Alumnos golpeados en lo académico y con peor salario en el futuro


El confinamiento y la irrupción sorpresa de la enseñanza virtual en España pilló a Sthefany en marzo con la única asistencia de un móvil incapaz de descargar archivos. Encerrada en el pequeño piso que comparte en A Coruña con su madre, sus dos tíos y su prima pequeña, esta estudiante de 14 años recibía las tareas para seguir el curso por la pequeña pantalla del teléfono y con datos limitados. “Para mi hija fue mortal no poder asistir a clase. Le costaba mucho seguir el ritmo sin que nadie le explicara las cosas. Se agobió mucho”, cuenta Mónica F., su madre, con la que Sthefany llegó hace dos años procedente de su país natal, Colombia. En su casa no había posibilidad de firmar un contrato para tener conexión a Internet porque todos sus moradores son inmigrantes irregulares. Los trabajos esporádicos que le permitían a su madre ganar lo justo para pagar el piso y salir adelante con lo mínimo fueron fulminados por el coronavirus. Las letras sin pagar de la vivienda y las preocupaciones empezaron a acumularse.

Tras el cierre de los centros educativos el pasado marzo, la falta de recursos de muchas familias españolas salieron a la luz: el 11% de los 8,2 millones de alumnos de enseñanzas no universitarias no tuvieron Internet en casa o dispositivos digitales. Esos chavales, que antes de la pandemia ya partían con desventaja, vieron cómo las carencias de sus hogares se colaban todavía más en su trayectoria académica y, en el largo plazo, en su camino hacia un futuro laboral.

“El cierre de los colegios por la pandemia ha resultado en una interrupción de la provisión de educación que producirá pérdidas de aprendizaje y un aumento en la desigualdad educativa”, sostiene Ismael Sanz, profesor de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos y coautor de una reciente revisión de la literatura científica internacional sobre los efectos de la clausura de los centros en el futuro de los estudiantes. “Las conclusiones de los diferentes trabajos van en la misma dirección: el impacto negativo de la crisis sobre el bienestar de los niños es especialmente grave para aquellos con padres con bajo nivel educativo y bajos activos”, remarca. Y lo más relevante, según una investigación a partir de los datos del estudio PIACC (una evaluación similar al Informe PISA de la OCDE pero aplicado a la población entre 15 y 65 años) se extrae que los estudiantes actuales perderán hasta un 2,6% de ingresos a lo largo de su carrera profesional como consecuencia de la pérdida de aprendizaje y habilidades generada por la pandemia. Los más afectados serán los alumnos con menos recursos.

El bajón académico provocado por la covid se agudiza en el caso de los escolares de hogares empobrecidos por varias razones, explica Alberto Casado, director de Advocacy de Ayuda en Acción ―una ONG que trabaja con 79 centros escolares en España, a los que ha brindado tabletas estos meses―: “Aquellas escuelas con una población con mejor situación económica se adaptaron mejor a la educación a distancia. No es solo tener un equipo o conectividad, sino un padre o una madre que aliente en ese tipo de educación. Y para eso hace falta tiempo y capacidades”.

Coincide en este análisis Isabel López Vinuela, la vicedirectora del IES Rafael Dieste de A Coruña, donde estudia Sthefany. “A veces no solo basta con darles el material informático, sino que es muy importante la motivación de los hijos y las expectativas de los padres y eso muchas veces está en relación con el nivel económico”. Un 27% de los niños que viven en España están en riesgo de pobreza según el último dato oficial, previo a la pandemia, pero Ayuda en Acción teme que el golpe de la covid eleve el porcentaje por encima del 30%.

Según uno de los estudios analizados por Ismael Sanz con datos de Estados Unidos, en los próximos años se producirá una reducción del 3,8% en la tasa de graduación en secundaria entre los alumnos que actualmente tienen entre 4 y 14 años, así como una disminución del porcentaje de jóvenes con estudios superiores del 2,7%.

En otro de los informes recopilados por el investigador realizado en Bélgica en junio de 2020, se detectó que los estudiantes de 6º de primaria del curso 2019-2020 experimentaron una “pérdida de aprendizaje significativa” en todas las materias evaluadas. En Matemáticas, fue del 18,6% y en Lengua del 28,6%.

