Burdeos, un paraíso burgués en constante transformación

Además de dar nombre a una de las denominaciones de origen vinícolas más afamada del mundo, Burdeos es una ciudad perfecta para una escapada de fin de semana, o sencillamente, para disfrutar del savoir vivre (buen vivir) que tanto gusta a los franceses. Esta ciudad patrimonio mundial a orillas del río Garona, a tiro de piedra de lugares elegantes del veraneo atlántico como Arcachón, es también el lugar que marcó la última etapa artística del universal Francisco de Goya (1746- 1828) y uno de los destinos más reputados entre los propios franceses por su rica gastronomía y su relajado estilo de vida.

A Burdeos se suele acudir a pasear entre sus anticuarios y grandes mansiones; a degustar sus prestigiosos vinos en espectaculares bodegas, a probar las recetas más exquistas de sus  restaurantes y cafés; y a sorprenderse con los delicatessen de sus tiendas gourmet.  Pero Burdeos ha cambiado en los últimos años: ya no es solo una ciudad burguesa y elegante sino también una capital vitalista, imán para estudiantes y artistas. Como mejor se conoce esta coqueta ciudad de contrastes es recorriéndola a pie, adentrándonos en los barrios que han forjado durante siglos su carácter y asomándonos a aquellos más modernos con los que se proyecta con orgullo hacia el futuro.

El Espejo de Agua, frente a la plaza de la Bolsa, en el centro de Burdeos.
El Espejo de Agua, frente a la plaza de la Bolsa, en el centro de Burdeos. ALAMY

Saint Pierre, el barrio de los gremios

Esta emblemática zona del casco antiguo de Burdeos descansa a espaldas de la majestuosa place de la Bourse (plaza de la Bolsa), inaugurada en 1749 para romper los corsés de la antigua ciudad amurallada medieval y abrirla al río Garona. En la actualidad, su arquitectura clásica se refleja en el Espejo de Agua, uno de los espacios más característicos y fotografiados de la ciudad. Saint Pierre ocupa el espacio del viejo puerto galo romano que hacía las veces de refugio para los barcos cargados de mercancías antes de partir de nuevo hacia las distintas provincias. Alrededor de este lugar, y con el paso de los siglos, florecieron muchos comercios. De hecho, los nombres de sus calles todavía evocan los oficios de antaño: Rue des Argentiers (plateros), Rue des Bahutiers (comerciantes de cofres), Rue du Chai des Farines (almacenes de cereales). 

Este es un vecindario de pequeñas calles, la mayoría peatonales, y de bonitas plazas, que invita a ser recorrido a pie y sin prisas, una verdadera lección de historia de la capital girondina, desde la época medieval hasta la Ilustración. Toma su nombre de la iglesia de Saint-Pierre, en el corazón del barrio y construida en el siglo XIV, aunque remodelada en el XIX. Con un pórtico de estilo gótico flamígero, lo único que se mantiene desde su origen son el coro y la fachada sur. El interior es espectacular, gracias a sus bóvedas ojivales minuciosamente esculpidas, las vidrieras del siglo XIX y una Piedad de madera del XVII.

La Galerie Bordelaise, un pasadizo acristalado de corte neoclásico, en el barrio de Saint Pierre.
La Galerie Bordelaise, un pasadizo acristalado de corte neoclásico, en el barrio de Saint Pierre. alamy

El barrio está atravesado por la calle más larga de la ciudad, la comercial Rue Sainte-Catherine, hoy repleta de tiendas, y que en su día fue una de las dos principales vías romanas del castro primitivo que dio origen a la ciudad. En su intersección con la Rue de la Porte-Dijeaux, la otra gran avenida romana, se encuentra la Galerie Bordelaise, un pasaje neoclásico edificado en 1833 y algo descuidado a día de hoy, pero con esa elegancia decadente que le confiere el recubrimiento de mármol, espejos y coronas de flores esculpidas.

Un buen punto de partida parar recorrer Saint Pierre es la plaza de la Bolsa, que se asoma al río Garona, diseñada por Ange-Jacques Gabriel, el arquitecto de Versalles, a mediados del siglo XVIII para abrir la ciudad fortaleza, encerrada tras sus murallas de piedra durante siglos. Entre los palacetes que rodean la plaza, está el Museo Nacional de las Aduanas, con un curioso despacho de fronteras admirablemente restaurado.

