Charla del Sabio de madrugada, pedradas en Turquía y brindis por un despido


Paulo
Futre, leyenda del
Atlético de Madrid
, sigue comentando para MD la actualidad del fútbol. Ante el parón generado por el coronavirus, el luso ha contestado a preguntas de los lectores de este diario sobre cuestiones de su carrera como jugador.



El día que Luis entró de madrugada, como loco, en mi habitación

Teníamos que remontar un 1-0 de la ida contra el Oviedo en esa misma Copa del Rey que acabaríamos levantando en el Santiago Bernabéu. En los partidos anteriores contra ellos su defensa Gorriarán me tenía totalmente anulado. Me hacía marcaje individual los 90 minutos, era tremendo, un increíble marcador. Creo recordar que había jugado cinco partidos contra ellos pero nunca había vencido. Aquel iba a ser el sexto partido y él era un dilema importante para mi, como si fuese la kriptonita de Supermán, que diríamos ahora.

Aquella misma noche previa al partido, me desperté sobresaltado con el míster, con Luis Aragonés, entrando como una bestia en mi cuarto del hotel de concentración a las cuatro de la mañana. En sus manos traía un periódico deportivo cuyo titular era una declaración de Gorriarán Futre no va a volver a tocar la pelota”. Me preguntó a gritos “Portugués ¿quién es este tío? ¿y esta falta de respeto, esta humillación? Hoy se acordará toda la vida de usted, porque le va a romper entero, a este tal Gorriarín o Gorriarún”. Ya no pude volver a dormir. A la sexta fue la vencida. Aquel partido vencimos 5-1, abrí y cerré el marcador, di dos asistencias y provoqué la falta que dio pie a otro gol. Uno de los mejores partidos de mi carrera con una de mis jugadas preferidas (en las que además le regateé a él) en el cuarto gol.

Pedradas en Turquía por no morderme la lengua

Dentro del campo nunca. Fuera de él…sí, pánico. La vez que más miedo pasé fue en Turquía. Nunca había estado en el país. El Atlético se enfrentaba al Trabzonspor en los octavos de la Recopa del 92/93. En aquellos tiempos no había tantos medios de comunicación, el fútbol turco era muy inferior a lo que es hoy en día y apenas llegaba información sobre su competición. Un día antes de viajar en el partido de ida, en la rueda de prensa en el Calderón, un periodista turco me preguntó cuál era mi opinión sobre sus compatriotas. Muy ingenuo y tonto de mí parte, respondí que no tenía una gran impresión de los turcos porque no salían muy bien parados en la mítica película “El Expreso de Medianoche” (una de mis favoritas). Me arrepentí al instante pero el lío ya estaba montado. Solo fui consciente de la magnitud del escándalo cuando aterrizamos en el aeropuerto turco y todos me querían crucificar, un asedio que no podríais ni imaginar. Volví a dar una rueda de prensa en el hotel disculpándome, pero era demasiado tarde. Sentí miedo de verdad por mi vida y los guardaespaldas del presidente fueron mi escolta. En el partido recibí varias pedradas que me dieron en las piernas y espalda, no me intimidaron, marqué el primero y le di el segundo a Moya.

El brindis por el despido de un entrenador

¡Y tanto que me alegré…que hasta me tomé una copa para celebrar su despido! Ese nivel de alegría solo me ocurrió una vez. Hubo otras dos ocasiones en las que también me alegré de corazón por la destitución. Pero el resto de veces me quedé triste y fueron la inmensa mayoría, sobretodo en el Atlético, que si no me falla la memoria con el presidente Jesús Gil tuvimos 14 entrenadores en cuatro años, una barbaridad. Por mi experiencia, cuando un entrenador se va, es normal que los titulares se queden tristes y los que menos juegan se alegren.

Pero también viví rarísimos momentos de consenso entre titulares y suplentes: tanto de revuelta contra la directiva por una destitución injusta que nadie entendía, como por alegría unánime con un despido. Esto último se detecta muy fácil, hay un punto de inflexión en los “motines de vestuario” como lo llama la prensa. Es el momento exacto en el que entre los compañeros se refieren por primera vez al entrenador por “tío” (u otro nombre u apodo) en vez de decir “Míster”. Cuando se pierde ese respeto al término y tras una derrota los pesos del vestuarios hablan entre sí “a ver si este tío cambia la estrategia” . En ese preciso instante tiene los días contados. Después empiezan las filtraciones, rumores…y el final ya lo sabemos todos.


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