Agustín Casado, el goleador que nació junto a la Playa de los Muertos

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Agustín Casado, defendido por el alemán Patrick Wiencek en el Europeo.
Agustín Casado, defendido por el alemán Patrick Wiencek en el Europeo.RADOVAN STOKLASA (REUTERS)

Si las personas son hijas de sus tierras, el discurso de Agustín Casado es un buen reflejo de la vida tranquila y sin estridencias de Carboneras, la localidad almeriense flanqueada a ambos lados por dos escenarios imponentes: la playa del Algarrobico, con el esqueleto vacío del hotel que nunca llegó a ser, y la Playa de los Muertos. De ahí viene este central de 25 años que se está desplegando en el Europeo de balonmano, su primer gran torneo internacional, con la soltura de los viejos.

Su estreno en la absoluta se produjo apenas el pasado marzo, hace un año ni figuraba en la prelista del Mundial y ahora carga en Bratislava con la dirección y responsabilidad anotadora de un equipo que se quedó de un día para otro sin muchos de sus referentes, entre ellos, sin Raúl Entrerríos en la posición de central que ahora ocupa Casado. “Ha sido una progresión muy rápida en la selección. Me siento orgulloso porque me ha llevado mucho trabajo estar aquí. Venía con la confianza de ayudar al máximo, pero sí es cierto que las cosas están saliendo muy bien”, agradece con el tono bajo de un antidivo después de la sesión de pesas en el gimnasio del hotel. Él es, tras los cinco primeros partidos de España, el máximo goleador del vestuario (24 tantos con un 61% de eficacia) y el octavo jugador de todo el campeonato que más dianas ha generado (47, sumando las 23 asistencias), muy cerca de colosos como el noruego Sander Sagosen o el danés Mikkel Hansen.

En esta selección todavía impoluta antes de medirse este domingo a Noruega (20.30, Teledeporte; un empate le vale para entrar en semifinales), Casado se presenta como el mejor ejemplo de un conjunto capaz de aclimatarse rápidamente a un escenario tan impredecible como este Europeo, por las ausencias que arrastraba y la amenaza de la covid, con más de un centenar de contagiados entre todos los conjuntos (Cañellas y Tarrafeta en los Hispanos).

“Jugar tan seguido es lo más complicado para mí. Eso conlleva una dificultad porque cada partido es muy exigente y hay ciertos momentos en que no recuperas del todo [entre el cuarto encuentro contra Alemania y el quinto ante Rusia no pasaron ni 24 horas]. Y también está el tema covid. Hay cosas que no podemos controlar. Estamos en nuestra burbuja, entrenamos, volvemos, jugamos, volvemos… pero hay situaciones que no dependen de nosotros”, advierte.

Pese al lamento, su aportación ha crecido, precisamente, en estos dos últimos y exigentes duelos frente a germanos y rusos, con cinco y siete dianas, respectivamente, cuando su compañero Tarrafeta, el otro central, resultó positivo y él se quedó prácticamente en solo en la dirección. Ante Noruega le socorrerá nada menos que Dani Sarmiento, uno de los que, en principio, ya había cerrado su ciclo en los Hispanos (tiene 37 años) y que ha sido reclutado ante las bajas y para añadir experiencia en este momento decisivo del Europeo.

En la vida de Casado todo va muy rápido: en 2021 y en este inicio de 2022 llegó a selección; deslumbró con grandes actuaciones con su club (el Logroño); cerró el fichaje con el Meshkov Brest de Bielorrusia, actual conjunto de Champions; y ahora llama la atención en este torneo. Él suyo es uno de los mayores impactos del balonmano europeo de este curso, sobre todo desde que le clavó 26 goles al potente Magdeburgo, el líder de la Liga alemana, en el doble duelo de la Liga Europea, el segundo torneo continental.

“Cuando te van pasando este tipo de situaciones, a veces tienes esas pequeñas dudas de si vas a estar a la altura, pero son momentos muy puntuales. Cuando trabajas bien y te dejas el 100%, te quedas tranquilo”, señala. “Yo sigo teniendo la misma rutina, la misma ilusión. No sé lo que puede llegar a cambiarme esto. Es obvio que disputar un gran campeonato te abre muchas puertas, pero ahora estamos concentrados en el día a día. En el futuro, ya valoraremos. De momento, poca cosa”, zanja este chico de discurso serio y brazo rápido. Lo llaman el Comandante, un apodo que, como no podía ser de otra forma, no le genera, dice, ni frío ni calor.

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