Mucho se ha dicho y escrito sobre las personas que un día Isabel Pantoja tuvo como íntimos, tanto anónimos como artistas reconocidos, y que después han desaparecido de su vida. Mujeres y hombres que brindaron a la cantante mucho más que afecto y confianza; siempre atentos, solícitos a su llamada, confidentes, leales, cercanos e incondicionales. Cada uno ocupó su lugar en algún momento de la vida de Pantoja, pero fueron quedándose por el camino como un reguero hostil que se disemina sin remedio, que sepamos. Entonces, sí; después, no y ya nunca más. La lista no es corta, pero hoy quiero rescatar el nombre del cantaor Miguel Poveda y contar la verdadera razón que le alejó para siempre de su amiga Pantoja.
Caballero él, siempre ha ofrecido públicamente una versión políticamente correcta. Durante varios años fueron muy, pero muy amigos. Él la admiraba como artista y se conocieron en el mundo del cante. Poveda cayó rendido ante los encantos de la gran artista y los de Maribel, y le ofreció su amistad más entregada. Con el tiempo, reconoció que esa amistad se confundió con interés. ¿O fue al revés? Compartieron muchos ratos. Pantoja le invitó a cantar en varios de sus conciertos, cuando aún el éxito estaba asegurado, e incluso le invitó a su casa madrileña de la Moraleja. Fueron estrechando su amistad poco a poco y verso a verso.
Pero como el amor, la amistad se rompe si no se cuida y mucho más si se sobrepasan ciertos límites que, aunque no están escritos en ninguna parte, son de sentido común y, sobre todo, fundamentales en cualquier relación de amistad. Se ha hablado de batas de cola, de dinero, de préstamos y de deudas eternas. Sí, hay mucho de eso y varios periodistas ya lo han contado, pero el verdadero motivo me lo dice una fuente cristalina que bien lo sabe. Fue tan desagradable que el cantaor, máxima figura actual del flamenco, puso punto y final a su amistad con su querida Maribel.
Cuando las deudas comenzaron a acuciar a Isabel, Poveda ya era su amigo. Las cuentas de I.P. fueron dominio público al ser investigada por su implicación en la llamada Operación Malaya, en los años que la cantante fue pareja sentimental del exalcalde Julián Muñoz, ambos condenados con penas de prisión por blanqueo de capitales, en una pieza separada de la principal. Varios medios se hicieron eco de sus problemas con Hacienda.
Isabel tenía dificultades y pidió dinero a sus más allegados. Poveda siempre respondió, casi sin preguntar, según me cuenta la misma fuente. Isabel le pedía y él le prestaba dinero. La suma de todos los ‘necesito’ de Pantoja llegó hasta los 70.000 euros. Al cantaor le iban las cosas bien y Pantoja pidió más para seguir tirando. Él siempre respondió, e incluso produjo su último concierto en Sevilla, celebrado en el Palacio de Exposiciones y Congresos Fibes en junio de 2013.
La apoyó hasta el final y accedió también a participar en la gala que la artista grabó en Bilbao, por la que no recibió caché alguno. Él se sentía su amigo y la ayudó, sin más. Sólo una cosa le pidió a su querida Maribel: una de sus batas de cola. Había una en concreto que le encantaba y quería incluirla en su colección de recuerdos de artistas influyentes de la música. Isabel le envió un par de batas. Ninguna era la que él le pidió, pero escogió una de ellas. La sorpresa no pudo ser mayor para Poveda cuando Pantoja le dijo que las batas tenían precio: 15.000 cada una. No daba crédito y su decepción fue mayúscula. Sin embargo, lo peor estaba por llegar.
Días después, Isabel le volvió a decir lo mismo: si quería una bata tendría que pagarla. Pero no, no se lo dijo así tal cual. Pantoja se dirigió a él, según me cuentan como la Biblia, de manera sarcástica, y le descerrajó una frase que finalizaba con una coletilla homófoba. Dicen que donde hay confianza a veces da asco, pero a Poveda le ofendió profundamente, no sólo por lo que le dijo y cómo, sino porque lo hizo delante de su madre. Dolido, decepcionado y enfadado, guardó las dos batas y se las entregó a un familiar de Pantoja. Ya no quería ninguna. Su colección estaría mejor sin el vestido de quien le había hablado así. Él podía, quizá, haber aguantado el desmán, pero no en presencia de su madre. No, eso no. En cuanto pronunció la hiriente última palabra, la amistad que les unía, su entrega infinita hasta lo insospechado (ella le pidió, incluso, que le entregara los cachés de sus actuaciones) estalló en mil pedazos. Pantoja se pasó y hasta ahí habían llegado. Fue el detonante, la verdadera razón de la ruptura.
Por increíble que parezca, muy pocos días antes, Isabel le había pedido de nuevo que le prestara dinero, otra suma considerable de unos cuantos miles de euros. Fue a finales de mayo y coincidió con la fecha en la que la cantante, en conflicto con Chabelita, se dirigió a los medios que la esperaban en la estación del AVE y habló de lo dolida que estaba con su hija y públicamente, con su personalísimo tono Pantoja, le dijo aquello de que “no se olvidara de su apellido”. Isabel le había pedido que se acercara a su llegada y le entregara el dinero. Pero Poveda no fue a la estación. Isabel se quedó compuesta, sin sobre y sin amigo. Nunca más se han vuelto a ver. Él no quiere saber nada, da por perdido el dinero y prefiere que no le relacionen con ella. En mi opinión, seguro que sigue coleccionando recuerdos de artistas a los que admira.