Cómo afrontar la pérdida de un hijo


La tristísima noticia del hallazgo del cuerpo sin vida de Clara, la niña de 10 años, en el pantano de San Juan (Madrid), tras días de búsqueda, ha revuelto por dentro a miles de padres que pueden llegar a entender cómo se tienen que sentir ahora mismo sus progenitores. “La muerte de un ser querido es un momento muy duro y difícil en nuestras vidas”, explica Pedro M. Paulino Matos, psiquiatra. “Podemos estar preparados para el fallecimiento de un abuelo, de un padre, de una madre, pero no así para afrontar y asumir la muerte de un hijo. Esta situación rompe nuestros esquemas, nuestros planes de vida y provoca un gran estrés físico y emocional del que no podemos apartarnos. Se nos hace un nudo en el estómago, nos enfadamos con todo, se nos bloquea el pensamiento, nos vienen ideas de muerte, de incomprensión, frustración e impotencia. Y, en muchos casos, aparece la culpa, agravada si nos sentimos responsables de ello”, añade el experto.

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Todo esto supone un importante choque emocional. Por ello, “resulta fundamental que desde un primer momento los padres estén acompañados de personas cercanas, incluso que busquen ayuda y soporte profesional para comenzar el proceso de afrontamiento y de duelo. Los profesionales adecuados son los psiquiatras y los psicólogos. La farmacología es importante, pero la terapia lo es también, incluso a veces más importante”, incide Paulino Matos.

Las circunstancias en las que se produce la muerte influyen irremediablemente en la respuesta inicial y evolución del proceso: “No es lo mismo que la muerte sea por una enfermedad médica, oncológica que lo sea accidental, por accidente de moto, ahogamiento, o si ha desaparecido y no se ha encontrado el cuerpo (caso de Marta del Castillo). En estos casos es prácticamente imposible poder comenzar a elaborar un duelo en condiciones”, prosigue el psiquiatra.

Entender el duelo

“El duelo es un proceso psicológico que se produce tras una ausencia, pérdida, abandono o muerte. Aunque pase por varias fases (negación, enfado, negociación, miedo o depresión, aceptación, restablecimiento), es diferente en cada persona, no lo podemos relativizar y uno debe ser realista. La muerte de un hijo no se olvida, sino que lo acabamos incorporando e integrando en nuestra vida diaria”, continúa el experto. Según mantiene, es una situación muy compleja, difícil con la que debemos de una forma u otra asumir y tratar de vivir con ella con la mayor dignidad posible: “Cada uno necesita su tiempo y cada persona marca su ritmo. Sí considero esencial que los padres desde un primer momento no se aíslen, no se encierren y, en la medida de lo posible, se vayan reincorporando progresivamente a sus rutinas, actividades y vida social. También no debemos descuidar como esto puede afectar negativamente a la relación de pareja y a los hermanos u otros familiares allegados. Son de esos momentos en los que ambos padres deben unirse, pedir ayuda y hacer terapia de pareja si necesario, para mejor elaborar el proceso de duelo juntos”.

En ocasiones, el impacto psicológico inicial es tan potente, el bloqueo emocional tan grande que eso crea mucha impotencia, irritabilidad, frustración, inestabilidad emocional que puede resultar incapacitante y limitante a la hora de poder afrontar el día a día: “En estos casos, podría beneficiarse de un tratamiento farmacológico para que junto con la terapia psicológica puedan mejor abordar los síntomas y la situación. No todos necesitan medicación y cada caso deberá ser analizado de forma individualizada y por profesionales especialistas. La medicación es un recurso, un pilar en el que podemos establecer las bases para el tratamiento. No es el único, otros aspectos son los relacionados con el sueño, ejercicio físico, actividades de ocupación y ocio, actividades sociales, alimentación, psicoterapia. Cada cosa en su justa medida, adaptada a las características y situación personal de la madre, padre…”.

“Es fundamental”, prosigue Paulino Matos, “conseguir recordar las experiencias y a nuestro hijo con amor, integrarlo en nuestro interior, aceptar su ausencia con todo el dolor del mundo y de nuestro corazón. Dar una oportunidad a la vida, darnos una oportunidad a nosotros para abrazar la vida. Y si necesitamos ayuda profesional, no negárnosla”.

