Bruno Le Maire disfruta de un raro privilegio entre sus colegas ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea: es –literalmente– un personaje de novela. Aparece, bajo el nombre de un ministro ficticio llamado Bruno Juge y libremente inspirado en él, en Anéantir, la celebrada nueva obra de su amigo Michel Houellebecq.
Le Maire (Neuilly-sur-Seine, 52 años) tiene otro privilegio, no ficticio sino muy real y más comprometido: durante la presidencia de Francia del Consejo de la Unión Europea, el primer semestre de 2022, estará al mando del Ecofin, que congrega a los titulares de Economía y Finanzas de los Veintisiete. El ministro francés quiere aprovecharlo para enterrar algunas de las reglas fiscales que en el pasado actuaron como camisa de fuerza para algunos países, para promover sectores estratégicos y reafirmar la soberanía de la UE ante EE UU y China, y para impulsar la independencia energética ante la Rusia de Vladímir Putin.
“Las reglas deben basarse en la realidad, no en los sueños”, declara Le Maire en una entrevista por videoconferencia con EL PAÍS y otros seis diarios europeos en vísperas del primer Ecofin bajo su presidencia. “No hay que abandonar todas las reglas, pero sí adaptarlas a la nueva realidad”.
La nueva realidad es el mundo poscovid que, según el ministro, requiere inversiones masivas en tecnologías medioambientales, semiconductores, la inteligencia artificial o la aeronáutica, entre otros. Un auténtico plan de reindustrialización necesaria, en su opinión, si el continente no quiere quedar descolgado en la competición global. Las reglas son las del Pacto de estabilidad y de crecimiento, hoy en suspenso por la pandemia, pero que obliga a los países del euro a mantener su déficit presupuestario por debajo del 3% del PIB anual y la deuda pública por debajo del 60%. La deuda en España ronda el 122% del PIB. En Francia, el 115%.
Se trata, según Le Maire, de encontrar “el equilibrio adecuado entre inversiones y finanzas públicas saneadas”. “El pacto, como conjunto, no está obsoleto, pero la regla de la deuda pública sí”, continúa. Y argumenta: “Miremos los niveles de deuda pública anteriores a la crisis: había una distancia de cerca de 40 puntos del PIB entre los miembros más endeudados de la Eurozona y los menos. Después de la crisis, algunos Estados miembros han alcanzado una deuda pública del 168%, mientras que otros se han mantenido en el 60% o el 65%. Esto significa que ahora la distancia entre ellos es de 100 puntos”.
Le Maire, árbitro y a la vez parte interesada en el Ecofin, evita entrar en detalles. Pero cita algunas propuestas que están sobre la mesa. Una es establecer calendarios y objetivos para reducir la deuda distintos en función del país. Otra, dejar a cada Estado miembro la posibilidad de definir el ritmo y los cambios de su política económica.
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Las discusiones previas sobre la reforma de las reglas fiscales están reconfigurando las alianzas en la UE: norte-sur, frugales-endeudados. El presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro italiano, Mario Draghi, lanzaron el diciembre una propuesta a la que España renunció a sumarse con la voluntad de arrimarse a Alemania en este debate.
“La decisión de preparar aquella propuesta se adoptó en el contexto del tratado franco-italiano del Quirinal”, responde Le Maire a una pregunta sobre la ausencia de España en el plan Macron-Draghi. “Pero, claro, todas las propuestas que estamos poniendo en la mesa están abiertas a cualquier otro Estado miembro”.
Tampoco cree el ministro que sea válida la vieja división, un poco esquemática, pero constante en las últimas décadas, entre los tacaños del norte y los manirrotos del sur. “La cuestión de la frugalidad o la no frugalidad”, sentencia, “es un debate pasado de moda”.
En el primer Ecofin bajo su presidencia, este martes, Le Maire quiere abordar el aumento de los precios de la energía. “Explican más de la mitad de la inflación en Europa y los precios elevados socavan la competitividad de las empresas y limitan el poder adquisitivo de los consumidores”, constata. En otro momento, dice: “Una de las lecciones de esta situación es que dependemos demasiado de países extranjeros en muchos sectores”. Y añade: “Putin puede jugar con Europa porque dependemos demasiado del gas suministrado por Rusia. Si queremos ser más independientes y queremos ser libres, necesitamos invertir en nuestra producción energética baja en carbono. Puede ser renovable o nucleares: cada Estado puede decidir”.
A la pregunta sobre los debates en torno al documento de la Comisión Europea que clasifica la energía nuclear como energía verde, y que puede ser motivo de discrepancia con países como España o Alemania, el ministro responde: “Espero que avancemos sin grandes dificultades, creo que hemos encontrado el equilibrio correcto y debemos atenernos a él”. Francia, que recibe el 70% de la electricidad de sus centrales nucleares, ha anunciado que construirá nuevos reactores para combatir el cambio climático y garantizar la soberanía energética.
Además, Le Maire llama a evitar retrasos en la puesta en marcha del plan de recuperación. “Hay que estar atentos a los riesgos como la inflación o los cuellos de botella industriales, aunque creo que podremos resolver este asunto en los próximos meses”, dice. “Esto implica que debemos entregar toda la ayuda económica con tanta fuerza como sea posible”.
Respecto a la amenaza para la economía de nuevas olas de covid, dice “no dar nada por hecho”, pero se declara optimista y exhibe el balance de los dos últimos años con el plan de recuperación conjunto o la deuda común. “En vez del egoísmo”, declara, “hemos promovido la solidaridad. En vez de tomar menos decisiones, hemos tomado más. Hemos construido una Europa más fuerte, con una visión más clara de lo que Europa debería ser en el siglo XXI”.
En la concepción de Le Maire para Europa —la voluntad de desarrollar las industrias de futuro para afirmar su geopolítica y con un papel clave del poder público— hay algo del espíritu de Jean-Baptiste Colbert, el ministro de Finanzas de Luis XIV y fundador del capitalismo dirigista a la francesa. No es casualidad que, hiperbólicamente, Houellebecq califique en su novela a Bruno Juge, trasunto literario de Le Maire, como “el mayor ministro de Economía desde Colbert”. El interrogante es si a fin de cuentas el colbertismo vale para el resto de la UE; si los socios están dispuestos a alinearse en esta visión.
Le Maire, para reforzar su diagnóstico optimista, compara la gestión de la crisis financiera de 2008, marcada por la austeridad y las divisiones profundas entre los socios, con la actual. “La gestión de 2010 y 2011 resultó en menos crecimiento, más deuda pública y más desempleo. Fue un fracaso. Hemos sacado las lecciones políticas y económicas de la crisis de 2010. Esto prueba que nos hemos convertido en una potencia política”, dice. Y explica que, en la crisis actual, los europeos “[han] gastado más dinero público, pero el resultado ha sido más crecimiento, menos bancarrotas, menos desempleo y más inversión”.
La salida del Reino Unido de la UE también ha facilitado los avances de la UE en este periodo, según el ministro. “Los hechos son claros”, señala. “Avanzamos bien, avanzamos en la dirección correcta, avanzamos muy rápido. Hay menos rivalidades, menos gritos, más entendimientos en Europa”, zanja.
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