A subasta un retrato de Lavinia Fontana cuya pista se había perdido

El retrato de Lucia Bonasoni di Garzoni de Lavinia Fontana que va a ser subastado en Segre, en Madrid.
El retrato de Lucia Bonasoni di Garzoni de Lavinia Fontana que va a ser subastado en Segre, en Madrid.JOHN A.F.LOUGH

La casa Segre subastará este martes en Madrid un retrato de Lavinia Fontana, pintora barroca tristemente sepultada por la Historia del Arte por ser mujer, aunque celebrada en los últimos años por instituciones como el Museo del Prado, que le dedicó recientemente una exposición. El precio de salida es de 50.000 euros. Y como sucedió en el caso Caravaggio, la procedencia de la obra y su futuro destino están rodeados de misterio. Lleva desde 1914 en la misma familia, pasando de una generación a otra, pero hasta el mes de abril estaba mal atribuida a la escuela boloñesa del siglo XVI.

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La historia de esta obra pintada entre los siglos XVI y XVII, según los análisis químicos realizados por Segre, revive en octubre de 2020 cuando “una familia de fuera de Madrid”, según explica Mercedes de Miguel, directora de la casa de subastas, sin dar más detalles de su identidad, acudió a la firma para inventariar varias piezas heredadas entre las que estaba este cuadro. Su intención era conocer su valor y hacer una testamentaría. Una imagen del retrato fue suficiente para que el experto en pintura antigua de Segre, José Luis Requena, se diera cuenta de que era una obra importante. “Hablamos con la familia y les dijimos que creíamos que era conveniente hacer un estudio”, cuenta De Miguel.

La cadena de contactos, análisis químicos y estudios que vinieron después forman parte del día a día de una casa de subastas cuando surgen este tipo de dudas. La primera llamada fue a una conservadora de un museo español que les derivó a Marco Tanzi, experto en pintura boloñesa. El especialista aceptó el encargo, y de enero a abril estudió la obra con todas las fotos y análisis que le enviaron, además de toda la documentación que pudo recopilar. La primera pista apareció en una ficha de una subasta en Florencia en 1914. En el catálogo de aquella venta aparece la pintura atribuida a Lavinia Fontana. “Era una atribución prudente, como no del todo convencida”, se lee en el informe de Tanzi, que, posteriormente, concluye: “Las características estilísticas y las decisivas analogías con la producción de retratos de Lavinia son suficientes para referir el lienzo a ella con certeza”.

Un familiar de los actuales herederos pudo haber adquirido el cuadro en la subasta de Florencia, según las pesquisas. “Tienen un abuelo de Bolonia, no les sorprendió”, dice Mercedes de Miguel. En 1914, se perdió la pista y la memoria de cómo pudo pasar de ser un lavinia a estar catalogado como escuela boloñesa. “La familia no tiene papeles, no se dedican al arte ni son expertos en este mundo”, afirma la directora.

A la derecha, el catálogo de la subasta de 1914 en la que se vendió el cuadro. A la izquierda, la referencia a Lavinia Fontana.
A la derecha, el catálogo de la subasta de 1914 en la que se vendió el cuadro. A la izquierda, la referencia a Lavinia Fontana.

Mayores complicaciones tuvo Tanzi para identificar a la retratada. “La efigie fue reconocida como Donna Lucia Bonasi di Carzo”, escribe el experto, “una mirada mínimamente más atenta nos hace comprender de inmediato que la inscripción [que aparece en el cuadro] ha sido repasada en algún momento que ahora se nos escapa, probablemente cuando hubo un cambio en el marco, ligeramente más estrecho, y su ubicación ya no era la original. Al faltar la memoria familiar, el nombre no se leyó correctamente y se olvidó la identidad de la dama. Se trata de Lucia di Annibale Bonasoni”. Una mujer de la élite de Bolonia, dedicada a la música, por eso aparece retratada con una partitura y un instrumento.

Fontana y Bonasoni no solo fueron pintora y retratada, también eran amigas. La prueba está en un documento fechado el 23 de abril de 1595. “En el bautizo de Constanza de Zappi, undécima y última hija de Gian Paolo Zappi y Lavinia Fontana, la madrina designada fue Costanza Sforza di Santa Fiora, esposa de Giacomo Boncompagni, pero al ausentarse ese día, Lucia Bonasoni actuó en su lugar”, se explica en el informe.

La subasta

Toda la documentación que recopiló Segre fue enviada a mediados de abril a la Junta de Calificación y Exportación de Bienes del Ministerio de Cultura, según confirman ambas partes. La casa de subastas podía haber esperado a tener preparado el catálogo de la venta de mayo, pero se adelantó, según explica su directora, y envió un PDF a la Junta para que pudiera ser valorado en la reunión mensual de este organismo que se encarga de repasar todos los catálogos de todas las subastas que se realizan en España y así poder aconsejar en la compra de piezas al Estado y autorizar permisos de exportación.

De ella hay precios dispares, salen pocas obras a la venta, escasean las referencias

Mercedes de Miguel, directora de Segre

Entre la documentación aportada por Segre, se incluye también el precio de salida de 50.000 euros. “De Lavinia Fontana hay precios dispares, salen pocas obras a la venta, por tanto, hay pocas referencias”, afirma De Miguel y pone como ejemplos cuadros de la pintora de conjuntos de mujeres valorados en 400.000 euros y otros retratos, como el que se va a subastar, en torno a los 40.000 y 50.000 euros. “El precio de salida está estudiado y es atractivo”, acompaña. Ya hay pujas por teléfono, ninguna, por ahora, por escrito. Es decir, el precio de salida está cubierto, lo que es más complicado es calcular cuánto puede subir. “Tiene que ser el mercado el que lo ponga”, opina De Miguel.

La obra lleva expuesta en Subastas Segre desde principios de mayo. Por allí han pasado unos cuantos curiosos, una romería mayor al trasiego habitual. “Sabemos que han venido de incógnito del Prado”, cuenta la directora. El museo se guarda de desvelar su estrategia para este martes. El Estado puede ejercer el derecho de tanteo sobre una obra en una subasta por lo que si una institución como el Prado estuviera interesada, un representante de Cultura acudiría a la subasta y una vez rematado el lote, levantaría la mano, se identificaría y el maestro de ceremonias diría en voz alta: “El Estado ejerce el derecho de tanteo”. “Es una faena si lo compra la Administración, entre otras cosas porque tardan en pagar, por la burocracia. Para nosotros es un honor tener hijitos en museos. Es prestigio”, cuenta Mercedes de Miguel.

El Estado puede ejercer el derecho de tanteo porque la obra tiene más de cien años

En el caso de que el retrato acabe en manos de un comprador extranjero y quiera sacarlo de España, tendrá que solicitar el permiso de exportación, ya que se trata de una obra de más de 100 años de antigüedad, y este es requisito indispensable, según la Ley de Patrimonio. Entonces, el Estado tendrá una segunda oportunidad para adquirirla. La incógnita se desvelará este martes, el mismo día de la subasta la Junta se reúne y decidirá si lo declara inexportable. Cuando suene el mazo por última vez se sabrá si el cuadro se queda en manos privadas o del Estado.


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