El 27 de febrero, tres días después de invadir Ucrania, Putin puso en “modo especial de combate” su arsenal nuclear en respuesta a las sanciones de Occidente y a las “declaraciones agresivas” que según el mandatario ruso se habían vertido desde la OTAN. Unos días después, su ministerio de Defensa aseguró que se habían descubierto en Ucrania pruebas de la “eliminación de emergencia” de rastros de un supuesto programa biológico-militar. La OTAN, Estados Unidos y otros países calificaron esas afirmaciones de bulos y alertaron de que estas acusaciones podían esconder una estrategia de “falsa bandera”: no sería más que un pretexto para atacar Ucrania con estas mismas armas. En este contexto, el 24 de marzo la Alianza anunció que activaba sus defensas contra ataques nucleares, biológicos y químicos, una prueba de que se toma esta amenaza muy en serio.
Las nucleares, químicas y biológicas constituyen el grupo de armas consideradas de destrucción masiva. ¿Se han usado antes en otros conflictos? ¿Qué tratados internacionales las regulan? ¿Puede Putin llegar a cruzar esa línea roja? ¿Qué poder de destrucción tienen? Andrea Rizzi, corresponsal de asuntos globales en EL PAÍS, y Guillem Colom, doctor en seguridad internacional y editor de Global Strategies, responden en este vídeo a estas y otras preguntas sobre este tipo de armamento.
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