La terapia psicológica es fundamental

La palabra “duelo”, proviene del latín y significa “dolor” y la palabra “trauma” tiene su origen en el griego y significa “herida”. La pérdida de un ser querido une estos dos conceptos una herida que nos deja con un dolor enorme, que sin embargo debemos encajar y seguir adelante con nuestras vidas. Manuel Hernández, psicólogo y autor de los libros “Apego y psicopatología”, ¿Por qué la gente a la que quiero me hace daño” y “Apego, disociación y trauma”? y presidente de la Asociación Española del Trauma Psicológico (AETPS) explica que “cada persona supera un duelo como puede, no hay una manera correcta de afrontarlo, hay quien prefiere guardar todos los recuerdos de la persona que se ha ido y otras personas no quieren tener ninguna pertenencia que pueda recordarle a esa persona que ya no está”. “A menudo”, continúa, “en los duelos los hombres se centran más en su trabajo y las mujeres buscan apoyo emocional bien con amigos, familiares o terapeutas. Otras veces las personas prefieren no hablar de la pérdida mientras que otras no pueden parar de recordarlo, hablando de él como si eso lo trajera durante un rato a la vida de nuevo”

“No hay una manera correcta de elaborar un duelo”, incide Martínez. “Todo el trabajo terapéutico consiste en ayudar a la persona a que lo trabaje en función de sus necesidades, sus valores o sus creencias. Entender el significado que la persona da a esa pérdida es fundamental para poder ayudarla a darle un significado adaptativo a lo que ha ocurrido. El duelo debe ser adaptado a lo que la persona necesite para poder encajar esa experiencia dentro de su memoria autobiográfica o experiencia”, explica.

Debemos tener en cuenta, según sostiene, que en las pérdidas se dan varios factores que influyen mucho en la forma que se vive el duelo, aunque siempre hay dos emociones que lo acompañan siempre: la culpa y la rabia:

  • No es lo mismo una pérdida por una causa natural como una enfermedad que si ha sido provocada por la negligencia o la violencia de otra persona.
  • Si la pérdida ha sido provocada por uno de los padres por un despiste, una precipitación, un accidente la culpa y la rabia serán mucho mayores. Uno probablemente culpará al otro de lo que ha ocurrido y el otro no podrá dejar de culparse.
  • En el caso de suicidios, por desgracia cada vez más frecuentes en personas jóvenes, las sensaciones de culpa en los padres por no haberse dado cuenta antes y de rabia por no haber podido impedirlo, se verán muy potenciadas.

Por tanto, superar la pérdida de un ser querido, más aún de un hijo, es un proceso muy personal que va a depender de las circunstancias de cada persona. Sin embargo, se pueden seguir unas pautas generales que ayuden a poder vivir con esa pérdida.

  1. Poder aceptar que la persona se ha ido, a menudo la culpa es una forma de poder sentir que de alguna manera sigue con nosotros, pero no ayuda más que a dificultar el proceso de sanación.
  2. No tratar de olvidar a la persona, es alguien que siempre va a estar con nosotros y tenemos que aprender a vivir con todo lo bueno que hemos compartido, y no con lo que nos quedaba por vivir.
  3. Ser respetuoso con los plazos y necesidades de cada persona. Un duelo se puede retrasar, pero no se puede evitar, y hay que ser consciente de las necesidades de cada persona para ir al ritmo y del modo que la persona pueda tolerar.
  4. Tratar de que el duelo pueda ser superado por toda la familia, no dejando que nadie quede atrás en el proceso, puesto que dificultará aún más superar lo que ha ocurrido.
  5. Hacer terapia o buscar grupos de ayuda puede hacer que el duelo sea menos intenso y más corto, y por tanto ahorrar sufrimiento a los padres, hermanos, y todas las personas implicadas en la pérdida directa e indirectamente.
  6. No solo los adultos sufren las pérdidas, también lo hacen los niños, que en este caso pueden ser hermanos, primos, amigos, etc. que también necesitar darle un significado a esa pérdida y necesitan una ayuda especial. No importa la edad de los que se quedan también necesitan elaborar y superar la pérdida. Desgraciadamente en estos casos los niños no solo pierden a su hermano, sino que también pueden perder simbólicamente a sus padres que estarán inmersos en su propio proceso de dolor.

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