Carolina Iglesias: “Le daría un canal de YouTube a M. Rajoy”

Su primer sueldo, a los 18 años, lo ganó haciendo reír. “Me presentaron como ‘la Pocoyó de los monólogos”. Quería dedicarse a la comedia desde los 14, pero por si acaso, se matriculó en Filología Hispánica. Se dio a conocer con su canal de YouTube, Percebes y grelos, y hoy, ya cumplidos los 27, celebra el éxito del podcast Estirando el chicle junto a Victoria Martín.

Pregunta. ¿Por qué Percebes y Grelos? Suena a Sonrisas y lágrimas.

Respuesta. Me gustaban las palabras aleatorias como apodo para redes sociales, pero ahora estoy intentando quitármelo. A mi abuela le preguntan por la calle si es la abuela de Percebes.

P. ¿A quién hizo sus primeros monólogos? ¿Quiénes fueron sus conejillos de indias?

R. Entrenaba con mis abuelos maternos, que ya no están, y mi madre. Lo primero que hice fue un concurso de monólogos de matemáticas en un instituto. Tenía 14 años.

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P. ¿Qué le debe a YouTube?

R. Mucho. Es como aprendí a enfrentarme al público, quitarme la vergüenza, improvisar, estructurar el discurso y manejar los mensajes de los haters. Llevo recibiendo mensajes de odio desde los 21.

P. ¿Ve justificada la crisis de reputación de los youtubers?

R. Las cosas buenas no salen. Nadie dice: ‘Este youtuber ha hecho un vídeo muy educativo’. Sobre lo de Hacienda, sin justificarlos, creo que en España evaden impuestos políticos, futbolistas… y por lo menos los youtubers se han ido físicamente del país. Y no todos. Ibai Llanos, que es quien está salvando el nombre de la gente de internet, no lo hace. Yo lo que sé es que no quiero tanto el dinero como para irme más lejos de mi familia.

P. ¿Y ve justificadas las cantidades que ganan algunos de ellos?

R. Si se las pagan es porque las generan. La publicidad mueve un dinero loquísimo desde siempre. En televisión igual. Luego, es una profesión muy volátil. Ahora están ganando un dineral, pero a lo mejor a los 30 se quedan sin trabajo.

P. Aún no hemos visto hasta dónde llegan, cuál es la edad de jubilación del youtuber. ¿Serán carreras cortas, como las de los deportistas?

R. Ha habido gente que se dedicaba a esto y ahora está en otra cosa. No se trata solo de fama, sino de algoritmos. Es difícil mantenerse, conseguir que la gente te siga por lo que haces y no por lo que hiciste un día.

P. ¿A qué político le daría un canal de YouTube? ¿A quién ve madera de cómico sin pretenderlo?

R. De cómicos sin pretenderlo hay una lista infinita. Se lo daría a M. Rajoy.

P. “El nivel de las cómicas que hay en España necesita un tiempo, hay que darles uno o dos años para que estén a la altura de los cómicos que hay en La Chocita del Loro”, dijo el gerente de la sala, Francisco Carretero. ¿Falta nivel o sobran prejuicios?

R. Sobran prejuicios. Me parece un bochorno de declaración, pero sirve para darnos cuenta de que queda mucho por avanzar. La desigualdad es real. En televisión hay muchas menos mujeres, se las dirigía al magacín mientras un mismo presentador tenía cinco concursos. Se están haciendo ver gracias a las redes, los teatros… Martita de Graná ahora vende más que nadie y no salió de los medios tradicionales. Faltan oportunidades. Tenemos derecho a cometer errores porque al final no estamos operando a corazón abierto, estamos haciendo reír a la gente y eso es un experimento. Si no te dejan experimentar…

P. ¿Existe el humor de mujeres?

R. Siempre nos han considerado un nicho, pero somos el 52% de la población. No se habla de humor masculino, sino de humor. Tampoco nos dirigimos a un público exclusivamente femenino.

P. Hay chistes de Martes y 13 que hoy no se emitirían. ¿Porque ya no harían gracia o porque ninguna cadena se atrevería?

R. A mí me cuesta reírme del sketch de “mi marido me pega” o de un chiste de “mariquitas”. La comedia tiene su parte de verdad y de dolor, pero a veces se confunde un buen chiste con decir barbaridades.

P. ¿El humor debe tener límites?

R. Yo hago bromas de que pertenezco al colectivo LGTBI, pero cuando compañeros hacen chistes de “mariquitas” en el siglo XXI me parece agresivo. Depende de la actitud. Para mí el límite es que sea un buen chiste.

P. A veces en el podcast se ponen serias, como cuando hablaron de salud mental. ¿Ese tabú está cayendo?

R. Estamos evolucionando, pero queda bastante. Cada vez más gente dice que va a terapia. Yo en el instituto decía que iba al médico cuando iba al psicólogo. Me daba vergüenza.

P. Sufrió acoso escolar. ¿Esos abusones del colegio son de mayores los haters de las redes? ¿A qué atribuye ese nivel de odio?

R. No sé. Es un momento de mucha crispación. La gente está muy nerviosa. Juzgan todo lo que haces y dices. A mí me atacan más por “gorda” o “feminazi” que por “invertida”, pero queda mucho por hacer en todo.

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