Julia del Viejo hace una breve pausa en sus rutinas para explicar que llegó al mundo de la seguridad privada “casi por accidente”. Cuando llevaba año y medio en paro, tras más de 20 trabajando como administrativa, su pareja, que es vigilante jurado, la animó a realizar el curso de vigilancia supervisado por la Policía Nacional que se impartía en su empresa. Una vez obtenida la acreditación correspondiente, consiguió hacerse hueco en Prosegur, primero como eventual y poco después en plantilla. “He trabajado en las ferias de la Casa de Campo (Madrid), en la Ciudad Deportiva de la Selección Española de Fútbol, en el operativo de seguridad de algunos partidos del Real Madrid, en el Aeropuerto de Barajas…”, nos explica esta vigilante al principio accidental, pero cada vez más vocacional a medida que va evolucionando profesionalmente.
Desde 2016, esta profesional de 47 años ejerce de operadora del Centro de Control de Cámaras de Ifema, el recinto ferial de Madrid. Allí había realizado también “tareas de vigilancia, en los aparcamientos, en el recinto y el de exteriores” y hoy le toca encargarse del circuito cerrado de videovigilancia, coordinarse con el equipo desplegado sobre el terreno y estar en contacto directo con el cliente. Según cuenta, se siente satisfecha con la nueva dirección que ha tomado su carrera profesional, muy cómoda con la formación recibida y “orgullosa” de su trabajo. También más que conforme con los turnos laborales que realiza, perfectamente compatibles con el cuidado de su hijo de seis años (“Cuando no está con mi marido, está conmigo”, precisa), lo que ha hecho que no le resulte necesario acogerse a opciones disponibles como la reducción de su jornada por conciliación familiar.
Del Viejo es un ejemplo del proceso de feminización gradual que se está produciendo en el negocio de la seguridad privada, que de un tiempo a esta parte está aparcando inercias y estereotipos y dejando a marchas forzadas de ser cosa de hombres. Las empresas que se dedican a esta actividad profesional, según datos de Aproser, la patronal del sector, están incorporando mujeres a todos los niveles, desde sus directivas y cuadro de gestión hasta posiciones de vigilancia, pasando por departamentos comerciales y de servicios.
Gabriela Miñarro, directora de Buen Gobierno, Rentabilidad y Eficiencia de Prosegur, destaca que, en su compañía, el porcentaje de mujeres asciende a un 18% de la plantilla, un dato por encima de la media sectorial, que es del 13%: “Este dato nos hace pensar que estamos haciendo las cosas bien, pero todavía tenemos oportunidades de mejorar las cifras actuales”, reconoce Miñarro. “Se marca una tendencia importante, donde el dato a destacar es que, sobre todo, hay un cambio de paradigma para una actividad profesional que hace no mucho era casi esencialmente masculina”.
Esta valenciana, con un perfil de gestión empresarial, llegó a la compañía procedente de otros sectores, pero valora que “hoy es perfectamente posible para una mujer hacer carrera tanto en el ámbito de la seguridad privada como en la pública. En Prosegur estamos incorporando a profesionales cada vez más jóvenes, mucho más preparadas, con ganas de desarrollar una carrera profesional dentro del sector, con un cariz muy vocacional y con formación en Criminología. Derecho o ingenierías”. Miñarro añade: “Observamos también un incremento de la demanda de mujeres para puestos de vigilantes de seguridad, que supone entre un 15% y un 20% del total de solicitudes que recibimos, mujeres jóvenes de entre 20 y 35 años, lo que nos da a entender cómo se está transformando un sector tradicionalmente masculino”.
Hacerse ver en las empresas
Sylvia Jarabo es la fundadora de Promising Women, una consultoría que asesora individualmente a mujeres con perfil directivo y ayuda a las empresas “a atraer, retener y fomentar el talento femenino”. Para Jarabo, los cambios que se están produciendo ahora mismo en el sector de la seguridad privada son “prometedores”. Las empresas están dando un salto cualitativo considerable en sus programas de igualdad y dedican “tanto recursos como un importante grado de atención al detalle y nivel de compromiso” a aparcar prejuicios y feminizar de una vez por todas sus plantillas.
La incorporación de la mujer al sector se va incrementando con la exigencia de los clientes de solicitar un mayor número de mujeres en sus instalaciones y servicios
Gabriela Miñarro, directora de Buen Gobierno, Rentabilidad y Eficiencia de Prosegur
En opinión de Jarabo, la seguridad privada no es una excepción. Hay otros sectores de marcada preeminencia masculina, “como el tecnológico, el industrial o la banca de inversión” que también se están esforzando en los últimos años para hacer una mejor gestión del talento femenino. “Los progresos son tangibles, pero nunca resultarán lo bastante rápidos si no existe una voluntad corporativa de acelerarlos”. Jarabo explica que un obstáculo habitual para las profesionales que se esfuerzan por hacer carrera es lo que define como la trampa de la visibilidad. “Hacerte ver puede resultar un arma de doble filo”, cuenta. “Si en una empresa hay pocas mujeres, las que hay se ven más. Pero eso puede traducirse en un exceso de escrutinio y, paradójicamente, desarrollar en ellas una cierta aversión al riesgo, por miedo a que sus posibles errores llamen la atención en exceso y les penalicen más que a sus compañeros masculinos”. La solución que propone su consultoría consiste en actuar de manera simultánea en los dos frentes, el individual y el de la estructura corporativa: “Hay que ayudar a las mujeres a hacerse ver en positivo y a la empresa, a fijarse en ellas sin reticencias previas y valorarlas de manera ecuánime”.
