Al encuentro de fósiles milenarios de mamuts en la gélida Yakutsk

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Hace poco estrenó su podcast Patricias, y hasta el 2 de abril estuvo con su espectáculo Flores en el Teatro del Barrio de Madrid. Aquí cuenta el inolvidable viaje que hizo a Siberia para participar en el documental Des-Extinción, de Alfonso Par. La película, que ha obtenido varios premios, se puede ver en la plataforma Filmin.

Así que fue a Siberia por trabajo… 

En 2018 contactaron conmigo de la productora Turkana Films y me ofrecieron coprotagonizar el documental divulgativo Des-Extinción con el paleontólogo Eudald Carbonell. Así que nos fuimos a Moscú en avión, de ahí tomamos un tren a Siberia y, al final hubo un pequeño tramo en coche hasta Yakutsk, la ciudad habitada más fría del mundo. Es la capital de la provincia siberiana de Sajá y puede llegar a 40 grados bajo cero.

¿Qué buscaban en Yakutsk?

Fósiles de mamut. En esa zona de Siberia, bajo la capa helada de permafrost, aún quedan huesos y animales enteros en muy buen estado. Allí los científicos están intentando devolver a la vida al mamut a base de aislar células, activarlas e implantarlas en óvulos de elefantas asiáticas. Grabamos en el Museo del Mamut y en el laboratorio de la Academia de Ciencias, donde nos enseñaron los fragmentos de estos animales que guardan en el congelador. De ellos toman las muestras de tejido.

¿Qué fue lo más impactante?

Recuerdo el cráneo de un mamut con los colmillos intactos y pelo en la cabeza. Tenía 18.000 años. Y vi a la estrella del museo: Yuka, una cría que murió hace 39.000 años. La encontraron en 2011 y está casi entera, solo le falta una parte de la cabeza.

Se pasaba el día junto a científicos.

En efecto. El director del museo nos lo enseñó todo a Eudald y a mí. Él estaba emocionado, a veces me decía: “Esta noche no voy a dormir”. Pero también conocimos a una familia de yakutos, un pueblo autóctono descendiente de los mongoles. Viven alejados de la ciudad y tienen unos caballos muy especiales, porque el medio ambiente hostil influyó en su genética y desarrollaron un pelo muy largo para adaptarse. Los yakutos se beben su leche y pastorean con ellos, a pesar de la poca vegetación que hay aquí. Son kilómetros y más kilómetros de blanco: parece el mar, pero en versión helada. Son muy hospitalarios y nos dieron a probar su comida, como la tripa de caballo, que tiene un sabor muy fuerte.

¿Viajó con la ropa adecuada?

Para mí nunca era suficiente, a pesar de que me puse ropa interior de lana merino y unos calientamanos dentro de los guantes. Por lo visto no hacía demasiado frío para ser marzo, pero a Eudald se le heló el bigote.

Pescado congelado en un mercado de Yakutsk (Rusia).
Pescado congelado en un mercado de Yakutsk (Rusia). Getty

¿Los lugareños llevan mal vivir a bajo cero?

Es sorprendente pero no, aunque tampoco se quedan charlando en la calle. En Yakutsk los sitios están muy acondicionados. Yo en la habitación del hotel, que parecía salido de una película soviética, llegué a abrir la ventana porque tenía calor. Fue un gran aprendizaje acercarme a esa manera de vivir y darme cuenta de que el ser humano se acaba adaptando a todo. ¡Y yo quejándome del frío de diciembre cuando estoy en Valencia!

En corto

¿Qué lugar desea conocer? Kenia, creo que voy a ir en verano.

¿Un plato memorable de algún viaje? Un tajín riquísimo en Marraquech.

¿Ciudad favorita de Europa? Valencia, por eso vivo allí.

¿La mejor vista? Guardo en la retina la Capadocia, en Turquía, con sus rocas y casas de piedra.

Algo que nunca falta en su maleta. Bragas, muchas bragas.

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