Carla Bruni: “Solo soy una trabajadora del mundo del espectáculo”

Carla Bruni (Turín, 53 años) responde al teléfono desde Venecia, donde acaba de llegar en una visita fugaz; al día siguiente regresa a su casa de París. “He venido para una cena de Saint Laurent, perdón por el ruido”, se excusa mientras saluda a la concurrencia en inglés e italiano. Les dice con amabilidad “Hola, sentíos como en vuestra propia casa”, y continúa la conversación. La entrevista tiene lugar en pleno Festival de Venecia, uno de los pocos huecos de la artista, inmersa en un tour que el 7 de octubre la llevará a actuar en el nuevo Icónica Sevilla Fest que se celebra en la plaza de España.

Aunque sus padres adoraban la música —Alberto Bruni Tedeschi componía ópera y Marisa Borini daba conciertos de piano­— hasta cumplidos los 30 Carla Bruni no cogió la guitarra. A los 19 dejó los estudios para ser modelo y se convirtió una de las tops icónicas de los noventa. Posó para leyendas como Steven Meisel, Helmut Newton o Richard Avedon. “No fue una rebelión contra mis padres, la moda lo llenaba todo. Tuve que empezar a tener tiempo, calma, para dedicarme a la música”, reflexiona. Dejó las pasarelas (aunque no del todo, aún hace apariciones estelares, como el miércoles, que desfiló para Balmain en la Semana de la Moda de París) para centrarse en la chanson y después, con 41 años, inició una nueva vida como primera dama de Francia, desde 2008 hasta 2012, mientras duró el mandato de su marido, el conservador Nicolas Sarkozy.

Nicolas Sarkozy y Carla Bruni, en un acto cuando él era presidente de Francia.
Nicolas Sarkozy y Carla Bruni, en un acto cuando él era presidente de Francia.AFP

“Yo no soy una persona muy política, pero fue interesante estar cerca de mi esposo mientras él era presidente porque pude observar de cerca momentos especiales”, explica, pero prefiere no hablar de los problemas de Sarkozy con la justicia, que lo condenó por corrupción y tráfico de influencias. Solo dice que “él nació para eso” y que no le gustaría que volviera a la política, pero “no lo frenaría si quiere hacerlo”. Al momento de realizar esta entrevista no se conocía la nueva sentencia del jueves, que condena a su marido a un año de prisión por financiación ilegal de su partido. Se conocieron en 2007, el flechazo fue instantáneo y muy comentado —él acababa de divorciarse de Cécilia Attias—, se casaron apenas un año después en el Elíseo, y juntos tienen una hija, Giulia, de nueve años.

Con él, su madre y su hermana, la cineasta Valeria Bruni Tedeschi, pasó el confinamiento de 2020 en una casa del sur de Francia. Reconoce entre risas que la experiencia de convivir con su progenitora la hizo volver a su adolescencia: “No resultó sencillo, porque ahora mi hermana y yo somos adultas, pero a la vez fue agradable”. Para Carla fue como sumergirse en una de las películas dirigidas por Valeria, Un castillo en Italia, La casa de verano, siempre con mucha gente e historias a su alrededor: “Mi hermana es muy divertida, te hace sentir que no hay un momento normal cuando estás con ella, como en sus cintas. Encontré un cuarto en el que me encerraba para crear, era el rincón donde me escondía de esa locura; allí escribía mis canciones y luego pasaba el resto del tiempo con mi familia”.

Carla Bruni, con su madre Marisa Boroni y su hermana Valeria Bruni Tedeschi.
Carla Bruni, con su madre Marisa Boroni y su hermana Valeria Bruni Tedeschi.AFP

En esa habitación propia se gestó Carla Bruni, su sexto álbum de estudio, el primero con su nombre. “Es ahora cuando he descubierto quién soy, he elegido este título porque el álbum es muy íntimo para mí… Y también porque no pude encontrar uno mejor, por una razón pragmática”, comenta con sorna. En él incluyó una versión en español de Por qué te vas de Jeanette, una de sus canciones favoritas: “Cuando era pequeña estrenaron Cría cuervos [Carlos Saura, 1976] en Francia y en Italia. La vi en el cine y me enamoré del tema, que es muy especial, bello y triste”. Habla de su admiración por la cantante hispano-británica y también por figuras como la de Simone Veil, una de las últimas mujeres en ser incluidas en el Panteón de ilustres de Francia. Josephine Baker pronto se unirá a Veil y se convertirá en la sexta mujer, y la primera negra, en el mausoleo. “Las dos lo merecen, como Marie Curie. Hay muchísimas mujeres fuertes en Francia a las que admiro y tienen que ser reconocidas: George Sand; François Sagan; Françoise Giroud, que era una periodista excelente, creó L’Express, o François Dolto, que inventó la terapia para niños”, defiende Bruni. Ella no se imagina pasar allí la eternidad: “Yo no podría estar en el Panteón: solo soy una trabajadora del mundo del espectáculo…”.

Combina profundidad y ligereza en su discurso, opta por destacar lo bueno y no escarbar en lo malo. De su década como modelo enfatiza los recuerdos felices: “Tengo muchísimos, resulta difícil elegir uno solo, son demasiados… Quizá el más especial es el último desfile de Yves Saint Laurent, fue muy entrañable”. Y aunque reconoce que había abusos en la industria en aquella época —”Apoyo a Carré Otis y a las otras supervivientes de Gérald Marie [el antiguo jefe de la agencia Elite en Europa] que vienen a París a testificar contra su agresor”, declaró recientemente a The New York Times—, sostiene que ella nunca sufrió “una situación problemática”.

Acaba de empezar a escribir sus memorias y puede que esté reservando información, aunque asegura que aún no tiene claro cuándo verá la luz ese libro: “Me inquieta pensar si debería publicarlo antes de morirme o después… Tal vez lo escriba y vete su publicación hasta después de mi muerte, porque de ese modo podré contarlo todo. La verdad [lo dice solemne, en español]”. ¿Escribirá sobre su vida amorosa, esos romances con famosos como Mick Jagger sobre los que tanto se ha especulado? “Eso ya se verá. Quizá. Quién sabe”, responde en tono burlón. “La gente dice cualquier cosa cuando no sabe la verdad. Por eso es bueno escribir tus propias memorias. Pero sí, mejor publicarlas cuando yo muera”.


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