Akie Abe: “El partido de oposición doméstica” del primer ministro japonés



La carrera política de Shinzo Abe, quien vive sus últimos días al frente de Japón, siempre ha estado marcada por su familia. Su abuelo Nobosuke Kishi, primer ministro entre 1957 y 1960, estuvo encarcelado como sospechoso de cometer crímenes de guerra durante su etapa como máximo responsable económico de la China ocupada, la península de Corea y el estado títere de Manchukuo. Su padre, Shintaro Abe, que acabaría siendo ministro de Exteriores, se ofreció como voluntario para ser piloto kamikaze durante la II Guerra Mundial, pero el conflicto concluyó antes de que pudiera completar su formación. Este patrón incluye también a su mujer, Akie Abe, una primera dama fuera de lo corriente.Ella está acostumbrada a moverse en la élite social nipona desde mucho antes de conocer a su actual marido. Akie Matsuzaki –así se llamaba entonces–, nació en Tokio en 1962, en el seno de una familia privilegiada: su padre era el presidente de Morinaga & Co., una de las empresas textiles líderes del país. Cursó sus estudios en un colegio católico y comenzó su carrera en una firma de publicidad y relaciones públicas. En 1987, a los 25 años, contrajo matrimonio con una de las estrellas emergentes en la escena política del país: Shinzo Abe.Mientras su esposo ascendía hacia la cúspide del poder, ella se dedicaba a una actividad profesional cambiante. A mediados de los noventa, por ejemplo, trabajó como DJ en una radio local y pronto se convirtió en una celebridad bajo el apodo de “Akky”. Más adelante abriría una izakaya –taberna tradicional japonesa– orgánica.En 2006, Shinzo Abe fue nombrado por primera vez primer ministro, cargo que ostentaría durante apenas un año antes de dimitir por motivos de salud. Fue por aquel entonces cuando, con motivo de un acto oficial entre representantes de Japón y EEUU, la primera dama Akie Abe conoció a su contraparte, Laura Bush, esposa del presidente, George Bush. Akie quedó muy impresionada ante la norteamericana, activista contra el sida y comprometida con la defensa de los derechos humanos en Myanmar, lo que le llevó a decidir que ese era el modelo de primera dama que ella misma deseaba encarnar.Con el paso de los años, y después de que en 2012 Abe recuperara el puesto tras superar sus problemas de salud, ella se ganó el sobrenombre de “el partido de oposición doméstica” a causa de las posiciones que defendía en público. Akie se manifestó en contra del programa de energía nuclear o las subidas de impuestos impulsadas por su marido. También participó en el desfile del Orgullo Gay en 2014 para mostrar su apoyo a la causa LGBT y, al año siguiente, se fotografió delante de una plantación de marihuana para defender la cultura cannábica. “Las mujeres que no pueden expresarse acaban deprimidas”, declaró durante una entrevista con el medio local Japan Today.Este destacado e independiente perfil mediático también le ha llevado a protagonizar sus propios escándalos. Akie mantenía estrechas relaciones con el centro de educación Moritomo Gakuen, famoso por su índole conservadora y cultura militarista, hasta el punto de ser nombrada directora honoraria de una de sus escuelas de educación primaria. Sin embargo, se vio forzada a dimitir cuando salió a la luz que Moritomo Gakuen había adquirido terrenos públicos por una cantidad equivalente al 14% de su precio de mercado.Este episodio levantó mucha polémica alrededor de la figura de la primera dama, quien pese a no ser considerada una figura oficial sí que cuenta con el apoyo de funcionarios de varios ministerios. Desde entonces, Akie redujo su actividad en redes sociales como Facebook o Instagram, en las que a diferencia de sus predecesoras era muy activa.El matrimonio Abe no tiene descendencia. Según reconoció ella misma en una entrevista años atrás, en su día realizaron tratamientos de fertilidad que no dieron fruto. También admitió haber considerado, a propuesta de su marido, la posibilidad de adoptar un niño, una práctica poco extendida en Japón. “No tenía la confianza de educar a un hijo adoptivo de manera adecuada, por lo que nunca sucedió”, explicaba. “Creo que es el destino y tengo que aceptarlo: me casé con un político que se convirtió en primer ministro y no hemos sido bendecidos con hijos”.


Source link