Bad Gyal: “No hace falta ir diciéndole a la gente lo que piensas de su cuerpo”


“He llevado looks de mierda. O sea, he metido mucho la pata, pero probando he encontrado mi personalidad”. Bad Gyal (Alba Farelo; Vilassar de Mar, de 24 años) nos recibe en el camerino de París donde se prepara para la sesión fotográfica que acompaña este texto. Acaba de volver de Miami, donde ha pasado un mes grabando temas para su primer álbum con Scott Storch, productor entre otros de Dr. Dre, Nas, Pink o Lil’ Kim, y el puertorriqueño Nely “El Arma Secreta”, responsable de algunos de los mayores éxitos de las estrellas del reguetón, como ­Daddy Yankee y Don Omar. Se siente “agradecida y demasiado afortunada”. Cuando hablamos con ella, está inmersa en el cuasi quirúrgico proceso de pegado y colocación de su peluca. A punto de enfundarse en un vestido escultórico. “Soy consciente de que exploto mi cuerpo para mi trabajo y que es parte de mi personaje, que yo me he puesto en ese lugar y que la gente va a opinar, pero no soporto que me digan todo el rato qué tengo que hacer con él”, cuenta.

Bad Gyal asegura que pasó por “fases de pija y hippy” antes de encontrar su identidad estética. En esta imagen, lleva bodi blanco de licra con cristales bordados de Adriana Hot Couture, chaqueta bordada con flores de Schiaparelli y pendientes de oro vintage. Alice Rosati

Bad Gyal entiende la celebración de su sexualidad como una herramienta de empoderamiento, además de instrumento de marketing. “Hace años, estaba en un momento en mi vida en el que no había nada que me motivara y me hiciera quererme a mí misma, y entonces encontré unos vídeos en YouTube de dancehall, un baile jamaicano muy lejano a mí, pero con el que me sentí inmediatamente identificada”. Ese baile le dio, según cuenta, la seguridad que le faltaba y que viéndola posar parece imposible que un día no tuviera. “Algo hizo clic y dije: ‘Pues voy a explotar ser guapa y voy a aprender a mover el culo”.

Las críticas en redes sociales a esta cantante que se ha hecho famosa por ser tan descarada componiendo como haciendo twerking giran efectivamente alrededor de su aspecto. “Que si estoy muy delgada, que si necesito operarme las tetas. ¡Déjame en paz! Como si quiero engordar: te me vas a tragar con 10 kilos de más moviendo el culo en tu cara. En 2022 ya deberíamos haber aprendido que no hace falta ir diciéndole a la gente lo que piensas de su cuerpo”, argumenta. Aun así, asegura que ha aprendido a no desperdiciar su “energía sagrada” en esos enfrentamientos digitales y tampoco “a dejar que la opinión de cuatro gilipollas” la hundan.

La cantante estudió diseño de moda en Barcelona antes de dejarlo todo por la música. En esta imagen lleva vestido en dos piezas de malla metálica rosa con apliques de Versace, sandalias en cuero rosa y cristales de René Caovilla, y brazaletes y pendientes de oro vintage.Alice Rosati

Su imagen es parte del producto que vende y de su éxito. Y la moda, una pieza fundamental, cuyo poder Farelo conoce bien. Cuenta que descubrió el universo de las marcas y las modelos a través de El País Semanal —”te lo juro, no os estoy haciendo la pelota”, afirma—, y que cuando su padre le “soltaba cinco euros” se compraba “la Vogue”. Después empezó a estudiar diseño, mientras trabajaba como teleoperadora, niñera, camarera o lo que saliese. Hasta los primeros bolos empezaron a abarrotarle la agenda y decidió dejarlo todo por la música. Una carrera que parecía improbable cuando en 2016 colgó en internet una versión en catalán del Work de Rihanna titulada Pai. Pero el tema funcionó y comenzó a grabar otros como Fiebre o Indapanden sin el apoyo aún de una discográfica, que no llegó hasta 2019. Y con ella, sus éxitos Hookah o Zorra y las colaboraciones que empezaron a ponerla en boca de un público más amplio: Rauw Alejandro, El Guincho, Khea o Kafu Banton, un músico de dancehall panameño con un tema homófobo a sus espaldas, Pato, que obligó a la española a disculparse por este trabajo en común. “Para la gente que escucha dancehall y música caribeña no es novedad que el género tiene mucha historia homófoba y machista. Quiero remarcar que yo estoy en contra de esos valores y pido perdón de nuevo”.

Aunque siempre fue muy visceral con la moda —”he tenido mi época pija y mi época hippy”—, asegura haberse “culturizado” y aprendido gracias al equipo con el que trabaja y a su relación con marcas como Loewe, Coperni o Marine Serre, a cuyos desfiles acudió en París. El año pasado sacó incluso una colección cápsula en colaboración con Bershka. “Me encanta rodearme de la gente adecuada de la que aprender y con la que compartir mi visión. Gente de la que puedo retroalimentarme en la música y en la moda”. Sus referentes y su armario miran tanto hacia el futuro como hacia el pasado, pero, como en la música que escucha ahora —”me interesa lo antiguo de los dos mil”, dice—, se nota la apabullante influencia de los primeros años del nuevo milenio. Lo canta en Flow 2000: “Britney en los tiempos de ante’ / Yo original, ello’ farsante”.

