La llegada de Take Kubo a la Real está causando un sensacional impacto tanto en Gipuzkoa como en Japón y eso que todavía no ha marcado ningún gol. Tiene cinco temporadas por delante para hartarse a hacerlo y lo intentará desde hoy ante el ‘Gladbach’ en su estreno como realista. También su llegada a Barcelona hace 11 años, cuando él solo tenía 10, fue un ‘boom’.
Su primer entrenador en el Barça fue Àlex Gómez, apodado Loinaz por sus colegas por su afinidad con la Real. “El chico vino a entrenar con nosotros y después del primer entrenamiento ya le dijimos al coordinador, Albert Puig, que había que ficharle”, dice en MD. Kubo tenía 10 años y el equipo era el alevín.
Se quedó con su hermano Eiji y su madre
Tras una semana en La Masía, el informe era favorable. El problema es que el Barça entonces no fichaba a futbolistas tan jóvenes, por lo que le propusieron que volviera a Japón, donde le tendrían monitorizado con el propósito de contratarle cuando abrazase la mayoría de edad. Pero tanto el jugador, todavía un niño, como su familia se negaron. Convencieron al Barça y se quedaron Take, su hermano Eiji, que luego fichó por el Madrid cuando lo hizo el realista hace tres años, y su madre. El aita fue el único que volvió a Japón.
“Lo que más me sorprendía de Take es que tenía una mentalidad japonesa, muy estricto, pero futbolísticamente era latino, pasional, con las ideas muy claras”, relata Gómez. “Un día nos dijo que él quería ser futbolista profesional y el mejor del mundo”. “Nos chocó que un niño tan pequeño tuviera unas ideas tan claras”, añade.
Y como “es muy inteligente”, aprendió muy rápido el castellano y entendía a la perfección el catalán, que era el idioma que se empleaba en el vestuario. Kubo se hizo grande y pasó todas las cribas a base de goles. Jugaba con futbolistas como Ansu Fati o Erik García, pero fue él el que batió el récord realizador, con más de 70 ‘txitxarros’ en un año. “Era un ‘killer’”, recuerda su entrenador. “Se adaptó perfecto al sistema del Barça y jugaba adelantado”.
Un folleto en un campamento
Kubo había llegado allí de una manera curiosa, que él mismo explica. “Un día, en Japón, vi un folleto de un campamento que decía que, si era el mejor, jugaría un partido con el Barcelona, y lo intenté. Fue el mejor del campamento y con el Barça. Eso le permitió permanecer cuatro años en La Masía, hasta la sanción de la FIFA al club culé, tras la que se fueron todos los menores de otros países.
“Los entrenamientos se los tomaba como si fuera la cosa más importante de su vida, cada entreno era vida o muerte”, dice Àlex Gómez sobre él. La mayoría se quedan en el camino, pero “esa calidad y esa actitud presagiaban que iba a llegar sí o sí”. El talento y esa la “mezcla de jugador japonés y latino” es lo que le hizo llegar lejos: “Era creativo, espontáneo y con decisión. Recogía el balón y encaraba, regateaba, chutaba. Todo lo que hacía era con convencimiento y serenidad”, dice su míster.
Por mor de la sanción, con 14 años, Kubo regresó a Japón, donde volvió a batir marcas de precocidad y despuntó en el FC Tokio y el Yokohama Marinos. Para cuando el Barça fue a por él con la mayoría de edad, el Madrid lo tenía blindado y convencido con un salario de 1,2 millones anuales. “Yo creo que explotará en la Real”, augura Gómez, que recuerda que, pese a no haber triunfado en Primera, ”cuando tiene regularidad, siempre genera algo, crea ocasiones. El contrario nunca puede dejarle mucho espacio porque si piensa, te la lía”. Ha venido a liarla. Esto empieza hoy.