero “la edición y el trabajo en equipo han sido muy importantes”, añade. Desde la histórica foto que tomó, en 1977, a Pasionaria y Rafael Alberti bajando las escaleras del hemiciclo del Congreso, hasta hoy, “la fotografía ha cambiado muchísimo por la tecnología, los soportes, que marcan la forma de trabajar; y en los tiempos”. La exposición, financiada por la Junta de Castilla-La Mancha, “muestra el tránsito a la democracia en nuestro país, de un pasado restrictivo en libertades a uno pleno de derechos constitucionales, es un paso lleno de contrastes”, apunta la consejera de Cultura del Gobierno castellanomanchego, Rosa Ana Rodríguez.
Pero los fotógrafos de EL PAÍS también han contado lo que ocurría en cada rincón del mundo. La selección del trabajo de Bernardo Pérez es de imágenes de las que duelen, publicadas en la serie Los agujeros negros del planeta, entre las que puede verse a dos niños abandonados durmiendo en la estación de Chittagong (Bangladés); o a la pequeña Qussi, de 10 años, que mira a la cámara con lágrimas en sus mejillas tras saber que le habían diagnosticado la enfermedad del sueño, en Kamasso Bolo (República Centroafricana).
Esa “tradición fotoperiodística cuidada y sostenida”, en palabras de la exdirectora, pasó de esos veteranos a la siguiente generación. Gorka Lejarcegi aporta a la exposición la llegada a la actualidad de nuevos iconos, como Claudia Schiffer, retratada como una diosa entre los fotógrafos; Pedro Almodóvar y Penélope Cruz en una limusina de promoción en Los Ángeles, o a unos sonrientes Felipe y Letizia, en 2006, cuando eran príncipes.
El deporte y los toros son garantía de espectacularidad y emociones. Como el dramatismo que captó Ricardo Gutiérrez en el entierro del diestro El Yiyo, en el cementerio de la Almudena; un exultante Fernando Alonso celebra su título mundial o, más atrás en el tiempo, otro hito, la victoria de Fermín Cacho, casi en éxtasis al cruzar la línea de meta como campeón olímpico de los 1.500 en Barcelona. No solo ha habido triunfos deportivos, la sociedad española también ha conquistado metas, como el reconocimiento de derechos a los homosexuales. En la celebración del Orgullo Gay en Madrid, en 2018, Jaime Villanueva, desde la terraza del Ayuntamiento y gracias a la luz de la tarde, consiguió que una bandera arco iris resplandeciera entre el asfalto y las sombras de las personas que la portaban.
La exposición, en la que brilla la labor de Juan Manuel Castro Prieto en el positivado, incluye a los últimos que se han incorporado a la plantilla de fotógrafos del diario. De Carlos Rosillo se han elegido estampas de tragedias como la de María José Carrasco, una mujer con esclerosis múltiple a la que su marido, Ángel Hernández, ayudó a ingerir un veneno para morir. Uno de esos casos en que un fotógrafo “puede dedicarle tiempo a una historia”, señala Rosillo. “Antes había más papel, más opciones para ‘hacer baches’, como se dice en el argot, pero lo importante es estar siempre disponible”. Otra de sus fotos, que fue portada del periódico, es la vista desde el cielo de un devastador incendio en Mati (Grecia). “Usé un dron que llevo para estos casos”. Recursos aparte, de lo que se trata, desde hace 44 años, como concluye Gallego-Díaz, es de hacer “periodismo entendido como un compromiso de verdad y sinceridad”.
El retrato convertido en cartel de un mártir
Cristóbal Manuel, redactor jefe de Fotografía, explica que un día normal en el periódico “empieza la noche anterior, con la previsión de las noticias y reportajes que se van a cubrir”. “Antes, cuando solo estaba el papel, se buscaban imágenes de síntesis, pero ahora con la web el desarrollo es más largo, y una fotogalería puede tener hasta 30 imágenes”. Sobre el estilo de EL PAÍS, destaca el compromiso con la verdad. “En este oficio se pueden hacer trampas, pero nosotros no lo buscamos. Hacemos imágenes limpias, sin grandes angulares, y ajenas a las modas y efectos que intentan manipular”. De sus fotos en la exposición se queda con el retrato que le hizo a Omran Shaban, el miliciano que atrapó a Gadafi, que posó con las pistolas del dictador, en Misrata, en 2011. “Fue en la habitación de un hotel. Más adelante, él murió y mi imagen la han utilizado sus admiradores de cartel para representarlo como mártir”.
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