El Athletic mereció ganar el pasado sábado pese a la empanada con la que saltó al césped del Sánchez Pizjuán, empanada que le costó ir medio partido a remolque del gol de Óliver Torres. Los leones chutaron a portería un total de 21 veces, el doble que su rival, y eso que los hispalenses, por delante en el marcador y con los renovados bríos de Sampaoli en el banquillo, salieron como un toro bravo de los corrales.
Los rojiblancos se rehicieron con mérito del destemple inicial y en la segunda mitad, ya con Vesga, el inesperado goleador, -lleva cuatro tantos en sus 18 últimos partidos- sobre el césped, se mostró mandón y superior a su rival. El Sevilla debe aún debe mejorar mucho para acercarse a sus prestaciones de las últimas temporadas.
Valverde, que en esta ocasión sí acertó con los cambios, al término del choque estaba satisfecho por la reacción de sus jugadores y por la intensidad mostrada. Pero en su fuero interno estará rabioso. El de Viandar de la Vera es exigente y sabe que pudieron y debieron ganar.
Un puntito más o menos
Al Athletic le faltó en este nuevo compromiso liguero un puntito de acierto de cara a la portería del Sevilla y un puntito, solo un puntito, se llevó. Regusto amargo o dulce, elijan ustedes mismos.
Por si acaso, se lo recuerdo. El de la presente temporada es el mejor arranque liguero del equipo bilbaíno desde la etapa de Ronnie Allen hace 52 años. Iribar, Rojo, Arieta… Fútbol a blanco y negro.
Y este sábado en San Mamés, partidazo contra el cuarto de la clasificación liguera, el Atlético de Madrid del Cholo Simeone. Un clásico con sabor a Europa. De ganar, el salto sería impresionante.