‘Capitaloceno’

Zona de la selva del Amazonas deforestada para plantar soja cerca de Porto Velho (Brasil), en 2019.
Zona de la selva del Amazonas deforestada para plantar soja cerca de Porto Velho (Brasil), en 2019.VICTOR MORIYAMA / New York Times / ContactoPhoto / NYT

El negacionismo ecológico es, de momento y por fortuna, residual en nuestro país. Nadie con un mínimo de credibilidad científica o intelectual cuestiona que el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el agotamiento de los recursos naturales nos abocan a una situación catastrófica. Tampoco que el margen del que disponemos para acometer cambios estructurales que mitiguen el colapso es extremadamente corto. Tal vez por eso los numerosos ensayos sobre la crisis ecológica que han llegado a las librerías en los últimos tiempos transmiten a primera vista una falsa sensación de unanimidad. En realidad, si bien el diagnóstico de los científicos es unánime, existen importantes discrepancias sobre el sentido histórico de la crisis ecosocial y feroces batallas políticas acerca de cómo paliarla.

Incluso entre las filas de los profetas del apocalipsis abundan los integrados. No pocos expertos confían en que una mezcla afortunada de tecnoburocracia, geoingeniería, buena voluntad e innovación mercantil sean suficientes para conseguir un aterrizaje suave en un nuevo capitalismo verde capaz de surfear la crisis ecológica sin mayores sacrificios que un proceso de reciclaje más minucioso y la sustitución de los coches diésel por flamantes SUV híbridos. En el extremo contrario, numerosos autores subrayan la insuficiencia de cualquier tipo de medida que no implique un giro antropológico radical, un cambio en nuestro sistema productivo, nuestros valores y nuestras formas de vida. Pero ni siquiera estas últimas corrientes son consensuales. En general, en el ecologismo profundo ha dominado una especie de colapso biocéntrico que diluye la frontera entre lo natural y social. La noción de antropoceno, por ejemplo, tiende a describir la humanidad en su conjunto como una fuerza geológica autodestructiva: desde el Neolítico habríamos estado buscándole las cosquillas a la naturaleza hasta que en el último siglo las tensiones acumuladas por el avance tecnológico ecologicida nos han estallado en la cara.

Recientemente, una serie de estudios de inspiración marxista está tratando de matizar el paradigma antropocénico subrayando los procesos sociales complejos que han mediado nuestra relación catastrófica con la naturaleza, que se han incrementado exponencialmente desde los inicios de la modernidad capitalista. El antropoceno sería, en realidad, un capitaloceno. En El capitalismo en la trama de la vida, un ensayo particularmente lúcido en sus aspectos metodológicos, Jason W. Moore desarrolla esta perspectiva desde la tradición historiográfica de la longue durée. Propone una reformulación medioambientalista de los análisis de Immanuel Wallerstein o Giovanni Arrighi acerca de las dinámicas seculares de acumulación capitalista para hablar de una “ecología-mundo” — por analogía con la noción braudeliana de economía-mundo— resultado de la articulación de capital, poder político y naturaleza.

La estrella emergente en esta familia de estudios ecomarxistas es el sueco Andreas Malm, cuya obra, Capital fósil, se ha convertido en un clásico instantáneo. Para Malm la disponibilidad de combustibles fósiles fue un factor esencial en la configuración del capitalismo histórico, no tanto por las posibilidades tecnológicas que abría, sino a causa de sus efectos políticos. Según Malm, inicialmente la máquina de vapor no era más eficiente o barata que los molinos de agua. Su generalización fue la consecuencia de una estrategia capitalista dirigida a concentrar los recursos productivos para, de ese modo, dominar las reglas del juego en los mercados de trabajo emergentes y controlar a la clase trabajadora. Análogamente, la sustitución tras la Segunda Guerra Mundial del carbón por el petróleo como fuente de energía primaria en los países occidentales se habría producido no solo por su mayor rentabilidad energética, sino también como una manera de atenuar el poder de los sindicatos mineros. Esta tendencia se habría acelerado en el periodo neoliberal, cuando los procesos de desregulación se vieron acompañados de un enorme crecimiento de las emisiones de CO2.

El gran reto no es tanto anunciar la inminencia de la catástrofe como construir un sujeto político capaz de afrontar ese desafío

La potencia del enfoque de Malm resulta particularmente impactante cuando reduce su foco de análisis para explicar el origen de la crisis de la covid en una obra urgente y demoledora. El murciélago y el capital expone las razones por las que, dadas las dinámicas extractivas del capitalismo global, la cuestión nunca ha sido si la zoonosis iba a producir una pandemia, sino cuándo lo haría. La deforestación causada por los monocultivos industriales necesarios para satisfacer la demanda de los países ricos ha disparado la posibilidad de transmisión de virus que antes quedaban contenidos en los hábitats salvajes. En palabras del propio Malm: “El capital abarca cada vez más suelo y se apropia de su contenido para ponerlo en circulación a un ritmo cada vez más frenético; y eso no puede sino derivar, como ley general, en un alto riesgo de pandemia zoonótica, una consecuencia del caos ecológico provocado”.

Por su parte, Jaime Vindel propone una aproximación a esta perspectiva desde el campo de la estética y la teoría cultural. La tesis de Vindel es que nuestra relación con las energías fósiles ha afectado a las formas de subjetividad dominantes en la modernidad industrial. Los imaginarios energéticos presentes en nuestra sensibilidad compartida naturalizaron el industrialismo e industrializaron la naturaleza y, por eso, parafraseando a Heidegger, Vindel habla de la modernidad fósil como “época de la imagen energética del mundo”. Estética fósil es una obra de una erudición fascinante que incluye intervenciones acerca de episodios esenciales de la teoría del arte moderno, una crítica mesurada a algunas prácticas artísticas contemporáneas, pero también preguntas relacionadas con las tareas políticas del ecologismo. Al fin y al cabo, el gran reto al que se enfrenta el medioambientalismo hoy no es tanto anunciar la inminencia de la catástrofe ecosocial, algo que nadie serio niega en serio, como construir un sujeto político capaz de afrontar ese desafío para nuestra civilización: un nuevo régimen de los afectos, reglas y aversiones que definen nuestra cotidianidad adecuado para impulsar una democracia posfosilista.

CAPITAL FÓSIL

Autor: Andreas Malm.

Traducción: Emilio Ayllón.

Editorial: Capitán Swing, 2020.

Formato: tapa blanda (632 páginas. 26 euros).

EL MURCIÉLAGO Y EL CAPITAL

Autor: Andreas Malm.

Traducción: Miguel Ros González.

Editorial: Errata Naturae, 2020.

Formato: tapa blanda (248 páginas, 19,90 euros).

EL CAPITALISMO EN LA TRAMA DE LA VIDA

Autor: Jason W. Moore.

Traducción: María José Castro Lage.

Editorial: Traficantes de Sueños, 2020.

Formato: tapa blanda (357 páginas. 25 euros)-

PDF para copia y descarga libre.

ESTÉTICA FÓSIL

Autor: Jaime Vindel .

Editorial: Editorial Arcadia, 2020.

Formato: tapa blanda (364 páginas, 20 euros).


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