El reconocimiento del presidente ruso, Vladímir Putin, de la independencia de las regiones separatistas ucranias de Donetsk y Lugansk llegó solo un día después de la clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín y ha colocado a China en una difícil situación: la de medir con mucho cuidado sus posiciones para, sin disminuir su apoyo a su socio estratégico en Moscú, mantener su política tradicional de respaldo a la soberanía y la integridad de los Estados, incluida Ucrania.
Este martes, el ministro chino de Exteriores, Wang Yi, optó por un ejercicio de neutralidad diplomática en su conversación por teléfono con el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken. “La situación en Ucrania está empeorando”, apuntaba Wang, que pidió a todas las partes implicadas en la crisis que muestren tranquilidad y resuelvan la disputa por la vía de la negociación. Pero, en un guiño a Rusia, el político también dijo que deben respetarse las “preocupaciones legítimas de seguridad” de todos los países, un lenguaje similar al que había empleado hace un mes para poner a su país de parte de Moscú en la disputa.
En una breve declaración, horas antes en la reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU, el embajador chino ante Naciones Unidas, Zhang Jun, insistió en la necesidad de una solución diplomática a la crisis, y subrayó que las preocupaciones de todas las partes implicadas deben resolverse “con una base de igualdad”. Una posición que repitió igualmente el portavoz chino de Exteriores, Wang Wenbin, en la rueda de prensa diaria de su departamento, al llamar a la calma a todas las partes para reducir tensiones.
La cautela exhibida por los representantes diplomáticos chinos pone de relieve la delicada posición en la que se encuentra Pekín ante la crisis ucraniana. Y repite la pauta de comportamiento que mostró China en 2014, cuando Rusia invadió la península de Crimea; o la de 2008, año en que Moscú apoyó militarmente la secesión de Abjasia y Osetia del Sur de una Georgia que se inclinaba hacia Occidente. En ambos casos, Pekín evitó respaldar las acciones Moscú. No obstante, sí le ayudó a hacer frente a las consecuencias de las sanciones occidentales. Entre otras cosas, firmó un gran acuerdo en 2014 para la compra de gas procedente de Siberia, que palió las pérdidas de Rusia en los mercados europeos.
Desde entonces, el Gobierno chino ha reforzado, hasta niveles nunca vistos hasta el momento, su relación con Moscú. Los presidentes de ambos países, Putin y Xi Jinping, hicieron alarde de sintonía, hace poco más de dos semanas, previo a la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno en Pekín; en un comunicado conjunto proclamaron que la colaboración entre sus dos naciones “no tiene límites”. Por primera vez, China se opuso explícitamente a una ampliación de la OTAN, y Rusia apoyó las reclamaciones de soberanía de Pekín sobre Taiwán. “Si Putin afrontara duras sanciones, China le extenderá una mano amiga” para limitar su efecto como ya hizo en 2008 o 2014, apunta Jakub Jakobówski, del Centro polaco de Estudios del Este.
Pero Pekín también ve con cautela el deterioro de la situación en Ucrania. Un apoyo contundente a Rusia en la crisis podría tener consecuencias indeseadas en otros polos de sus relaciones exteriores. La disputa “conlleva un riesgo significativo de que se desbaraten sus relaciones con la Unión Europea (su segundo socio comercial) o con Estados Unidos”, apunta el analista Bill Bishop en su newsletter Sinocism. El Gobierno de Xi mantiene también buenas relaciones con Kiev; su embajador en esa capital publicó el mes pasado una tribuna en la que enfatizaba el apoyo del gigante asiático a la integridad territorial y la soberanía de Ucrania.
Además, temerosa del efecto que pudiera tener en Tíbet, Hong Kong o Xinjian, China ve con desconfianza cualquier apoyo a regiones independentistas. Un mensaje que el ministro de Exteriores chino reiteraba el fin de semana pasado en la Conferencia de Seguridad de Munich. “La soberanía, independencia e integridad territorial de todos los países debe protegerse”, declaraba Wang: “Ucrania no es la excepción”.
Y en lo más parecido que China tiene a un año electoral ―el próximo otoño se celebra el XX Congreso del Partido Comunista chino, en el que se renovará, con casi toda seguridad, el mandato de Xi Jinping para al menos cinco años más―, Pekín no quiere ningún sobresalto, ni internos ni externos, que puedan ensombrecer el proceso para llegar a ese momento.
Una cuenta en redes sociales, propiedad del periódico Beijing News, publicó este martes, aparentemente por error, las instrucciones de la censura china para publicar noticias en torno a la crisis ucrania. Según ese mensaje, se deben evitar las noticias “desfavorables a Rusia y favorables a Estados Unidos”. Los comentarios a esas publicaciones también deben quedar estrictamente seleccionados y controlados.
Hasta ahora, China no ha pedido a sus ciudadanos residentes en Ucrania que abandonen el país, como sí han hecho otros gobiernos. Pero ante el agravamiento de la situación, sí que ha emitido una alerta consular en la que recomienda a sus compatriotas permanecer en constante contacto con la Embajada en Kiev; evitar los desplazamientos a zonas peligrosas; y mantener reservas de productos de primera necesidad.
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