Aterriza como puedas: camareros hablan de sus peores resbalones y tropiezos bandeja en mano


En España hay más de 250.000 locales de restauración, según el INE de 2015. Eso son muchos, muchos, camareros. Son los encargados de paliar el hambre y la sed de buena parte de la población y, en ocasiones, no son tratados como es debido. A ellos, como camareros, ¿qué les molesta de los clientes? Y a los clientes, ¿qué hacemos –sin querer– que provoca en el camarero ganas de mandarnos al… bar de enfrente?

Hemos creado un grupo de WhatsApp con 11 camareros y camareras de diferentes establecimientos, tanto bares de copas como de tapas, y con unas edades comprendidas entre los 21 y los 56 años. Les propusimos confesarse con la promesa de guardar su anonimato. Esto es lo que más les molesta:

Tengo un nombre, ya te he visto y, sobre todo, NO-ME-SILBES

Vas corriendo por la terraza y te llaman chistando, o peor, silbando, y dices con buena cara “ahora mismo voy”, pero no se dan por aludidos y te llaman de nuevo con un “perdooonaaaa”. ¡Ya voy!

“¡Rubiaaaaaa atiéndeme!” No voy a hacer comentarios al respecto.

Que nos silben o nos llamen con golpecitos en la barra. O peor, que nos llamen dando golpes en la barra con el vaso o la botella.

Cuando estás dentro de la barra y te tocan o te agarran, del brazo o la camiseta, para que me atiendas. ¿Imaginas hacer eso en otro negocio? ¿Agarrar a alguien en Correos para que te haga caso?

Solo un viaje por cada café, por favor

Que te pidan un café calentito porque hace frío y cuando se lo llevas digan “joder cómo quema, ¿me puedes echar leche fría?”. Se la echas y cuando vuelves, solo cuando vuelves, añadan “ay hija perdona, tráeme sacarina, que estoy con la dieta”.

Que te pidan el café y, cuando se lo llevas, se acuerden de que el café es caliente y decidan que lo quieren con hielo. Que les lleves el hielo y entonces se acuerden de que el café les da sed y decidan que quieren un vaso de agua. ¡Sí! Tres viajes a la mesa por un euro.

Las últimas incorporaciones en las rondas de chupitos

“Tres chupitos de tequila”. Los pones. “Ponme otro, que ha venido un amigo más”. Lo pones. “Ay, ¡otro más, por favor! Y así todas las rondas.

Las formas al pagar

Que te tiren a la barra los billetes. Especialmente cuando te tiran un billete de 5 euros como si fuera de 500.

ME-QUIERO-IR-A-MI-CASA

Estás cerrando el bar, está todo limpio. Has dado indicios por activa y por pasiva de que estás cerrando: la luz apagada, sin música… Y que la gente siga ahí, con su cubata ‘aguachado’, a oscuras… ¡Como si fuera una cita o algo así!

Cuando entra alguien a las 5 de la madrugada y pregunta: “¿Es que estáis cerrando?” ¡No, hombre! Hemos apagado la música, estamos limpiando y no hay clientes, ¡pero pasa!

“Oye, puedo fumar ya, ¿no? Como estáis cerrando…”. Claro que sí, ¡mucho mejor que irte! Enciéndete uno y ahora me lo pasas.

Los clientes desconfiados

“Un cortado descafeinado. Pero descafeinado, ¿eh?”. Sí señora, no se preocupe. “Oiga, ¿seguro que es descafeinado?”. Sí, señora. “Pero seguro, seguro, ¿no? Que luego no puedo dormir”.

Los clientes indecisos

“Póngame una de rabas, una de calamares, una de ‘pescaíto’…” Entonces salta el padre: “No, quita la de calamares y pon una de chopitos”. Entonces la madre: “No, no, quita la de rabas y pon unas bravas, que si no el nene no come”. Tú quitando comandas, poniendo comandas… Y llega la abuela: “Vámonos a otro sitio, que esto es muy caro”. A la mierda la comanda.

Que te llamen 15 veces y, cuando llegues, se pongan a mirar la carta porque todavía no lo han hecho. “Espera, que no hemos decidido…”

Botellón en la terraza

Sales a la calle a recoger y hay tres vasos… Y cinco litronas. Las recoges y aún encima saltan los dueños y te dicen “eh, ¡no te las lleves, que son nuestras! Estoy en la calle y puedo beber lo que quiera”. No, perdona, ¡estás en una terraza! Yo siempre me las llevo. El que quiera beber litros, que se vaya al parque.

Clientes autosuficientes

Se cae una bebida en la mesa y, antes de avisarte, intentan limpiarlo con servilletas. Luego tienes que ir a limpiar la mesa igual y, de propina, llevarte una masa de papel mojado.

Cuando llevas la bandeja en perfecto equilibrio y se empeñan en coger o dejar los clientes las botellas y platos directamente sobre ella. ¡Que me desequilibras! Mención especial a los niños, que agarran los batidos de chocolate con una voracidad… Les falta colgarse de la bandeja.

Niños sueltos

Cuando hay mucha gente y vas corriendo con la bandeja, y hay muchos niños corriendo. En serio, la bandeja parece un imán para las cabezas de niños, parece que les encanta estamparse con ella.

Estoy trabajando, no quiero ligar

Llevas todo el día detrás de la barra y, cuando estás a punto de irte, llega el más borracho en 30 km a la redonda. “¿Te he dicho que eres la más guapa de todo el pueblo? Apúntate mi teléfono, ven”. Puagh.

Los piropos, todos. De los guarros a los que supuestamente van sin baboseo. Y sobre todo: ¡prohibido tocar! En Nochevieja un tipo se aprovechó de que llevaba cinco vasos en cada mano para tocarme el culo. Esos diez vasos lo salvaron de un guantazo.

Que te pidan amistad en Facebook. Increíble, pero pasa.

Alquimistas y amantes de las manualidades

La gente que termina de tomarse el café y, entonces, empieza su trabajo: hace pedacitos el sobre de azúcar, lo echan dentro del vaso y lo amasan con el azúcar y café restante.

Todo el que se dedica hacer trocitos, como si fuera confeti, con servilletas o manteles.

Cuando no estás trabajando

Cuando ves a clientes estando de fiesta y te dicen “anda, ¡si tienes piernas!”.

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