Angela Merkel apela al coraje de los alemanes durante la reunificación para combatir el coronavirus

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Lothar de Maizière, en su despacho de Berlín el pasado 16 de septiembre.
Lothar de Maizière, en su despacho de Berlín el pasado 16 de septiembre.Patricia Sevilla Ciordia

Lothar de Maizière abre un libro de la mesa de su despacho y lee en perfecto ruso la dedicatoria escrita a mano por su “amigo” Mijaíl Gorbachov. Junto al que fuera canciller Helmut Kohl, los dos forman parte del puñado de figuras clave de la reunificación alemana que ahora cumple 30 años. De Maizière (Nordhausen, 80 años) fue el primer y último jefe electo de Gobierno en la entonces República Democrática Alemana (RDA) tras la caída del muro y ministro para Asuntos Especiales en el primer Gabinete de Kohl, del que dimitió tras ser acusado de informar para la Stasi, algo que él siempre ha negado.

De Maizière es la historia viva de unos años cruciales para el destino de Alemania y de Europa y recibe a EL PAÍS en su despacho de abogados en el Oeste de Berlín. Expolítico y músico profesional recuerda aquellos días en los que “había mucho entusiasmo” porque la gente pensaba que cuando llegara la reunificación, “todo sería como en Occidente”. No ha sido tan fácil, pero pese a las dificultades, De Maizière cree que la equiparación entre el Este y el Oeste es prácticamente una realidad en la celebración del 30 aniversario de la reunificación. Como jefe de Gobierno, De Mazière firmó el Tratado Dos más cuatro, donde las dos Alemanias rubricaron con Francia, el Reino Unido, EE UU y Rusia para recobrar la plena soberanía en Moscú, en 1990. Tuvo entonces una joven ayudante cuyo dominio del ruso le resultó muy útil: Angela Merkel.

Pregunta. La reunificación fue a toda prisa. Les sorprendió incluso a ustedes, los que estaban al frente.

Respuesta. [El canciller] Helmut Kohl presentó su plan de 10 puntos el 28 de noviembre de 1989 y probablemente pensó que tardaría cinco u ocho años en lograrlo, nadie esperaba que ocurriera tan rápidamente. Yo dije entonces que estimaba que lo hiciéramos tan bien políticamente como para poder asistir con un equipo olímpico unificado a Barcelona en 1992. Eso iba a ser dos años después y en realidad no tardamos ni siquiera un año. La historia a veces sucede con gran brusquedad. Todo se desmoronaba. La mejor gente de nuestro país se fue a Alemania Occidental, la mayoría no veía perspectivas en la RDA. Querían la reunificación lo más rápido posible y así llegó.

P. ¿Por qué?

R. La reunificación fue la restauración de la normalidad. Sabíamos desde finales de los años sesenta que el sistema socialista no funcionaba. Los alemanes del Este esperábamos mucho en el 68, de la Primavera de Praga. Pero cuando fue aplastada y los soviéticos invadieron la ciudad, la distancia con el sistema se hizo mayor para muchos; sabíamos que esto no podía ser la solución histórica para nosotros.

P. Fuera, no había tanta prisa. El mundo temía a una Alemania unida.

R. Se temía que Alemania mostrara tendencias hegemónicas. [François] Mitterrand y especialmente [Margaret] Thatcher estaban muy en contra. También temían el poder económico de Alemania. Francia e Inglaterra juntas tenían un producto nacional bruto inferior al de Alemania en ese momento, pero estaba claro que Alemania no quería dominar Europa, sino ser un socio en condiciones de igualdad.

P. ¿Cuál fue el principal motor de la reunificación?

R. La razón principal fue que la RDA estaba económicamente acabada, ya no era competitiva. Kohl jugó un gran papel, pero Gorbachov aceptó la reunificación en contra de la voluntad de su pueblo. Cuando fui a Moscú en 1990, Angela Merkel [hoy canciller alemana] era mi viceportavoz y viajó conmigo.