Pero el mayor éxito de la reforma de los muelles del Garona es el llamado Miroir d’eau (Espejo de Agua), una gran explanada que sirve de punto de encuentro y de recreo de los ciudadanos desde que se construyó en 2006. Esta piscina reflectante de granito azul está cubierta de una fina capa de agua, de tan solo dos centímetros de profundidad, con 900 nebulizadores que se activan varias veces cada hora, creando una espesa bruma sobre el agua, transformando a los transeúntes en figuras fantasmagóricas. En verano se convierte en una especie de playa en miniatura donde refrescarse. Y, de manera ininterrumpida, se reflejan las fachadas de los edificios que conforman la plaza en este particular espejo, dando lugar a una de las postales más recurrentes del Burdeos del siglo XXI.

En el límite sur del barrio, irrumpe la imponente Porte Cailhau con sus torretas y pináculos alzados hacia el cielo, una mezcla de torre defensiva y edificio ornamental, entre lo medieval y lo renacentista. Dedicada al rey Carlos VIII para conmemorar su victoria en la batalla de Fornovo, librada en los alrededores de Parma (Italia) en 1495, es una de las entradas más hermosas al casco histórico de Burdeos. Muy cerca de allí hay paradas obligadas para los que practican el turismo gastronómico, como el Comptoir Bordelais, una bonita tienda de comestibles donde podremos comprar lamprea (el pez más antiguo del planeta) a la bordelesa, terrina del vendimiador, foie gras de pato… y otras delicatessen locales. Para degustar una buena tabla de quesos hay que ir a la Fromagerie Deruelle, con multitud de variedades y presentaciones. Y para merendar, mejor dejarse caer por la Fabrique Pains et Bricoles, que tiene propuestas muy sabrosas como las magdalenas, las mejores de la ciudad, o el pan de manzana.

Otro de los sitios emblemáticos del barrio es el Utopia, un cine de autor que es la cuna del desarrollo cultural de barrio. Ocupa la antigua iglesia de Sant-Simenon, del siglo XV.  Al igual que el Café de l’Utopia, punto de encuentro de los cinéfilos de Burdeos con una espléndida terraza para disfrutar del sol. Otra magnífica terraza asomada a los muelles es la del Grand Bar Castan. Su interior tiene un aspecto de cueva gracias a la gruesa roca que cubre las paredes; en el exterior, una magnífica marquesina histórica decorada con vidrieras da cobijo a una gran terraza.

Y una última visita obligada antes de salir del casco histórico: La Machine à lire, una de las librerías independientes más atractivas de la ciudad, instalada en un edificio del siglo XVII. La otra gran librería independiente, Librairie Mollart, ésta en el barrio de Pey Berlant: abrió en 1896 y cuenta con un fondo literario impresionante.

El centro comercial Les Grands Hommes (al fondo), en el casco histórico de Burdeos.
El centro comercial Les Grands Hommes (al fondo), en el casco histórico de Burdeos. alamy

Quinconces, para comer, comprar y disfrutar

Construido en el siglo XVIII, este es uno de los barrios más bonitos de Burdeos, al concentrar las arterias más elegantes de la ciudad. Las tiendas más exclusivas se alinean en las calles que en forma de estrella rodean el mercado de Grands-Hommes, construido en 1860 pero renovado por completo en 2019 para recuperar el esplendor del proyecto original. En su interior proliferan tiendas delicatessen, además de selectas carnicerías, queserías y panaderías. Cerca de allí es imposible no ver la explanada de los Quinconces, que presume de ser la plaza más grande de Europa, con sus 126.000 metros cuadrados y su monumento a los girondinos, ubicado en el extremo occidental de la plaza y construido para honrar a los políticos moderados contrarios a los postulados de Robespierre que fueron ejecutados durante la Revolución Francesa (1789-1799). Hoy es un espectáculo sorprendente, con caballos de bronce y guerreros rodeando una columna central, todos coronados con una estatua de la libertad.