Una demanda creciente
Miñarro destaca que, “si bien la incorporación de la mujer al sector venía precedida por las recomendaciones del Ministerio del Interior a través de las instrucciones de la Secretaría de Estado de Seguridad –donde el criterio a seguir para tareas de vigilancia potencialmente intrusivas o incómodas, como cacheos y registros, debían ser realizadas por personal del mismo sexo–, esta incorporación se va incrementando con la exigencia de los clientes de solicitar un mayor número de mujeres en sus instalaciones y servicios”.
En paralelo, el sector está completando un proceso de transformación profunda basado en tres líneas maestras: más tecnología, mayor profesionalización y mejor formación. “Tradicionalmente la sociedad ha percibido que la seguridad privada viene precedida de actividades que solo pueden realizar los hombres, y piensa que un vigilante de seguridad debe ser alguien que tenga fuerza física suficiente para enfrentarse a cualquier peligro. En la seguridad prima la prevención, la negociación y el control en situaciones de riesgo”, expone Miñarro. “Con la incorporación de la mujer al sector de la vigilancia y la seguridad, se constata que el género femenino también cuenta con las aptitudes y capacidades necesarias para desarrollar este trabajo con la mayor eficacia y profesionalidad, demostrándolo a diario en su puesto de trabajo”. Miñarro indica que los servicios y soluciones no se diseñan en función del género, y se destina personal con perfiles adecuados a las funciones definidas, sean hombres o mujeres indistintamente. “Personalmente opino que en ambos casos estás en manos de un buen profesional”, precisa.
Juliana P., diseñadora gráfica de 54 años, asegura: “La mayoría de mujeres que conozco se sienten mucho más cómodas si el habitual cacheo o registro en lugares como los aeropuertos lo realiza otra mujer, ya que eso evita malentendidos y situaciones potencialmente desagradables”. También considera que las actitudes “en general más empáticas” de las mujeres son de agradecer cuando se sufre algún percance, aunque sea menor, y se recurre a los servicios de una vigilante. “En última instancia, lo que de verdad importa es cómo es la persona concreta que te asiste en esas circunstancias. Pero yo debo reconocer que, a priori al menos, me resulta más cómodo que mi interlocutora en estos casos sea una mujer”, concluye.
Lo importante es que las empresas se tomen en serio la tarea de feminizar sus plantillas, ya sea empezando por sus cuadros directivos o dando preferencia a los operativos sobre el terreno. Las mujeres atraen a más mujeres
Sylvia Jarabo, fundadora de Promising Women
Patricia C., profesional de la hostelería muy acostumbrada a compartir su espacio de trabajo con vigilantes de seguridad, introduce un matiz: “Cada persona es un mundo, por supuesto, pero en general yo sí percibo que las mujeres tienen mayor facilidad para evitar conflictos y reconducir determinadas situaciones con diplomacia y mano izquierda”. Desde su punto de vista, feminizar la seguridad equivale también a “prevenir incidentes” echando mano de la piscología y una cierta sutileza.
Sylvia Jarabo comparte en gran medida los argumentos de estas dos usuarias anónimas: “Aunque no deja de ser una percepción psicológica basada en estereotipos, y como tal es muy relativa, lo cierto es que sí, la presencia de mujeres hace que yo al menos me sienta más cómoda y más segura”. Sin embargo, lo verdaderamente importante, en su opinión, “es que las empresas se tomen en serio la tarea de feminizar sus plantillas, ya sea empezando por los cuadros directivos o dando preferencia a los operativos sobre el terreno. El efecto casi siempre es el mismo, las mujeres atraen a más mujeres”. Julia del Viejo, desde su cabina de videovigilancia de Ifema, aporta una reflexión a modo de resumen: “Empezamos a ser muchas las mujeres en plantilla. Y no considero que en esta profesión en concreto tengamos menor visibilidad o menos oportunidades que los hombres. Estamos a un mismo nivel, tanto en las tareas a realizar como en el salario a recibir”. Y concluye con humor: “También creo que se nos tiene en bastante estima por nuestra capacidad para tolerar altas dosis de estrés y, por qué no decirlo, porque somos capaces de realizar varias tareas al mismo tiempo”.
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