P. El portavoz primero no fue porque tenía miedo a volar.

R. Así es. Además vino conmigo, porque ella habla ruso perfectamente. Le dije: “Angela, toma el metro, el autobús y habla con la gente. Quiero saber qué opina el ruso de a pie sobre la unificación alemana”. Cuando volvió comentó: “La situación es muy mala, la gente dice: Stalin ganó la Segunda Guerra Mundial y Gorbachov está a punto de perderla”. Aún hoy Gorbachov es muy impopular entre los rusos, porque entregó a Alemania del Este con demasiada facilidad. Hay que recordar que cuando se llegó al acuerdo, todavía había más de 400.000 soldados soviéticos en la RDA, la mayoría de ellos oficiales con sus esposas e hijos, es decir, tres cuartos de millón de ciudadanos soviéticos. Tuvieron que construir apartamentos para ellos en Rusia. La reunificación fue un gran desafío para los rusos, como lo fue para los alemanes del Este. Y los alemanes occidentales, siempre digo, como mucho tuvieron que cambiar su código postal, nada más.

P. ¿Cómo era el estado de ánimo aquellos días en el Este?

R. Había mucho entusiasmo porque la gente pensaba que cuando llegara la reunificación, todo sería como en Occidente. Que la reconstrucción cuesta tiempo, dinero y esfuerzo hubo que aprenderlo.

P. Grandes expectativas y enormes decepciones después.

R. El principal problema era que la industria en la RDA no era competitiva y muchas empresas murieron y al principio hubo mucho desempleo. Es una sensación extraña cuando uno se despide de un Estado que ha sido toda su biografía y te dicen que a partir de mañana estarás en otro país. Los alemanes del Este estaban conmocionados, tuvieron que aprender un nuevo sistema político, económico, legal, educativo. Nuevos valores de la sociedad… Todas las experiencias de vida que uno tenía como alemán oriental se habían vuelto inútiles y había que aprender todo de nuevo.

P. Los indicadores hablan de una creciente convergencia, pero la amargura, aunque minoritaria, se ha vuelto últimamente más perceptible.

R. Tengo un amigo abogado checo y le pregunté cómo es que la gente es más feliz en Praga que aquí. Me dijo que ellos todavía se comparan con el pasado y nosotros con el Oeste. La gente quería ser independiente, pero seguimos sin serlo. Todas las posiciones relevantes están ocupadas por gente del Oeste. Los alemanes del Este a menudo se sienten ignorados. Hemos contratado a miles de jueces, pero todos han estudiado en el Oeste. Si nos fijamos en las universidades, los tribunales, las fiscalías, etc., en todas partes los alemanes del Oeste ocupan puestos de liderazgo. Por otro lado, los alemanes del Este tampoco lo han aprendido.

P. ¿Qué deberían haber aprendido?

R. A vivir con autodeterminación. La RDA era un Estado guardián, que decidía todo, y la gente no aprendía a vivir sus vidas de forma autosuficiente. El Estado era el padre castigador y la madre cuidadora a la vez. Todavía esperan que alguien decida por ellos. La gente quiso deshacerse del padre castigador y ahora están bastante sorprendidos de haberse deshecho de la madre cuidadora al mismo tiempo.

P. Ahora se habla mucho de la falta de reconocimiento como causa del descontento que anida en el Este.

R. Los jóvenes se las arreglaron más rápido que los mayores. Hay un dicho que reza que no se debe trasplantar un árbol viejo, y para la gente que ya era mayor la magnitud del cambio era demasiado extenuante.

P. ¿Se pudo haber hecho de otra manera?

R. Siempre me preguntan qué errores se cometieron, pero no qué salió bien. Conduzca por la antigua RDA y mire las ciudades, cómo se han restaurado los edificios históricos, cómo ahora tenemos casi la misma tasa de desempleo en el Oeste que en el Este. Ha habido problemas, el restablecimiento de este sistema de propiedad fue difícil y no siempre justo. Y la cuestión de las jubilaciones en la RDA también lo ha sido, porque no teníamos un fondo de pensiones como ahora y los ciudadanos no habían pagado a este fondo durante 40 años. Eso sigue siendo así hoy en día, con las pensiones en el Oeste más altas después de 30 años. Kohl dijo que en cinco años habría paisajes florecientes. Llevó más tiempo, pero en general, tenemos los paisajes florecientes. Las ciudades de Alemania del Este están mejor restauradas que la cuenca del Ruhr [en el Oeste], los hospitales, las escuelas, las universidades están todas restauradas.


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