En este exclusivo distrito también se alza el Grand Théâtre, un suntuoso edificio de finales del XVIII levantado sobre los restos de un templo galorromano, los pilares de Tutelle, destruido durante el reinado de Luis XIV. Hoy alberga la Ópera Nacional de Burdeos, que, como tantos otros teatros de ópera europeos, es de estilo neoclásico, con una fachada de columnas coronadas por estatuas de musas y diosas, un preludio grandilocuente de lo que nos espera dentro.

Un buen punto de partida para recorrer el barrio es la place de la Comédie, una explanada peatonalizada en la intersección de varios distritos históricos. Frente al Grand Théâtre, el lujoso Intercontinental Grand Hôtel presume también de fachada neoclásica. Tanto uno como otro se iluminan al atardecer en un juego de luces que realza sus impresionantes siluetas. Otro de los hitos del barrio es la iglesia barroca de Notre-Dame, como lo es también el passage Sarget, una de esas galerías comerciales metálicas y acristaladas abiertas a finales del siglo XIX. Hoy sigue acogiendo tiendas y cafés bajo una hermosa estructura de metal acompañada de una decoración en honor a Mercurio, dios del comercio. Y para darse un agradable paseo, está la gran avenida de Allées de Tourny, a la sombra de cuatro hileras de árboles. Es una vía abierta en el siglo XVIII, rodeada por mansiones magníficas de aquella época, con algunas fachadas muy interesantes.

Los que van en busca de templos gastronómicos, en este barrio tienen tres visitas imprescindibles. Le Quatrième MUR, con sus dos estrellas Michelin, es el restaurante del mediático chef Philippe Etchebest, en el interior del Grand Théâtre, con un menú brasserie asequible que permite disfrutar del magnífico entorno sin hipotecarse. Justo enfrente despunta su homólogo británico, el igualmente famoso Gordon Ramsay, que ofrece dos opciones: un restaurante con dos estrellas, el Pressoir d’Argent, y una brasserie, más popular, en la que sobresalen los productos locales. Por último, Le Chapon fin es un verdadero monumento a la gastronomía bordelesa, donde el actual jefe de cocina, Cédric Bobinet, firma un retorno a la cocina tradicional de altos vuelos. 

Y para entregarse al dulce placer de los postres, Cadiot-Badie es, para muchos, la mejor tienda de chocolates de Burdeos, con un amplio surtido de especialidades, como las hojas de San Cristóbal (chocolate con leche con especias y trozos de almendra) o las guinettes (cerezas maceradas en alcohol y envueltas en chocolate). La segunda parada para paladares exquisitos es la Fromagerie Jean d’Alos, la tienda de quesos más prestigiosa de Burdeos, con casi 200 variedades y un personal experto para sacarnos de dudas.

Un tranvía eléctrico pasa junto a la catedral de Saint-André, en Burdeos.
Un tranvía eléctrico pasa junto a la catedral de Saint-André, en Burdeos. alamy

Pey- Berland, de museos y compras

Los museos más interesantes de la ciudad y las calles comerciales más animadas se concentran en el barrio de Pey-Berland, dominado por la rotunda silueta de la catedral de Saint-André. Esta maravilla gótica, levantada en la Edad Media sobre una antigua basílica romana, acapara todas las miradas una vez se pone el pie en la plaza Pey-Berland. En ese templo, que forma parte del Camino de Santiago, se celebraron varias bodas reales, entre ellas la de Luis XIII y la infanta española Ana de Austria, en 1615. Desde su campanario exento, la Torre Pey-Berland, se obtienen unas panorámicas espléndidas de Burdeos, para lo que antes es necesario subir 233 escalones y una sinuosa escalera de caracol. En realidad, este campanario nunca tuvo una campana propiamente dicha hasta hace relativamente poco, cuando después de servir para múltiples propósitos –llegó a ser una fábrica de escopetas– recuperó su función original en 1851. Hoy contiene cuatro campanas monumentales con motor eléctrico. En esta zona de la ciudad también está el Ayuntamiento, instalado en el Palacio Rohan desde 1837, y que antes y durante mucho tiempo alojó a los arzobispos de la ciudad. Reconstruido en el siglo XVIII hoy es un imponente edificio neoclásico precedido por un vasto patio adoquinado.

