Anoeta, a 28.142 pulsaciones


De acuerdo. Este horario no hay por dónde cogerlo. Un miércoles a las siete de la tarde, oiga. A ver cómo se las arregla el pueblo para acondicionar su turno de trabajo y poder ir a ver a esta Real que emociona tanto. Pero cuidado. Esto no es nuevo. Hace mucho que existen las jornadas intersemanales. Lo que ha cambiado es la respuesta de la afición. Si antes se dejaba ver por Anoeta a duras penas en estas mismas circunstancias, ahora acude en masa.



Y eso que el Levante es un visitante que obedece más a la rutina más ramplona de la Liga. Especializado como está en amargar el día a la parroquia, pero huésped de perfil no demasiado ostentoso, de esto no cabe la menor duda. O sea que no el Barcelona o el Real Madrid.

Dio igual. A la afición le apetece ver el fútbol en directo, donde mejor se distingue quién es el bueno. Rescatar al malo de la película siempre es más socorrido: el árbitro. Aunque dirija el partido de su vida. Es complicado que huya de su rol de antihéroe. Ni con la irrupción del VAR.

Mario
Melero
López fue abucheado por Anoeta en muchas fases de un partido en el que no tuvo demasiado que ver atendiendo sólo al resultado. Dejó de señalar alguna falta a la Real, permitió que el Levante perdiera el tiempo… Detalles que distan de ser nuevos para una grada curtida. El fútbol en Anoeta hoy en día es más emocionante que todo eso.

Como si fuera un gol

La implantación de los videos en mitad de los partidos alargan las jornadas. Que sea justo o no es motivo de una división de opiniones inherente al subjetivo deporte rey. Lo que está claro es que el VAR retrasa el final. Una de las conclusiones más defendidas por el campo profesional y social del fútbol es que, además, se mete de lleno en la mente de los equipos.

Hubo quien, al amparo de semejante teoría, celebró la derogación del penalti al Levante como si fuera el gol del empate. El colegiado vio que Zubeldia cometió mano dentro del área en el minuto 63. Dos después, rectificó. Explosión de júbilo en la grada. En aquel momento, el 1-2, perder, quedaba en un segundo plano.

En la media hora larga que restaba para el final, la Real no fue capaz de sacar jugo al presunto empujón anímico que supone la intervención positiva del VAR. Y eso que la poblada grada de Anoerta vibró con este lance, a la postre insignificante. Fueron 28.142 pulsaciones que latieron a la vez. Demasiadas emociones.


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