Aitor Arregi: “Ojalá fuese un partido de seis puntos”


Aitor Arregi (Getaria, 48 años) no podrá seguir en directo el encuentro de mañana en Anoeta. Tiene un buen motivo: estará al mando de la parrilla del restaurante Elkano. Palabras mayores. Cuando finalice el servicio, lo primero que hará será preguntar por el resultado de un partido que mide a dos de los equipos de su corazón. Porque frente a la Real, entrenada por su amigo Imanol, estará el Villarreal, club en el que militó tres temporadas, ascendió a Primera y con cuyos dirigentes, Fernando Roig y José Manuel Llaneza, mantiene una estrecha amistad. Celebra el gran momento del conjunto txuri urdin, avisa de la calidad en ataque de los amarillos y espera un partido vibrante.



Para alguien como usted, será imposible ver un partido un domingo a las 14.00.

Todo es posible pero es una hora bastante intempestiva para mí. Me enteraré de lo que han hecho después. Ojalá fuese un partido de seis puntos, tres para cada uno.

Jugó en el Villarreal desde la temporada 97/98 hasta la 99/00. ¿Corazón dividido?

Por supuesto que un guipuzcoano siempre quiere lo mejor para la Real. Pero luego, las personas también prevalecen y ahí están Fernando Roig, José Manuel Llaneza o Javi Calleja, el entrenador, que también es excompañero. De hecho, fue el que me sopló el puesto en la banda izquierda. Es mucha la gente a las que les deseo lo mejor y que tiene color amarillo. Y qué decir de la Real, más si está un compañero, amigo y una gran persona como Imanol Alguacil Barrenetxea de entrenador.

Craioveanu recordaba ayer en este periódico a Imanol como una persona tímida. ¿Le está sorprendiendo como entrenador?

Es una persona con carácter y quizá demasiado buena persona, pero sabe decir sí y decir no en los momentos en los que tiene que hacerlo. Siempre lo ha dado todo y sabe estar en la playa con traje de baño y en misa con corbata. En el campo exige a todos lo que pueden dar y a la hora de repartir el premio, lo hace de manera ecuánime e intentando quedar en un segundo plano.

¿Mantiene contacto con Roig y Llaneza?

Mucho, porque lo que nos une no es el fútbol sino la gula (se ríe). Son apasionados de la cocina y de la viticultura. Además, cuando se termina la temporada solemos coger todos los trastos de Elkano y vamos allí a hacer la comida oficial.

¿Se imaginaba cuando jugaba en el Villarreal que el club tendría esta trayectoria?

Fue una gran suerte participar en su proyecto dese el comienzo, porque el año que entró Roig yo estaba allí. Al principio no teníamos ni campo de entrenamiento y ahora ves la ciudad deportiva, la infraestructura… Es algo de admirar. Muchas veces le comento que qué pena que no hubiese venido a Getaria, que estaríamos jugando la Champions (se ríe).

Oyarzabal, Merino, Odegaard… ¿Con quién se queda?

Primero me ilusiona mucho, mucho, mucho, y me faltan ‘muchos’, la gente de casa. Esos jugadores de Zubieta, del entorno, son la gran alegría de todos los que nos sentimos de la Real. Y luego miro con ojos especiales a alguien con cuyo padre compartí vestuario, que es Merino. Su padre es una persona de esas con las que a uno le gustaría convivir toda la vida, una gran persona. Y ahora me hace mucha ilusión cuando veo triunfar en Anoeta a ese chaval que jugaba con mi hijo en la plaza, en Burgos, o con otros chavales como un tal Denis Cheryshev.

¿Qué partido espera mañana?

Después de mucho tiempo, este año fui a ver al Villarreal en directo, en Ipurua. Me pareció un equipo que de medio campo para adelante tiene una velocidad y una técnica exageradas, exageradas. Y de la Real qué vamos a decir. Todos están enamorados de ese fútbol al que al principio se le puso un poco entre comillas a Imanol. Son dos equipos vistosos, que quieren jugar, así que a poco que el partido se anime no será un 0-0, sino un duelo con movimiento y bonito.

¿Qué plato cocinaría para esta Real? ¿Algo con salmón noruego?

No, no, no. Ahora tienen que comer verdel. ‘Sasoian, sasoikoa’, y ahora tanto la Real como todo el que venga a Gipuzkoa debe comer este verdel que van a empezar a pescar los barcos a bajura de Getaria. Es lo que tenemos más cerca y hay que disfrutarlo.

Arregi se fija especialmente en los futbolistas que, como él, ocupan el carril izquierdo. “Qué elegantes son ahora. Cuando veo este fútbol y me acuerdo del que jugábamos nosotros, creo que deberían llamarse de formas diferentes. Ni mejor, ni peor, pero diferente. Técnicamente les envidio muchísimo, y la capacidad física también es exagerada. Juegan el balón como si fuese ballet y la velocidad a la que se juega es una locura. Disfruto mucho”.



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