Pero, por encima de todo, estamos en la zona de las grandes pinacotecas, como el Museo de Bellas Artes, que reúne obras de la escuela veneciana, bellos cuadros flamencos y holandeses del siglo XVII y algunas pinturas francesas del XVIII. También cuenta con una parte dedicada al arte moderno. Otro reclamo cultural es la Galerie des Beaux-Arts, concebida en la misma época que los edificios de la Exposición Universal de 1937, y que acoge exposiciones temporales del Museo de Bellas Artes. En el Museo de las Artes decorativas y del diseño (MADD) se reúne una colección interesante en diversas salas que reconstruyen los refinados interiores bordeleses de otros siglos.

El estilo art déco se desarrolló en los años veinte y treinta del pasado siglo alrededor del parque Lescure. Este amplio programa urbanístico, lanzado en 1925, coincidió con la expansión de la ciudad hacia el oeste. Es un conjunto de agradables calles sombreadas con mansiones elegantes de porches de líneas limpias, ventanas inclinadas y fachadas adornadas con medallones y rosas estilizadas inspiradas en la modernidad.

Una buena fonda para comer es el Racines (raíces, en francés), donde el chef escocés Daniel Gallacher, tras su paso por la escuela de Alain Ducasse, conquistó rápidamente al público bordelés con su cocina de altos vuelos, aunque bastante asequible. El menú cambia cada semana de acuerdo con el mercado, lo que provoca que casi siempre esté lleno.

La curiosidad arquitectónica es el nuevo tribunal de primera instancia diseñado por el británico Richard Rogers, que atrae las miradas con su juego de transparencias y sus salas de audiencias alineadas de forma redondeada.

La Grosse Cloche es el último vestigio de las murallas erigidas en el siglo XIII para defender la ciudad.
La Grosse Cloche es el último vestigio de las murallas erigidas en el siglo XIII para defender la ciudad. getty images

La Grosse Cloche, encanto bohemio

La Grosse Cloche (Campana Grande, en español) es uno de los barrios con más encanto del casco antiguo de Burdeos. A salvo de las multitudes de la Rue Sainte-Catherine, nos encontraremos con cafeterías bohemias y locales alternativos en plazas con encanto y callejones adoquinados con edificios renacentistas rejuvenecidos tras laboriosas restauraciones.

El barrio recibe el nombre de su campanario más famoso, uno de los más antiguos de Francia: sus campanas llevan desde el siglo XIII marcando el ritmo de la vida bordelesa. También aquí encontramos la casa más vieja de Burdeos, una venerable construcción del siglo XIII, reconocible por sus dos elaboradas ventanas góticas.

El paseo se puede empezar en la plaza Fernand Lafargue, antiguo emplazamiento del mercado en la Edad Media, un lugar que destila un agradable aire provinciano gracias a sus animadas terrazas. De allí parte una moderna calle peatonal llena de tiendas y cafeterías (Saint-James), que llega hasta la famosa Grosse Cloche. Este es un barrio perfecto para perderse por sus callejones adoquinados y flanqueados por mansiones de los siglos XVI, XVII y XVIII, incluida la antigua residencia de Montaigne, o la casa más antigua de Burdeos, que perteneció a Jeanne de Lartigue, esposa de Montesquieu.

La Grosse Cloche es el último vestigio de las murallas erigidas en el siglo XIII para defender la ciudad. Es un imponente monumento formado por dos enormes torres que flanquean la famosa campana, rematadas por un leopardo dorado, que también sirvió como campanario del ayuntamiento, que en su día se encontraba cerca.

Como última pista, un lugar curioso: L’Athénée Libertaire es un espacio de activismo anarquista, en activo desde la década de 1960 y que todavía organiza regularmente exposiciones y conciertos y cuenta con una librería.

