Un Madrid que iba de carrerilla a por el derbi del próximo domingo en el Metropolitano se vio cegado por la Real, que tampoco brindó como debiera. Mucho tuvieron que ver los entrenadores. Mandaba el Real cuando Casemiro se empotró entre los centrales y dio vuelo al adversario durante veinte minutos del segundo tiempo (0-1). Mandaba la Real cuando su técnico ordenó la marcha atrás (1-1). No fue el día de la pizarra y tan corto se quedó el Madrid como su rival.
Nada vertebra mejor a la Real, equipo de enorme potencial, que su ataque. Es su dicha. Hasta que Zidane ordenó el revuelo defensivo con Casemiro, no lo fue en Valdebebas, donde el equipo donostiarra se quedó chato hasta entonces. Tuvo observatorio Silva, pero no tacto. Tuvo panorámica Oyarzabal, reiterativo en las pérdidas, dale que dale, una tras otra. Apagado el efervescente Portu, un goteo de Isak y nada más. Sin bienaventuranzas ofensivas, la Real se ciñó al catálogo defensivo. En ocasiones, demasiado defensivo, con el conjunto de Imanol más enchironado de lo conveniente.
Lo percibió el Madrid, con gente enciclopédica para detectar las debilidades ajenas. Casemiro y Modric atizaron a los visitantes con disparos más allá de la frontera del área. Tanto se encapsulaba la Real que había paisaje para armar el tiro. También remaba Lucas, al que Oyarzabal rastreaba con la mirada, sin tonelaje. Una aventura del lateral gallego derivó en un cabezazo de Mariano que rebotó en el cogote de Gorosabel antes de ser escupido por el larguero. Al rechace acudió Asensio, frustrado por Le Normand, que hizo de barricada.
Apretaba el Real, más huesudo. Y no había flechazos de la Real, pulcra con el protocolario Guevara para arrimarse a sus distinguidos atacantes, pero sin hilo de éstos, recusados por la zaga local. Con superioridad numérica en el medio campo, y con el Madrid algo quebrado en el eje, los de Imanol tenían horizontes. Pero nada. Ni un tirito contra Courtois en todo el primer acto. Asalto a asalto, cada madridista se imponía a su oponente. Otro diente. Sin alardes, pero con firmeza, el grupo de Zidane tuvo la gobernanza todo el primer periodo, por más que apenas hubiera migas de Mariano. La trama era asunto de los clásicos, Kroos, Casemiro y Modric. Y algunas huellas de Isco.
El segundo tiempo se abrió con otra perspectiva. La Real ya tuvo otro colmillo, otro enchufe. Advirtió que Casemiro, vaya usted a saber la causa, reculaba entre los centrales, lo que dejaba a la intemperie a Kroos y Modric y estiraba más de la cuenta las filas blancas. Daba pista el Madrid y la Real ya no chapoteaba. Otra decisión. Otra jerarquía. Casi anotó de chilena Monreal justo antes de que el lateral enroscara la pelota en la cabeza del más bajito de la contienda. Lo mismo dio. Mendy, sin cadena, llegó con retraso y Portu cazó un cabezazo tan complejo como estupendo. Desatado ya el equipo visitante, a Isak le faltó un meñique para alcanzar un servicio de Portu. Ido el Madrid, intervino Zidane. Ya es costumbre.
Por tercer partido consecutivo mandó al garete al trío atacante y repescó a Vinicius, el reaparecido Rodrygo y Hugo Duro. Para entonces, el encuentro ya no lo articulaban Kroos y Modric. El choque iba a pies de Silva, a pies del clínico Guevara. El Madrid ya solo estaba dispuesto a los toques de corneta. Con más remangue que fútbol, a la búsqueda de alguna descarga de su mejor delantero de estos días: Casemiro, tipo que deforesta el área cuando entra en combustión. Un par de cabezazos se le fueron por una cuarta.
A Zidane le respondió Imanol con un rearme de la retaguardia con tres centrales. Baterías frente a un Madrid cada vez más forzado, cada vez más limitado a las cargas de cualquier manera sobre el rancho de Remiro. Mala decisión la del técnico realista, que prefirió abocar a los suyos a la trinchera antes que dar la puntilla. En Madrid los partidos son largos, muy largos. Vinicius se lo hizo pagar con un gol muy a lo Vinicius, un remate de dirección confusa desviado por Zubeldia. Quedaba un parpadeo y nadie se fue satisfecho de Valdebebas. Contará la Real que un punto ante el Madrid no es mal botín. Pudo aspirar a mucho más. Contará el Real que, al menos, rescató un punto -llegará al derbi a cinco del Atlético y con un partido más-. Debió aspirar a mucho más. Pero no fue la noche de los pizarreros.
26 remates blancos a los palos este curso
Primero Mariano, luego Asensio y a continuación Varane. En un suspiro, los tres jugadores del Madrid se estrellaron contra los palos de la portería de la Real Sociedad.
Engordó así la estadística que sitúa a los blancos como el conjunto que más ha visto frenadas sus aspiraciones de gol por las astillas. Hasta 16 remates a los palos acumula el grupo de Zidane en la Liga en este curso, por los 12 del Atlético y los 10 del Barcelona, Celta, Eibar y Villarreal.
En las grandes ligas, el registro lo igualan el Milan y el West Ham, y solo lo superan dos equipos, curiosamente los dos franceses, el PSG y el Olympique de Lyon, ambos con 19.
La racha blanca no es solo cuestión de la competición liguera.
En otras 10 ocasiones ha sonado el balón contra la madera del portero rival: siete en la Champions, dos en la Supercopa de España y una en la Copa del Rey. En total, 26 remates del Madrid a los palos en lo que va de temporada.
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