Club Europa, el St. Pauli del barrio de Gràcia

Chema Antolín es árbitro. Dirige partidos de niños y niñas pequeños. Un vídeo sobre una de sus charlas antes de uno de esos partidos se hizo viral hace unos días. Decía obviedades que, de vez en cuando, es necesario recordar sobre el verde. Especialmente si los que juegan son menores. Chema, con un equipo a cada lado, les preguntaba a qué habían ido allí aquella mañana de domingo. “A jugar al fútbol”, decía uno. “A divertirnos”, apuntaba otro. Efectivamente, corroboraba él. Aclarada la misión, Chema les recordaba que la grada estaba llena de gente que había ido a verles. Si aplaudían, debían escucharles. Si criticaban, hacer oídos sordos. Y no tenían que atender más que las órdenes de sus entrenadores, sentados en el banquillo. “Alguna vez me he encontrado a algún niño que ha terminado llorando, de tan estresado como había acabado al recibir tantas órdenes diferentes, de su padre, de su madre y de su entrenador. He tenido que parar el partido y cuando los padres han sido conscientes se han avergonzado”, explicaba unos días más tarde en El Matí de Catalunya Ràdio.

El deporte son también valores, a cualquier edad. Y el fútbol el mejor de los escenarios para transmitirlos. Eso pensó el Club Esportiu Europa cuando impulsó una campaña contra el fascismo, el machismo, la homofobia y el racismo. Este verano los informativos y los periódicos llegaban plagados de malas noticias: los gays eran apaleados en diversas ciudades de España y la intolerancia ganaba terreno. “Creímos que era momento de dar un paso al frente. Detectamos un aumento del discurso de odio de la extrema derecha. Veíamos en las noticias todas aquellas agresiones a personas homosexuales y quisimos pronunciarnos”, cuenta Ramon Armengol, impulsor de la idea, miembro de la Junta directiva y responsable del área social del club.

El Europa, una entidad bien arraigada en el popular barrio de Gràcia, en Barcelona, siempre se significó social y políticamente. Hizo, en su día, un manifiesto a favor del catalán. Y cuando empezaron los movimientos del procés catalanista, se posicionó por la libertad de los políticos presos. “El club en sí nunca se ha definido independentista, pero sí se ha expresado a favor del derecho a decidir y por buscar una solución democrática al conflicto”, añade Armengol. Ahora, dará un paso más. Este jueves, reunida la Asamblea de socios del club, se sometió a votación y fue aprobada por unanimidad la propuesta de modificación de uno de los artículos de los estatutos, concretamente el referente a la Declaración de principios y valores. El texto actual se sustituirá por el siguiente: “La no discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo o cualquier otra circunstancia personal o social es un principio innegociable. Es por eso que el Club Esportiu Europa se declara oficialmente antifascista, antimachista, antihomófobo, antirracista y antibullying”. Parece una obviedad, como la charla de Chema Antolín. Pero no lo es. No se conocen clubes de fútbol en España que hayan hecho una declaración similar.

Ni siquiera el Júpiter, fundado en 1909 en el barrio de Poblenou, “el Manchester catalán, le llamaban, por la enorme industrialización de la zona”, señala el historiador Joan B. Culla. Del Júpiter, vinculado durante el franquismo a los movimientos anarcosindicalistas, se cuenta la leyenda de que alguna vez se habían escondido pistolas de la CNT dentro de los balones de fútbol. “Pero nunca ha hecho una declaración parecida a la del Europa”, apunta Culla.

Familiares y simpatizantes siguen un partido de la escuela del Club Europa.
Familiares y simpatizantes siguen un partido de la escuela del Club Europa.CRISTÓBAL CASTRO

El club del barrio de Gràcia se mira en el St Pauli, un club de un barrio portuario de Hamburgo. Una entidad que en los 80 se convirtió en el club del movimiento okupa, el más punk del país; el que se movilizó por los refugiados, el club de fútbol amigo de los gays –cuando ese deporte, decían, no contaba con homosexuales entre sus jugadores, rara excepción–, el defensor de las causas sociales. El más reivindicativo. Hace años que se declara antifascista, antihomófobo, antisexista y antirracista. “Es un espejo en el que mirarse. No hay muchos casos en fútbol profesional de clubes que sean tan explícitos en la defensa de los valores sociales, valores como los que también nosotros defendemos”, señala el directivo del Europa. “Ya hace tiempo que trabajamos como club para defender una serie de valores”, explica Armengol. Y añade: “La nuestra es una de las escuelas de fútbol base con más niños de Barcelona: entre la escuela y los diferentes equipos de la cantera tenemos a más de 1.000 niños. Por eso trabajamos el compañerismo, el respeto entre los jugadores. Somos conscientes de nuestro papel como formadores de todos esos niños que integran nuestro fútbol base”.

El Europa es un club muy vinculado al barrio de Gràcia. Nació en 1907 y fue uno de los fundadores de la Liga, un histórico. “Y a pesar de ser un club muy pequeño, el hecho de estar tan vinculado a un barrio con una idiosincrasia tan especial nos acerca a esos valores; tenemos una tradición catalanista, antifascista y asociativa, como el barrio. Nuestra masa social siempre ha querido mojarse en temas sociales precisamente porque bebe de esta tradición asociativa de Gràcia”, indica.

El Europa juega en el Nou Sardenya, en la parte alta de Gràcia, zona de peregrinaje los sábados por la mañana, cuando juegan los diferentes equipos de la escuela y la cantera. El ambiente, que se va caldeando desde las nueve de la mañana, es muy familiar. Y se palpa en el bar, elevado, e integrado dentro de la tribuna principal. Por la mañana, un buen bocata: de tortilla, de lomo, de embutido… A mediodía, a la hora del sagrado vermut, cuando se anima la cosa: unas patatas bravas o un plato de morro frito. Bañado con una cerveza sin alcohol o un refresco.

“El domingo es parecido, pero ya se siente un ambiente más competitivo. Se llena el campo. Este año, al subir de categoría -el primer equipo juega la Segunda RFEF-, hemos doblado el número de socios”, dice Armengol. Son casi 900, que suena poco grandilocuente, no obstante para ellos es mucho.

Las jugadoras del Europa celebran su última victoria en el Nou Sardenya (1-0 contra el Riuprimer).
Las jugadoras del Europa celebran su última victoria en el Nou Sardenya (1-0 contra el Riuprimer).CEE

“El Europa para mí es un equipo del pueblo, del barrio, que te lo haces tuyo y acabas amando. Se escapa del fútbol moderno, del que solo tiene intereses económicos. Y a nivel social se involucra mucho”, explica Andrea Porta, capitana del equipo femenino y orgullosa por este último gesto de su club. “Como mujeres nos sentimos muy parte de esta lucha, no solo por los valores antimachistas, sino también antihomófobos”. Como maestra que es, además, Porta intenta normalizar estos temas, “hacer mucha perspectiva de género, trabajar los estereotipos; intento aplicarlo en mi día a día y espero que con los años todos estos niños puedan cambiar el mundo”. Es la misma esperanza que mueve al Europa, el St Pauli de Gràcia.

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