La iglesia neorománica de Sainte Croix, en el barrio de Saint-Michel.
La iglesia neorománica de Sainte Croix, en el barrio de Saint-Michel. ALAMY

Saint Michel y Sainte Croix, mercados y anticuarios

Este es otro de los vecindarios junto al río, al sur de Saint Pierre, pero mucho menos turístico que el resto del centro. Se trata de un lugar residencial encantador, que nos habla de su vieja historia al recorrer los callejones que bajan hacia el río, aunque también tiene una vertiente más moderna: la de los inmigrantes que se han ido estableciendo aquí a lo largo de las décadas. Su impronta se ha hecho sentir en muchos de los mércados, en los que se mezcla el encanto antiguo con los sabores orientales, en torno a los puestos de pan, carne, queso, fruta, verdura, menta y cilantro, además de ropa y accesorios. Los aromas de especias y hierbas frescas despiertan los sentidos, siendo el sábado el mejor día para visitarlo.

Saint Michel es también un barrio de anticuarios, muchos de ellos en el passage Saint Michel, o en los puestos del mercado del sábado. Después de las compras se agradece una pausa: si hace buen tiempo, la gente busca una mesa en las terrazas alrededor de la Aguja de Saint Michel, el campanario de la catedral del mismo nombre, para tomar el sol y gozar del bullicio de un sábado de mercado.

Pero el corazón espiritual reside en la basílica de Saint Michel, de estilo gótico flamígero, declarada patrimonio mundial por la Unesco. Su campanario fue construido a finales del siglo XVI y desde entonces ofrece unas vistas imponentes de la ciudad. La otra iglesia próxima es la de Sainte Croix, a la vez románica y neorrománica. Funcionó durante mucho tiempo como abadía de un convento benedictino y fue construida sobre los restos de una necrópolis en los siglos XI y XII.

Se agradece también un paseo por el poético jardín colgante de las murallas, que recuerda ciertas pinturas de pintores románticos del siglo XIX. Desde aquí se ve todo el barrio: la iglesia de Sainte Croix, el mercado de los Capuchinos… Es un hermoso paseo lejos del tumulto de la ciudad, con la oportunidad de ver los restos de la muralla del siglo XIV.

El contrapunto lo pone La Méca (acrónimo de Maison de l’Économie Créative et de la Culture en Aquitaine), punta de lanza del nuevo distrito de Belcier y que llama la atención sobre todo por su arquitectura. Se trata de un arco de hormigón instalado a orillas del Garona, diseñado por el danés Bjarke Ingels. Este nuevo centro cultural de 18.000 metros cuadrados alberga una biblioteca multimedia, espacio para espectáculos y galería de arte. Y aúna dos instituciones culturales (una dedicada al libro y al cine, otra a las artes escénicas), así como el Fondo regional de arte contemporáneo (Frac), abierto al público, con un restaurante en un amplio salón de cemento. El éxito de La Méca ha animado a abrir otros espacios, como La Halle Boca, bajo la bóveda de Debat-Ponsan, construida en 1938, que albergó el matadero de la ciudad durante décadas. Halle Boca tiene diversas ofertas de restauración en torno a una zona central de grandes mesas.

En este barrio los gourmets tienen su propia calle, la llamada “Rue Gourmande”, que en realidad es la Rue Porte-de-la-monnaie. Todo comenzó en 1968 con la Tupina, del chef Jean Pierre Xiradakis, un símbolo de la cocina de la región. Hoy sigue siendo un hito para gozar de los platos regionales de antaño.

Escultura de Las Tortugas en la place de la Victoire, en Burdeos.
Escultura de Las Tortugas en la place de la Victoire, en Burdeos. ALAMY

Victoire y los Capuchinos: ostras, tapas y restaurantes

Situada donde estuvo la antigua muralla del siglo XIV, al sur de la zona histórica de Saint Michel, place la Victoire se ha convertido en un barrio muy animado, tomado por los estudiantes que aprecian su gran número de bares y pubs. Pero es conocido sobre todo por el mercado de los Capuchinos, el mayor de la ciudad, donde los bordeleses acuden a tomar ostras y tapas por el día y a cenar en sus restaurantes cuando cae la noche.

El corazón del barrio es la place de la Victorie, una explanada presidida por un arco del triunfo, la puerta de Aquitania, y su prolongación, la Rue de Sainte-Catherine, la principal arteria peatonal y comercial de la ciudad que va hasta la Place de la Comédie y el Grand Théâtre, a poco más de un kilómetro.

