Clara Sánchez: “Las emociones crean un berenjenal del que es difícil salir”

La escritora Clara Sánchez en una imagen promocional reciente.
La escritora Clara Sánchez en una imagen promocional reciente.

La escritora Clara Sánchez (Guadalajara, 66 años) sostiene que “donde no se puede meter una cámara, sí se puede meter una novela”. En Infierno en el paraíso (Planeta) ella se adentra en la fastuosa Marbella de los jeques árabes, un mundo cuyo brillo atisbó de lejos hace años, a través de las revistas. Aquello le llevó a pensar que, tras esos séquitos, coches de alta gama y la enorme riqueza que generaban en la zona, había un eco de los cuentos de Las mil y una noches, y también una “enorme corrupción que subyacía”, explicaba en un encuentro con la prensa en Madrid hace unas semanas.

La escritora, ganadora del premio Alfaguara en 2000 por Últimas noticias del paraíso y del Nadal 10 años después por Lo que esconde tu nombre (una novela sobre una pareja de nazis en un pueblo de la costa mediterránea que ya lleva 59 ediciones en Italia y ha convertido a Sánchez en una auténtica autora superventas, al punto de que publica allí sus libros antes que en España), contó que se siente especialmente atraída por el mundo árabe. “Está en constante transformación y hay una enorme falta de libertades, pero eso mismo me llevó a indagar en nuestra idea de libertad y cómo se nos llena la boca con esa palabra. Porque en Occidente, en tiempos precarios como los que vivimos, hay mucho miedo a la libertad. ¿Cuánta gente quemada puede dejar su trabajo? ¿Y a su pareja? Ser libre entraña un riesgo tremendo”, reflexionaba.

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Hija de un funcionario de Renfe, de niña su familia se cambiaba de lugar con cierta frecuencia. “Había que adaptarse a otro mundo, otro colegio, otra calle”, recodaba. “Hoy en día sería una niña carne de psicólogo, pero entonces aquello me llevó a escribir, porque era algo que me aliviaba”. Sánchez publicó su primer libro en 1989 y no fue hasta 11 años después cuando obtuvo el Alfaguara y decidió volcarse de lleno en la literatura. Hasta entonces, tuvo muchos trabajos diversos en un laboratorio farmacéutico, como profesora y en la Administración.

La escritora reivindica su libertad en todos los frentes, también en el literario, con su tono afable y tranquilo: “He tratado de ser independiente en todo, no he formado parte de ningún grupo porque prefiero ir a mi aire”. Hoy piensa que las escritoras jóvenes hacen frente a los mismos obstáculos que antes. “La diferencia es que nosotras íbamos más a ciegas y las nuevas generaciones tienen el camino más iluminado, no más fácil, y por eso pisan más fuerte”. Entre sus referentes cita a Mercè Rodoreda, sobre quien siente que aún se le hace poco caso, a Natalia Ginzburg, Alice Munro o Willa Cather. “Todas ellas son mujeres que inspiran”.

“¿Cuántas personas aguantan abusos por no perder su trabajo? Muchos les dirán que no traguen, pero las decisiones no son tan claras”, dice la escritora

Sonia, la protagonista de Infierno en el paraíso, se encuentra perdida y sin una dirección vital clara cuando aterriza como camarera en un hotel de lujo en la Costa del Sol, gracias a una amiga. Su contacto con una joven princesa árabe, Amina, la pone en situaciones peligrosas. “El tema que quise tratar era el de la identidad, ese juego adolescente de querer imitar y ser otro, vivir otra vida”, apuntaba Sánchez. “Luego están los casos reales de las princesas que huyen, como Latifa, historias rocambolescas que si las leyeras en una novela pensarías que son inverosímiles, y que realmente no conocemos”. Sánchez habla de algunas lecciones aprendidas con la pandemia que remiten a la situación que viven las mujeres en países árabes, porque ahora ya sabemos lo que es “llevar la cara tapada y estar confinadas”, señalaba. “Ojalá el derecho internacional se fijara más en eso y dejáramos de pensar que es un problema exótico”.

Los abusos es otro de los temas que toca su libro. “Es algo muy delicado, a toro pasado todos actuaríamos de la forma correcta, pero la cuestión es verte metida en una situación turbia, porque ahí tienes verdaderamente que poner a prueba tu capacidad de decisión”, explicaba. “¿Cuántas personas aguantan abusos por no perder su trabajo? Muchos les dirán que no traguen, pero lo cierto es que la vida es muy exigente y las decisiones no son tan claras”. El movimiento Me Too le parece algo extraordinario, “de higiene social”. Pero más allá del trabajo, cuando se entra en el mundo de la pareja “las emociones y sentimientos crean un berenjenal del que es difícil salir, porque te enredan y antes de verlo claro, solo lo sientes”.

Las redes sociales son algo que de alguna forma la confunde y la llena de ansiedad, confiesa: le hace perder de vista a su público, que no considera que tengan que ser followers (seguidores) exactamente. Quizá esto sea otro juego de identidad como los que ella plasma en sus novelas.


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