Barça: una sequía extraordinaria


Tenía que ser este año. Se había construido un equipo de ensueño, el Real Madrid había allanado el camino borrándose de manera incomprensible y el Barça llegaba en buena línea y con bastantes más reservas que su rival en la final, un Baskonia con un arsenal mucho más limitado y con su gran estrella, Tornike Shengelia, renqueante por sus problemas de espalda. Pero el Barça ha vuelto a ofrecer su peor cara en el momento más importante, en el que se deciden los títulos. Lastrado por una segunda mitad raquítica (28 puntos) para un grupo eminentemente anotador, el equipo de Svetislav Pesic ha tenido que agachar la cabeza ante un rival que ha luchado con más intensidad y con más deseo por el premio final. La canasta final de Luca Vildoza a tres segundos del final y el posterior triple fallado por Cory Higgins han hecho justicia a los méritos de unos y otros.



El 67-69 de la final extiende la sequía de un Barça que no gana la Liga Endesa desde aquel inolvidable triple de Macej Lampe desde una esquina del Palau en un 2014 que, más que lejano, parece prehistórico. Desde entonces se han sucedido proyectos, entrenadores, modelos, fichajes y fichajazos pero las cosas no han cambiado en lo sustancial. El Barça, es cierto, vuelve a pelear los títulos, pero también es verdad que los sigue perdiendo. Ni uno se ha llevado esta temporada tras el revés (predecible) de la Supercopa ante un Real Madrid mucho más hecho, la decepción de la Copa del Rey, con el equipo eliminado en cuartos de final a manos del Valencia, y el fracaso en esta Liga Endesa, donde la eliminación prematura del Real Madrid prácticamente le obligaba a llevarse el título en esta Fase Final Extraordinaria. Tan extraordinaria como esta conclusión de la competición en Valencia es la sequía de este Barça.

El equipo de Dusko Ivanovic, por el contrario, ha sabido superar sus expectativas, multiplicando una vez más el rendimiento de su escasa gasolina con el aditivo de su ya mítico ‘carácter Baskonia’.

El Barça tiene un físico portentoso, talento como nadie, fondo de armario para aburrir y un equilibrio encomiable en su plantilla. Todo ello, aliñado con el mejor jugador (junto a Shane Larkin) del basket europeo, un Nikola Mirotic casi siempre -no ayer- desequilibrante. Pero no ha ganado un solo título tras la inversión más importante de toda su historia.

Un fracaso con todas las letras.


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