En esta misma zona también se encuentra la sinagoga de Burdeos, considerada una de las más bonitas de Francia, y en la actualidad declarada monumento histórico. De planta clásica, se distingue por el eclecticismo de su decoración, con mezcla de referencias góticas, moriscas y otomanas.

Una panorámica elevada del barrio de Saint Michel, con el mercado de los Capuchinos en el centro.
Una panorámica elevada del barrio de Saint Michel, con el mercado de los Capuchinos en el centro. alamy

Pero la visita imprescindible es al mercado de los Capuchinos, que los viernes abre todo el día. Es famoso por sus puestos gourmet, muy codiciados los fines de semana, y también porque en torno a él se mueven muchos noctámbulos. Hay tres puntos útiles en caso de que haya que recuperar fuerzas y saciar apetitos nocturnos: una farmacia que abre toda la noche; el restaurante Le Cochon Volant, un antiguo punto de venta de carne de ave frente al mercado que abre hasta las 2.00, y Le Bar des Capucins, operativo hasta las 4 de la madrugada (horarios prepandémicos, eso sí).

Chartrons, el distrito del arte contemporáneo

Al norte del casco histórico, siguiendo la orilla del río, nos encontraremos con el antiguo sector de negocios, Chartrons, que hoy simboliza el renacimiento de Burdeos y es el barrio bohemio-burgués de moda. Sus calles tienen un ambiente elegante y tranquilo que llama a pasearlas, entre anticuarios, galerías, tiendas y restaurantes de moda, sin olvidar los muelles o el Marché des Quais, para comer ostras los domingos. El barrio debe su nombre al convento de los Cartujos, que se establecieron en él a finales del siglo XIV. La zona se enriqueció, en principio, gracias al comercio del vino, y en la segunda mitad del siglo XVIII, al lucrativo negocio con las colonias, que permitió a los comerciantes construirse lujosas residencias, algunas de las cuales todavía se pueden ver.

El Museo de Arte Contemporáneo ocupa un antiguo almacén en el distrito de Chartrons.
El Museo de Arte Contemporáneo ocupa un antiguo almacén en el distrito de Chartrons. alamy

Aquí nos encontramos con el arte contemporáneo en el CAPC, que le ha dado mucha vida artística al barrio y ha contribuido al surgimiento de muchas galerías. Es un verdadero escaparate de la actualidad artística y propone varias exposiciones temporales al año, coloquios, conferencias. Este museo impresiona sobre todo por sus dimensiones: una gigantesca sala (el almacén Lainé, construido en 1824) que se usaba para almacenar productos coloniales. Desde los años 70 está dedicado al arte más vanguardista.

En torno al mercado cubierto de Chartrons, una construcción de hierro y cristal convertida en centro de exposiciones, hay callejuelas repletas de galerías y de talleres artistas y artesanos, algunos de ellos instalados en antiguas bodegas. En una de ellas está el Museo del Vino y el Comercio, en un edificio del siglo XVIII, que explica la historia de las familias de comerciantes de la ciudad y el funcionamiento del comercio vinícola.

Bassins à flot y Bacalan, la recuperación de los muelles

Siguiendo la orilla del río, al norte de Chartrons, la antigua zona portuaria se ha transformado totalmente gracias a la construcción del puente Dhaban-Delmas, la Cité du Vin, el mercado cubierto de Bacalan y los Bassins de Lumiéres, instalados en la antigua base submarina. Hoy se puede ir a estos antiguos muelles industriales a pasear, a culturizarse o a salir de fiesta en un barco.

El complejo cultural La Cité du Vin (La Ciudad del Vino), en el nuevo barrio de Bassins à Flot.
El complejo cultural La Cité du Vin (La Ciudad del Vino), en el nuevo barrio de Bassins à Flot. alamy

Uno de los hitos del barrio, por el que los visitantes se acercan hasta aquí, es la Cité du Vin, inaugurada en 2016. Con una original arquitectura, en un edificio redondo y dinámico que se adapta al trazado del Garona, jugando con la luz y su color champán y convirtiéndose en una atracción por sí misma. En el interior hay una exposición permanente, talleres y una terraza con vistas panorámicas. Uno de sus puntos fuertes está a 35 metros de altura, en el último piso de la Cité: un mirador circular que nos permite, con una copa en la mano (la entrada incluye degustación), visualizar la historia industrial del barrio y su reciente metamorfosis. Y aunque no vayamos a comer ni a probar el vino, merece la pena echar una ojeada, en la planta baja, a la increíble cava Latitude 20, espacio que reúne cerca de 800 referencias procedentes de bodegas de todo el mundo.

