Arranque mostrando credenciales


“Esa temporada fue la mejor de las tres. La gente se queda con los títulos, pero en cuanto a juego y en cuanto a goles, esa temporada fue la mejor”. Las palabras de López
Ufarte resumen a la perfección lo que fue la temporada 1979/80 para la Real, inolvidable porque resultó ser la de la imbatibilidad, con 32 partidos seguidos sin conocer la derrota, 38 si se suman las últimas seis de la temporada anterior, pero también frustrante porque a la Real se le escurrió el título entre las manos en la penúltima jornada, en Sevilla, cuando lo tenía todo a su favor para obtener su primer entorchado liguero. MD repasará durante la presente semana lo que fue una campaña con epílogo doloroso, pero que anunciaba mucha gloria y de cuya resolución se cumplen 40 años.

En términos de Martín
Lasarte, la Real salió quemando aceite. Ganó tres de los cinco primeros partidos y ya mostró ciertas credenciales que le ubicaban como uno de los candidatos al título, aunque esa condición se le fue ganando con el transcurrir de las jornadas. Los triunfos hubo que sudarlos, costó sacarlos, pero lo que resultaba imposible hasta el final era ganar a la Real. “Nos creíamos un equipo imbatible”, reconoce Roberto
López
Ufarte. “Todo el equipo sabía lo que teníamos que hacer. Éramos un equipo muy equilibrado, habíamos jugado juntos muchos partidos y estábamos muy compenetrados en todos los sentidos”.

En la primera jornada, los donostiarras vencieron ante Las Palmas con un solitario gol de Idígoras y merced a un penalti parado por Arconada. Fue el primero de los 32 partidos en los que la Real no dio su brazo a torcer. En la segunda jornada, los de Ormaetxea pusieron la pica en San Mamés, con un único ‘txitxaro’ de Satrústegui. En la jornada 3, no pasaron del empate a cero contra el Valencia y en la 4, la igualada fue fuera de casa, en Vallecas, con otro tanto de Idígoras.

Triple voltereta ante el Barça

Pero fue en la jornada 5 cuando las cosas empezaron a pintar verdaderamente bien para los txuri urdin, que derrotaron 4-3 al Barcelona en su templo de Atotxa. ‘La fe mueve montañas y marcadores”, fue el titular de la crónica de aquel partido en Mundo Deportivo. En el minuto 89, Diego, aprovechando un barullo en el área culé, decantó a favor de la Real un encuentro disputadísimo en el que se adelantó el Barcelona merced a Simonsen. Alonso y Kortabarria le dieron la vuelta, Heredia y Sánchez perpetraron otra voltereta y en los últimos nueve minutos, Zamora y Diego consiguen un triunfo que ya olía a temporada grande.

BixioGorriz, el jugador de la Real que más partidos ha disputado en su historia, vivió esa campaña desde el banquillo, ya que los titulares solían ser Kortabarria y Gajate: “Tengo el recuerdo en el banquillo, cuando empezaban los partidos, sobre todo los de fuera de casa, que a los 10 minutos nos mirábamos todos y sonreíamos pensando: ‘Este partido no lo perdemos’ Era una sensación de seguridad, de confianza en aquel bloque”, dice el irundarra. El central eterno fortalece su argumento: “Siempre pensábamos lo mismo, que si teníamos alguna ocasión, con Satrus o López
Ufarte arriba, la meteríamos, sino, empataríamos porque perder…”.

Algunos lo conceptúan como el mejor partido jamás visto en la historia de Atotxa, aunque tuvo un final infeliz para la parroquia realista. El 3 de octubre de 1979 la Real Sociedad derrotó (2-0) al Inter de Milan en un encuentro pleno de energía y de fútbol en el que el pequeño campo del Duque de Mandas estalló. Los dos goles de Satrus en la segunda parte, el segundo a 13 minutos del final, no fueron suficientes para voltear el 3-0 de los ‘nerazzurri’ de la ida. Los trasalpinos emplearon una violencia inusitada y poco penalizada por los árbitros que desesperó a la parroquia txuri urdin. “Me acuerdo de la grada, del calor de la gente. La Real hizo un gran partido y si te soy sincero, creo que la Real mereció pasar aquella eliminatoria”. Son palabras de Gabriele Oriali, titular aquella noche en el Inter. “Fue un partido tremendo, se le pueden poner todos los calificativos posibles”, dice Zamora.



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