Una encuesta a familias de estudiantes en Alemania mostró que el tiempo que los niños dedicaron durante el cierre de los centros a actividades escolares se redujo de 7,4 a 3,6 horas, mientras que aumentaba el destinado a televisión, videojuegos y teléfonos móviles. Solo el 6% de los estudiantes alemanes tuvieron lecciones en grupo en línea a diario durante el confinamiento y más de la mitad las tenía menos de una vez a la semana.

“Las consecuencias son visibles en diferentes países, parece una tendencia global”, apunta Sanz. Un estudio del centro de investigación estadounidense Brookins Institution estimaba el pasado septiembre una pérdida global de aprendizaje de hasta 16 puntos en el Informe PISA (que mide las competencias de los alumnos de 15 años en Ciencias, Matemáticas y comprensión lectora en los países de la OCDE), así como un incremento de la proporción de estudiantes que no adquieren un nivel mínimo de competencia del 40 al 50%, a lo que se sumaba el peligro de que unos siete millones de estudiantes abandonen la escuela, siendo peores los efectos para las niñas y los grupos vulnerables y marginados.

La bajada de ratios

La contratación de más de 39.000 docentes extra en las 17 comunidades autónomas apenas ha permitido que se bajen las ratios de alumnos por aula, que han permanecido en unos 25. Aunque durante décadas la evidencia científica en el campo de la educación no mostraba una relación directa entre los beneficios de una ratio reducida y una mejora en los resultados académicos, en 2011 un estudio publicado por la Universidad de Harvard introdujo una novedad: los alumnos que durante la primaria y la secundaria acuden a aulas de tamaño reducido —unos 15 estudiantes—, presentan con los años mayor capacidad de perseverancia, esfuerzo e incluso estabilidad emocional. Además, esos estudiantes tienen mayor probabilidad de continuar sus estudios más allá de la etapa obligatoria. Por ese motivo, los expertos consultados creen que podría ser una buena medida de cara a resolver en los próximos cursos las grietas provocadas por la pandemia.

Estar asignado a clases pequeñas —una asignatura todavía pendiente en España, salvo en las zonas rurales— incrementa en 1,8 puntos la probabilidad de llegar a estudios superiores a los 20 años. Los estudiantes de clases más reducidas también muestran otros resultados positivos a largo plazo como una mayor probabilidad de tener una casa en propiedad o ahorros en planes de pensiones. “Puede ser beneficioso para las habilidades no-cognitivas a los 18 años, como la determinación, el esfuerzo, la perseverancia, el carácter social, la estabilidad emocional, la disposición a asumir responsabilidades y llevar a cabo iniciativas”, explica Sanz.

Basándonos en la evidencia empírica disponible, concluimos que la disminución de la ratio podría tener resultados efectivos en el largo plazo en España, podría incrementar las tasas de graduación y podría generar que un mayor porcentaje de jóvenes continúe sus estudios al finalizar la ESO”, apunta Almudena Sevilla, coautora de la revisión de la literatura científica junto a Sanz. Un dato positivo si se tiene en cuenta que España tiene la mayor tasa abandono escolar temprano de la UE, un 16% frente al 10,3% de media europea.

Crecen los problemas emocionales

A la pérdida de conocimientos por el cierre de las escuelas y el formato online se suman las cicatrices emocionales. “En septiembre volvieron muy desanimados, la falta de interacción les afectó mucho porque los adolescentes son sociales”, explica Marina Bel, directora de un instituto público de Terrassa (Barcelona). En este centro intentan abordar los crecientes problemas emocionales con los psicopedagogos del centro. “Pero no dan abasto”, admite la directora. Y añade que uno de los escollos en estos casos son las propias familias. “Están los que no tienen recursos para pagar la ayuda para sus hijos, pero también están los que niegan el problema”.

En los institutos la figura del orientador es ahora clave, pero mientras la Unesco recomienda uno por cada 250 alumnos, la media en España está en uno por cada 800. “Se han saltado etapas de madurez social y hacen tonterías que no son propias de su edad”, apunta la directora, informa Ivanna Vallespín.

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