El arte contemporáneo ha encontrado uno de sus escenarios más originales en la antigua base submarina, que fue construida bajo la ocupación nazi, en 1941. Su amplísimo espacio –más de 45.000 metros cuadrados de hormigón– alberga 11 espacios con exposiciones de arte contemporáneo. Una parte del antiguo recinto militar es un centro de arte digital, Les Bassins de Lumiéres, con cuatro piscinas de agua que permiten presentar exposiciones digitales simultáneas para sumergirse en el mundo de grandes artistas (Klimt, Van Gogh, Paul Klee, entre otros) en una curiosa experiencia visual y sonora.

Un puesto del mercado de los muelles de Bacalan ofrece ostras a sus clientes.
Un puesto del mercado de los muelles de Bacalan ofrece ostras a sus clientes. alamy

La escapada gourmet aquí tiene como meta el mercado cubierto de Bacalan, frente a la Cité du Vin. Eso sí, se recomienda llegar pronto para encontrar una barra libre. En la Échoppe des Halles, cerca del puesto de ostras, se hace casi obligado probar la sabrosa tabla de entrecot a la bordelesa. Entre tapas, ostras, productos italianos y foie gras de Landes, hay mucho para elegir.

La Bastide, el Burdeos del siglo XXI

Desde hace algunos años, los habitantes de la Bastide –que es como también se conoce a la margen derecha del río Garona– se sienten más cerca del centro histórico. Y los vecinos de la margen izquierda se animan cada vez más a cruzar el río para llegar a Quai des Queyries y disfrutar del agradable paseo que lo bordea y de las magníficas vistas a los muelles.

El Quai des Queyries es, sin duda, el Burdeos del siglo XXI, en plena ebullición y constante transformación. Esta zona, durante mucho tiempo olvidada, está inmersa en un ambicioso plan de remodelación que ha incorporado a la ciudad tanto el paseo ribereño como un jardín botánico de 11 hectáreas de extensión.

Varias personas hacen ejercicio en el parc aux Angeliques.
Varias personas hacen ejercicio en el parc aux Angeliques. ALAMY

Símbolo de esta recuperación es el parc aux Angéliques, de 3,5 kilómetros de largo junto a la margen derecha del río, la misma que antes ocupaba el antiguo puerto, como atestiguan los restos de vías férreas. La caminata termina con unas formidables vistas de las fachadas del siglo XVIII situadas al otro lado del Garona. Al plantar el arbolado y las más de 70.000 plantas se pensó también en los aromas, para que pudieran perfumar a caminantes y deportistas. El otro espacio verde de la zona es el Jardín botánico de la Bastide, que llega hasta la llamada Cité Botanique, con grandes invernaderos dedicados a especies propias del ecosistema mediterráneo.

Pero el barrio también tiene centros más alternativos. Como Darwin, espacio híbrido al que la gente acude a trabajar, consumir productos ecológicos, hacer deporte o involucrarse en algún proyecto sostenible. Su espíritu se resume en el bistró comedor Magasin Général, con comida eco y de temporada, sofás blandos para ponerse cómodo, grandes mesas y, sobre todo, sabrosas hamburguesas. Funciona también como café, panadería y tienda de comestibles, por supuesto, ecológicos.

El centro alternativo Darwin, en Caserne Niel.
El centro alternativo Darwin, en Caserne Niel. ALAMY

En la Fabrique Pola, una antigua fábrica de pintura, se reúnen talentos y conocimientos variados: serigrafía, escultura, fotografía y también un programa abierto a exposiciones, talleres artísticos y encuentros .Y un tercer espacio, La Chiffone Rit, especie de coworking de artistas y artesanos que trabajan con materiales reciclados y ofrecen talleres y exposiciones.

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