Bad Gyal, que está preparando su primer álbum, lleva bodi efecto vaquero anudado como una camisa, leggings y abrigo deshilachado, todo de Diesel; sandalias modelo Cleo en cuero plateado, cristales y adornos florales, de René Caovilla; cinturón de cristales de Adriana Hot Couture, y brazaletes, pendientes y anillo, todos vintage.
Alice Rosati

“Las divas de esa época eran de verdad, eran mucho más libres y explotaban su personalidad al máximo. Eso es lo que me va. Me encantaba Beyoncé, a nivel belleza, diosa máxima y música. Mi tía me regaló un CD de Destiny’s Child y flipé. Es que lo que te toca cuando eres niño se queda ahí para siempre. También me gustaba mucho Fergie. Nunca me han llamado la atención las básicas”.

Ella, desde luego, no lo es, pero en su universo musical resulta difícil destacar o construir una identidad reconocible cuando casi todas sus estrellas son devotas de la santísima trinidad trap. A saber: peluca, uñas Eduardo Manostijeras y ombligo al aire. “Es normal. La moda nos afecta a todos. Pero creo que lo bueno es expresarse de forma original a través de la ropa. No ser un cromo: todas calcadas. Obviamente todas podemos ser sexis, pero ¿cuántos registros de sexi hay?”.

“Las divas de los dos mil explotaban su personalidad al máximo y eran más libres”, explica la cantante. En esta imagen lleva vestido negro con estructura dorada de Loewe y brazaletes metálicos vintage.
Alice Rosati

En la infinita cola para entrar al desfile de Marine Serre, Bad Gyal luce un diminuto traje al más puro estilo de los que Alicia Silverstone llevaba en la película e icono generacional Clueless (1995). Lo complementa con unos aros de brillantes en los que podría columpiarse un tucán. Falda corta, pendiente grande: el nuevo credo centenial. “Yo gasto más dinero en ropa antigua que en ropa nueva: Versace, John Galliano, Tom Ford…”. La armadura para hacerse ver y luego escuchar en la industria discográfica. “En la música urbana, por lo menos, tienes que estar preparada para defenderte, decir que no y demostrar todo todo el rato. Yo escribo mis propias canciones, pero siempre hay alguien dispuesto a decirme de qué hablar. Pero mientras él se queda pensando, yo ya he escrito la intro, el verso y voy por el coro. La gente piensa que eres capaz de hacer mucho menos de lo que en realidad puedes. Pero también es divertido ver cómo se les queda la carita cuando ven lo máquina que eres”, remata mientras sacude su kilométrica melena a lo Raffaella Carrà.

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Dice que en la industria tiene pocos amigos; la mayor parte, como su asistente, están con ella desde siempre. “Sé que hay gente que son muy colegas. Yo tengo cordialidad con todo el mundo. Pero, si necesito algo algún día, no te puedo decir el nombre de un artista al que pueda llamar”.

Quizá ese espíritu defensivo y a la vez peleón es, como reconoce, el que activa su proceso creativo, instintivo y espontáneo hasta límites kamikazes. “Yo llego al estudio sin nada preparado, pero ahí me vacío. Es como cuando de pequeña escribía un diario”. Su mayor alarde planificador es grabar notas de voz con las ideas que le asaltan en cualquier parte, por si un día, dice, no sabe de qué hablar. Pero nada en ella es premeditado, insiste. “Cuando escribí en Pussy ‘Todas las mías pagan su Remy Martin [un coñac] / Distancia social, te echamos de aquí’, lo hice sin pensar. Luego me di cuenta de que era un mensaje muy positivo, aunque a mucha gente le pueda parecer obsceno”.

Sin embargo, en el mes que acaba de pasar en Miami, Bad Gyal ha empezado a plantearse de qué quiere hablar antes de abrir la boca. Para no repetirse. Para tener más registros. Para no encasillarse. “En este último trabajo recojo lo que escucho, y yo escucho todo y de todo el mundo: ritmos de la isla de Martinica; brega, que es un género nuevo de Brasil; música del norte de África, afroswing, sones boricuas. Lo que tengo en la cabeza se refleja en mis canciones y en cómo visto, y ahora estoy muy en los dos mil, por dentro y por fuera”.

Créditos de equipo

Fotografía: Alice Rosati

Estilismo: Alba Melendo

Asistentes de fotografía: Giulia Baroni y Matilde Guicciardi. 

Asistentes de estilismo: Carla Ruiz, Maria Bravo, Sonsoles De Carlos y Fernando Gómez. 

Maquillaje y peluquería:  Fer Martínez (Esther Almansa). 

Diseño de set: Clara de Gobert. 

Producción local: Tracey Thomas (De Facto Inc.). 


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