Nada habla mejor del estilo de liderazgo de Donovan Mitchell que su incredulidad al darse cuenta del error que cometió en los segundos finales de la victoria de sus Cleveland Cavaliers frente a los Atlanta Hawks por 114-102. La nueva estrella de la franquicia de Ohio se hizo con el último rebote del encuentro a 15 segundos de la conclusión arrebatándole el balón a Evan Mobley y se percató enseguida del enfado de sus compañeros dentro de la pintura. Jarrett Allen, el pívot titular de la plantilla, le persiguió con la mirada hasta que el reloj se puso a 0 y sonó el bocinazo definitivo.
Entonces se puso Mitchell las manos a la cabeza y le pidió rápidamente disculpas al ala-pívot, que de haber capturado el rebote hubiera cosechado su sexto doble-doble de la campaña. No se había percatado y no sabía lo que hacía. Su mala conciencia llegó hasta el vestuario, donde el All Star repitió sus disculpas y prometió que pagaría la próxima cena de la plantilla para compensar su involuntario gesto de falta de compañerismo.
Aunque parezca una tontería y mera estadística, a veces los jugadores de la liga se fijan mucho en estos detalles, que cuentan en una competición donde los números de cada deportista se revisan bajo lupa. Una posibilidad, aunque remota porque está todavía cumpliendo su contrato de novato, es que Mobley tenga un bonus económico según la cantidad de dobles-dobles que registre en un curso. La otra es que quiera usar ese número para negociar contratos futuros.
Sea como fuere, el gesto quedó en anécdota y una buena cena a cuerpo de rey en algún restaurante de rechupete por Cleveland.